Gobierno de Colombia acepta compromiso que divide opiniones, la postulación conjunta con Ecuador y Perú por la sede del Mundial Centenario 2030.
Hace 36 años, como un presagio de esa horrible pesadilla que el país vivió en la siguiente década, el recién iniciado Gobierno de Belisario Betancur Cuartas (1982), le dijo al mundo que Colombia no podía realizar el Mundial de Fútbol de 1986 porque no estaba en condiciones de cumplir las exigencias de la Fifa. Entonces la sede que le había sido otorgada en 1974, se trasladó de urgencia a México, que recién había sido sede de la cita de 1970 y entonces mantenía la infraestructura casi lista.
Pero las escuelas, los hospitales y las carreteras que el Gobierno de Betancur Cuartas interpuso como prioridades para sustentar la dimisión, nunca aparecieron. Es más, el país aún las sigue esperando.
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Esa renuncia casi sobre la hora, sumadas las nuevas y estrafalarias exigencias de Fifa para otorgar las siguientes sedes, parecieron espantar cualquier posibilidad de que Colombia volviera a postularse como anfitrión del evento deportivo más esperado en el mundo, pues más que una oportunidad, la realización de un Mundial se ha convertido en un lujo que pocos países se pueden dar.
Por eso el asombro no fue menor cuando, en su cuenta de Twitter, el presidente Iván Duque publicó un trino anunciando que “Queremos compartir que, luego de hablar con el Presidente de Perú, @MartinVizcarraC, y de Ecuador, @Lenin Moreno, Colombia va a acompañar la iniciativa para que los países andinos nos postulemos como sede del Mundial de Fútbol de la @fifa del año 2030”.
Sí, es verdad. Colombia, Perú y Ecuador entran a la puja por una sede conjunta para el Mundial del Centenario, que ya cuenta con las postulaciones de Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile, por Suramérica; y con las iniciativas de España, Portugal y Reino Unido, por Europa; las dos Coreas, por Asia; y Marruecos, por África.
La propuesta que faltaba para que el país se vuelva a dividir entre el SÍ y el NO, pues hay tantos defensores como contradictores de esta idea.
Entre sus argumentos, los del SÍ alegan que uno no puede renunciar a una fiesta de esa magnitud, porque es una posibilidad de crecimiento, no sólo de imagen ante el mundo, sino en el campo cultural, económico y deportivo. Además, porque como ocurrió con el Mundial de 1986, el dinero que se deje de invertir en este compromiso no se va a destinar a cubrir las necesidades más básicas que hoy agobian a los colombianos: salud, educación y empleo.
Mientras que los del NO insisten, con vehemencia, en que es una ligereza y hasta una irresponsabilidad decirle al mundo que Colombia está en capacidad de cumplir con semejante compromiso, mientras aumentan el desempleo y la inseguridad, escasean las carreteras y la solución al transporte público en las principales ciudades, y sobre todo porque hoy no sabe siquiera cómo resolver el colapso en el que se encuentran muchos de los servicios básicos a causa de la migración venezolana, que tiende a aumentar. De hecho, los más enérgicos discrepantes consideran que la propuesta es sólo un sofisma para distraer la atención ciudadana frente a los complejos momentos que vive el país en materia de justicia, corrupción y narcotráfico, la pesadilla del presente.
Posición que parecen respaldar las exorbitantes cifras de lo que cuesta hacer un Mundial. Brasil, un país futbolero por excelencia, que dispone de modernos estadios, mejor infraestructura vial y hotelera, invirtió más de 11.000 millones dólares para el Mundial 2014; Rusia, un país del primer mundo, se gastó esa misma cifra en el Mundial 2018; mientras que Catar, que no es futbolero, invierte unos 200.000 millones de dólares para el Mundial 2022. Cifras que parecen demostrar que un Mundial no está al alcance de todos los países.
Otra aspiración mundialista
La otra aspiración mundialista de Colombia es la sede del Campeonato Mundial de Fútbol Femenino 2023, que hizo pública la vicepresidenta de la República, Marta Lucía Ramírez, el pasado mes de junio en París.
Pues esa postulación recibió ya el apoyo la señora Brigitte Macron, esposa del presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien en la carta dirigida a la vicepresidenta dejó ver su simpatía y apoyo al ofrecimiento de Colombia.
En esa misiva, la señora Macron dijo que “en lo que concierne a la próxima Copa Femenina de Fútbol, Francia no dejará de destacar la calidad de la candidatura colombiana”.
También resaltó la defensa por la equidad y la importancia de la educación de la juventud colombiana, que impulsa la funcionaria.
“La condición femenina, la defensa de los derechos de las mujeres y la igualdad entre hombres y mujeres, tanto en Francia como en cualquier parte del mundo, son asuntos con los cuales me siento profundamente arraigada”, expresa la nota.
Así es que la Copa América 2020, que Colombia hará con Argentina, será el primer gran paso que se debe dar para intentar las sedes de las grandes citas mundialistas.