Se ha vuelto normal que grises personajes aprovechen alguna posición para cobrarse antiguos rencores o simplemente para mostrarse como poderosos.
El talante conciliador e incluyente, lo que debe tener alguien que aspira a manejar la cosa pública y ser un referente de un alma verdaderamente democrática, es muy poco frecuente, sobre todo en una época en que priman los individualismos, los impostores que posan de sabios, buenos y talentosos. Pero las cualidades de un verdadero dirigente se miden en las crisis, en los momentos en los que todas las manos tendidas se dirigen hacia él. Y sin consideraciones de ningún tipo, todas las voces son oídas, todas las necesidades son satisfechas, aun si se trata de quienes han hablado mal, han calumniado y mentido.
Para comenzar, hay que hablar de nuestro presidente. Es cierto que desde el comienzo Colombia entera, bueno casi entera si se excluye el 30 por ciento que lo aceptaba, lo satanizó más por las compañías, acciones de campaña y respaldos que por sus propias obras pues, la verdad sea dicha, no traía nada para mostrar. Pero en la crisis que vivimos ha demostrado responsabilidad y respeto por su pueblo, obteniendo respuestas favorables que se manifiestan en los índices de aceptación dados por las últimas encuestas. Sería mejor la imagen si ciertas señoras de su estado áulico se quedaran calladitas.
Del gobernador, no hay que decir mucho pues Antioquia ya lo conoce, a él y a su familia, actores de primera línea en la reciente historia de Antioquia. Siguen los odios heredados y las almas que, irrespetando la decisión del pueblo, no han podido superar su propia derrota y la de los candidatos de sus amores. Con seguridad nada ha hecho el doctor Gaviria para merecer tal inquina, pero la mala leche es así, reemplaza la sangre en las venas y no hay nada que hacer. Lo cierto es que el gobernador ha demostrado que tiene la capacidad de universalizar el poder, que todos somos su responsabilidad, aun sus enemigos.
La gran y agradable sorpresa ha sido nuestro alcalde. Elegido contra todo pronóstico, contra toda la mala propaganda que en su contra desataron y el descaro de algunos políticos, se está perfilando como un muy buen administrador, con el carisma suficiente para ejercer actos aparentemente represivos en momentos en los que la fuerza se hace necesaria, para preservar el patrimonio colectivo y aun para proteger, aunque suene paradójico, los derechos de los ciudadanos. Ha liderado un buen proceso en la crisis, la gente le cree y lo respeta, y ya Colombia comienza a hablar bien de su joven talento, como el futuro que necesitamos.
Debe haber mucha gente haciendo fuerza para detenerlos; escrudiñando para ver que encuentra y encontrando eco en las terrorías, como llamamos a los organismos de control. Es posible que lluevan las denuncias, demandas e investigaciones contra nuestros gobernantes y administradores. Se ha vuelto normal que grises personajes aprovechen alguna posición para cobrarse antiguos rencores o simplemente para mostrarse como poderosos. Lo cierto es que hay motivos para sentirnos orgullosos de nuestros gobernador y alcalde, de que gracias a ellos Antioquia siga siendo la cuna de las esperanzas nacionales.