La plantilla completa al mando del profesor Reinaldo Rueda tuvo su última práctica en el Atanasio Girardot. Hasta allá llegaron cerca de 7.000 hinchas para alentar al equipo y brindarle su confianza para la final de este domingo.
Desde antes de las 8 de la mañana ya el rumor de hinchada iba haciéndose fuerte en los alrededores del Atanasio. Nacional había permitido desde la tarde del viernes que los aficionados presenciaran la última media hora de práctica antes del decisivo juego ante Cali donde deberá remontar dos goles para salir campeón.
Lo que no se esperaban es que miles de hinchas se volcaran al máximo escenario de fútbol antioqueño para sumar su voz en un objetivo común y decirle al equipo para que no quede duda que la búsqueda de la estrella 16 la harán entre todos. "Traje a mi niña por primera vez al estadio y está feliz. Acá estamos al pié del cañón para demostrarle al equipo que el título lo ganamos entre todos", dijo Mauro Tobón, quien se apostó a un costado de la tribuna Oriental junto con su hija Sarai de 7 años, su sobrino y su esposa.
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La tribuna Sur estaba copada como si se tratara de un partido oficial. En la tribuna, los jugadores trabajaban distendidos mientras el profe Rueda daba alguna indicación y se dedicaba, sobre todo, a observar a sus muchachos. Para él hubo un momento especial que seguramente el técnico vallecaucano sintió en lo hondo de su persona. La hinchada en pleno le pidió que no se vaya de Nacional y mandó un mensaje a los directivos, que claramente escuchó el presidente Andrés Botero, presente en la práctica: "El profe Rueda no se va, el profe Rueda no se va. Un contrato vitalicio para que se quede siempre en Nacional", clamó la hinchada.
Al final, la lluvia llegó pero ni así amainó el aliento de la afición. Terminada la práctica los jugadores se acercaron a Sur para agradecer el apoyo y cada uno recibió del público una ovación; todos, incluso los resistidos por la afición o los que jugaron poco. Un mensaje que llama a la unión de fuerzas. Por que lo que se pretende es una hazaña y eso se logra entre todas las partes: jugadores, cuerpo técnico y los fieles hinchas.
Como niños bajo el agua, todo terminó en un juego; los jugadores se despojaron de todas sus prendas y las obsequiaron al público. Uno a uno bajaron por la zona mixta mojados, sin ropa y felices. Algunos hinchas que se colaron hasta allí con la fe de un encuentro cercano tuvieron su premio: una foto, una prenda sobrante, un abrazo.
Franco Armani, uno de los últimos en ingresar al camerino le dio a un niño un regalo que nunca olvidará: un abrazo. Es difícil saber quién estaba más feliz si el pequeño o su papá.
La multitud se disolvió paciente mientras la lluvia arreciaba en la mañana de sábado. Se marcharon a casa sonrientes, satisfechos. La primera parte de la tarea está hecha; este domingo, cuando la camiseta Verdolaga escurra y la voz retome fuerza volverán nuevamente a buscar ese sueño de la estrella 16 juntos.