Infortunadamente en la medida en que la sociedad avanza ha ido perdiendo el sentido de civilidad, entendida como sociabilidad y urbanidad,
Infortunadamente en la medida en que la sociedad avanza ha ido perdiendo el sentido de civilidad, entendida como sociabilidad y urbanidad, y ganando en la otra acepción, que se refiere, según el RAE a la miseria, mezquindad y grosería. Gran parte de esa “civilización regresiva” se debe a que, el país ha ido cayendo peligrosamente en las mediciones de los rendimientos académicos, cuando sometemos a los estudiantes a las pruebas como Saber, SaberPro y Pisa, porque estas miden el grado de conocimiento, competencias adquiridas durante el proceso de formación, pero no van más allá en indagar como ese ser que está allí es mejor persona, mejor ciudadano.
Medir lo anterior no es malo, porque el conocimiento es una de las aristas de la competitividad de un país, pero, otro factor fundamental es el ser. Los empresarios del siglo XXI se han dado cuenta que los más importante no son los talentos de una persona, sino su integralidad como ser humano, en otra palabra ser persona, porque lo otro, la formación específica se puede adquirir, pero la transformación del ser en su esencia es bastante difícil, y esta solo se logra desde la cuna. Es por ello, que las acciones gubernamentales solas no son suficientes, la integralidad entre familia, institución de formación y sociedad son la base para transformar nuestra sociedad a través de la construcción de cultura ciudadana. El país se mofó de Antanas Mockus cuando en su alcaldía utilizó la estrategia de los mimos en la calle para enseñarle a los habitantes de Bogotá a ser mejores ciudadanos públicos. Hoy, uno conversa con residentes capitalinos y se lamentan que el programa haya sido abandonado por las administraciones subsiguientes.
La baja cultura ciudadana se evidencia por el comportamiento de los personas en la vía pública, cuando en sus vehículos parquean sobre la acera y el peatón debe transitar por la calle poniendo el riesgo su integridad física, o cuando un conductor por no esperar en una intersección se le ocurre “inteligentemente” avanzar y taponarla, obstruyendo la vía para los que van a cruzarla, e igualmente la baja cultura ciudadana se puede observar cuando las zonas públicas son convertidas en basurero o por nuestras acciones de libertad individual se violenta la libertad que tienen nuestros pares, en fin, son innumerables casos en nuestra cotidianidad en la que prima la anticultura ciudadana por ese sentido del “yo-ismo” que caracteriza a la humanidad de hoy.
Para lograr fortalecer la cultura ciudadana es necesario diseñar estrategias de educación, esta proviene de la casa, y de formación, derivada de las acciones de las instituciones educativas, por ello es importante es transformar el ICBF en el Ministerio de la Familia, para que desde allí conjuntamente con el Ministerio de Educación (qué debería denominarse de formación), se diseñen políticas, proyectos y programas conducentes a la educación y formación de la familia y de la persona.
A mis amables lectores, a mis colegas columnistas y los integrantes de esta Casa Periodística mis más fervorosos deseos para que el año 2017 esté lleno de bienaventuranzas. Feliz año.