Llegó a la Fiscalía General de la Nación con la complicidad de todo el aparato delincuencial que ha cooptado el Estado y el apoyo financiero de un poderoso grupo económico
Hanna Arendt nació en 1906 y murió en 1975, hace casi cincuenta años, pero sus reflexiones siguen teniendo una vigencia inusitada. Todo esto que está sucediendo en nuestro país (¿en el mundo?) lo único que hace es reafirmar la validez de sus preocupaciones tempranas.
Para la muestra un fiscal.
Néstor Humberto Martínez, un oscuro personaje, torticero hasta la médula, escalador, sin escrúpulos, venal, mal intencionado y corrupto, que llegó a la Fiscalía General de la Nación con la complicidad de todo el aparato delincuencial que ha cooptado el Estado y el apoyo financiero de un poderoso grupo económico a quien él ha servido con obsecuencia en los últimos años.
En el nombramiento de este fiscal corrupto se sintetiza una primera preocupación de Hannah Arendt: la excesiva presencia de los intereses privados en la vida pública. “Cuando el individualismo y la dinámica de los intereses privados se manifiestan en sus formas más extremas; cuando sucede un ensimismamiento en la vida privada y una desafección y una renuncia hacia las responsabilidades de la ciudadanía; cuando los intereses privados buscan adueñarse o se adueñan de las instituciones políticas para sus propios fines, nos enfrentamos a uno de los problemas más serios para generar condiciones de vida cívica y de condiciones necesarias para el respeto de los derechos”.(1)
Ella refiere una variable en la que el arribista de Néstor Humberto encaja como anillo al dedo: “la búsqueda del status a cualquier precio”, esa obsesión por “representar” los valores aristocráticos de las viejas épocas en la que existían castas elegidas.
Néstor Humberto y sus secuaces han llegado a un estado de enajenación tal que han perdido toda capacidad de análisis, no son capaces de pensar en las consecuencias, viven en un mundo paralelo, la desfachatez es su “modus operandi”.
La patética fotografía de Néstor Humberto tumbado en la playa, exhibiendo su barriga llena, “descansando” en Curazao mientras aquí en Colombia la gente se movilizaba exigiendo su renuncia, lo retrata de cuerpo entero.
Miente sin ruborizarse, lanza amenazas de denuncias imposibles, recurre a todo tipo de tretas, mira directo a las cámaras autopersuadido de su desvergüenza, incurre en contradicciones, no se inmuta cuando lo desmienten con pruebas y sigue tan campante, haciéndose a la idea de que aquí no pasa nada.
Todos sus socios, los políticos – delincuentes - a quienes se abstiene de investigar, los magistrados corruptos con quienes ha maquinado sus componendas, los expresidentes a quienes ha servido con complicidad, los empresarios a quienes les ocultó sus torcidos, lo aúpan para que no renuncie, lo sostienen, lo mantienen.
Es nuestro deber no resignarnos frente a su desfachatez, movilizarnos, demostrarles que existimos como una ciudadanía activa que está lejos de asumir a nuestro país como una hacienda privada en la que ellos medran solo y exclusivamente en beneficio de sus intereses.