El chavismo venezolano es una variante más del modelo estalinista, caracterizado por su resistencia y cohesión en las primeras lentas décadas de su ejercicio
La asesoría cubana en materia de represión ha sido determinante para el chavismo. No sólo lo ha vuelto inmune a las arremetidas de la oposición, sino que lo ha restaurado hasta un grado que esta no imaginó cuando vencido el período constitucional de Maduro y escogido Guaidó para llenar la vacante como presidente interino, el ejército (que es quien sostiene al chavismo por andar desde un comienzo mezclado hasta el tuétano en la corruptela que corroe al régimen y todo su andamiaje) se negó a intervenir para restablecer la legalidad.
No olvidemos que lo que perpetúa o torna invulnerable una dictadura de corte marxista, o neomarxista, es la fuerza pública y los aparatos que la secundan haciendo el trabajo sucio, como en el caso de los llamados “colectivos” en Caracas.
La sagrada institucionalidad que tanto se pregona (el congreso, las cortes, el tribunal electoral, etc.) sirve de excusa, le lava la cara y legitima la represión, hasta donde la población le cree, de la misma manera que la Santa Inquisición en la edad media invocaba a Dios mientras en su nombre torturaba y eliminaba a los réprobos, lo que tranquilizaba en parte a la feligresía y de paso la acababa de prosternar y someter por el miedo y el terror que amedrentan y reducen silenciando y castigando el disenso y la inconformidad.
La cárcel, el asesinato subrepticio, o ejecutado a plena luz del día para que todos lo vean y asimilen la lección correspondiente; el destierro, y el extrañamiento al estilo siberiano aunque sin nieve; el espionaje fomentado entre los vecinos que sapean y reciben por ello la recompensa con que se paga la lealtad; la mordaza y la censura editorial y de prensa; el hostigamiento y persecución laboral y la consiguiente privación del mínimo indispensable para la subsistencia enumerado en la consabida y denigrante libreta de racionamiento que se le da o se le niega, según el caso, al ciudadano o familia conminados a cooperar con la autoridad. Y lo opuesto también: el empleo, prerrogativa mal remunerada dentro de la miseria y escasez reinantes; los cupos en la universidad, etc. Estos y aquellos son algunas de las modalidades acostumbradas del castigo o del premio que ciertas satrapías abiertas o disfrazadas le tienen reservado a los asociados para asegurar su silencio y resignación.
Pero los regímenes totalitarios de índole comunista o próximos a ello son mucho más estables y duraderos. Yo diría que duran el doble y hasta el triple de lo que aguantan los de derecha o neofascistas. Por ejemplo, las dictaduras europeas de Oliveira Salazar en Portugal y Franco en España se sostuvieron en pie alrededor de cuarenta años mientras que las soviética, china y coreana las doblaron o doblan en el tiempo y algunas de ellas, lejos de caer, se transfiguran mientras los respectivos países progresan. En América Latina las más largas que conocemos son las de Juan Vicente Gómez en Venezuela, Stroessner en Paraguay, Duvalier, Trujillo y Somoza en las repúblicas bananeras de Centro América, ninguna de las cuales alcanzó la longevidad de la cubana castrista que ya ajusta siete décadas. Tamaña diferencia ¿cómo se explica? Pues porque los mecanismos de control y represión, según está demostrado, son más sutiles y por ende más eficaces.
El chavismo venezolano entonces, cada vez más copiando del régimen cubano, es una variante más del modelo estalinista, caracterizado por su resistencia y cohesión en las primeras lentas décadas de su ejercicio. Luego entraré más en los detalles y tonalidades de este fenómeno que se originó en la Rusia zarista de 1917 y terminó involucrando solo allí a más de tres generaciones. Para que la erosión tarde el miedo y la coerción son el método infalible y ya probado.