El Presidente de Estados Unidos ha amenazado con retirar al país del acuerdo si no logra una mejora sustantiva en el déficit fiscal frente a sus socios del acuerdo.
Este viernes 17 se espera que los representantes de México, Canada y Estados Unidos vuelvan a la mesa de negociaciones para actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (Tlcan o Nafta en inglés), el área más grande de libre comercio del mundo con un movimiento de US$1,2 billones anuales, en lo que se espera será otro “tour de force” con la mayor potencia del mundo por un lado, con el discurso antiglobalización de Trump que quiere desmontar parte del tratado, y los otros dos socios más pequeños por otro, que solo desean una actualización a los nuevos tiempos.
A mediados de octubre se celebró una complicada cuarta ronda de negociaciones, que se cerró sin avances. Según la agencia EFE, entre las exigencias de Washington que lo impiden están su solicitud de aumento de las cuotas de productos fabricados en Estados Unidos conocidas como “reglas de origen”, especialmente en el sector del automóvil, una de las piezas claves del pacto comercial. Asimismo se destaca la cláusula “sunset”, que obligaría a revisar el tratado cada cinco años y haría que quedara suspendido si alguno de los tres miembros no estuviera de acuerdo en extenderlo.
Para entender el problema de las reglas de orígen vale la pena un ejemplo. Los autos ensamblados en México pueden venderse a Estados Unidos sin arancel siempre que tengan más del 62,5% de las piezas hechas en cualquiera de los tres miembros. Pero ahora los negociadores estadounidenses quieren que ese porcentaje suba a 86%, y que de esa cifra, un 50% sea fabricado en su país, algo que los fabricantes consideran imposible si se quieren mantener los carros a un precio competitivo dado lo costoso de la mano de obra estadounidense.
Definitivamente los números muestran que la interdependencia de las tres economías es importante (ver gráfico) pero sobre todo con relación a Estados Unidos.
La negociación ha traído preocupaciones en los distintos involucrados dado que las declaraciones públicas de los negociadores estadounidenses y del propio presidente Trump hacen ver que si este gobierno no queda complacido con lo acordado, estaría dispuesto a abandonar el Tlcan. Pero curiosamente muchas de esas preocupaciones son al interior de la propia potencia.
Por ejemplo, según EFE el secretario (ministro) de Agricultura de EE.UU., Sonny Perdue, afirmó que está trabajando con el Gobierno y el Congreso para un plan de contingencia que proteja a los ganaderos y agricultores en caso de una salida, ya que esto podría tener “algunas trágicas consecuencias” para sus productores, quienes además son de los sectores de la economía estadounidense más beneficiados.
Sin embargo los consultados creen que es poco probable que se diga adios al Tratado. Para el economista y catedrárico de historia económica de Eafit, Luis Guillermo Vélez, “una cosa es el discurso que se hace en una situación electoral y otra cosa son las negociaciones efectivas”, por lo que espera que reine la sensatez.
Y es que para el académico, Estados Unidos podría ser muy afectado si se rompiese el tratado, y aunque México puede sentir el efecto ya es una economía muy sólida, y tiene tratados de libre comercio con 40 países más. “Tendrán que acomodarse, pero no creo que sea el fin del mundo, que no tengan margen de negociación”.
Ahora, aunque Vélez confía en los asesores de Trump, a la vez acepta que hay un enfoque conceptual equivocado. Uno de ellos es el del déficit comercial, referido a cuando un país le compra a otro más de lo que le vende, lo que para Estados Unidos es un problema crónico con China, y sus socios del Tratado, pero no con muchos países.
Por ello Vélez es definitivo: “Un país tiene déficit comercial con uno y con otro tiene superavit. Pero uno no puede pretender tener superavit con todos”.
Al otro lado de la frontera
Mónica Flores, presidente de la Cámara de Comercio Mexicano Americana (Amcham), explica que ni a México ni a Estados Unidos les conviene retroceder en lo que ha representado el Tratado de Libre Comercio. Y recuerda que el esquema genera seis millones de empleos en el segundo y que a diario cruzan US$1.400 millones en productos entre los dos países.
Incluso, recuerda que muchas inversiones estadounidenses están en empresas mexicanas, y son responsables de 30% de los trabajos en su vecino del sur.
Flores está totalmente de acuerdo en que hay que renegociar el Tlcan, pero en aquellas cosas que se deben modernizar con los tiempos, como lo referido a las nuevas tecnologías (derechos digitales, comercio electrónico) que un tratado negociado en 1994 no podía prever, ya que no se vislumbraba en toda su dimensión plataformas como Facebook y Youtube, por poner un ejemplo.
Sobre el pretendido déficit de Estados Unidos en relación a México, es clara al recordar que el mayor déficit lo tiene aquel país con China.
Por su parte, Canadá ha hecho frente común con México en la necesidad de modernizar el tratado mas no afectar lo esencial. Incluso, han planteado hacer modificaciones pero para mejorar los derechos laborales, aspecto en el que tienen fortalezas, no así sus vecinos. Ya el primer ministro de ese país, Justin Trudeau, ante el Senado Mexicano a mediados de octubre dijo: “Estándares laborales progresivos son la forma de asegurarnos que un Tlcan modernizado no solo fortalezca un comercio libre y justo, sino que también disfrute de un apoyo popular duradero”.
¿Posición indeclinable?
Robert Lighthizer, principal asesor comercial del presidente Trump, ha sido enfático en la última ronda de negociación: “El Tlcan ha resultado en un enorme déficit comercial para los Estados Unidos y nos ha costado decenas de miles de trabajos manufactureros. El acuerdo se ha vuelto muy desequilibrado y debe ser reequilibrado. Por supuesto, tenemos un déficit comercial de quinientos millones de dólares. Entonces para nosotros, los déficits comerciales sí importan. Y tenemos la intención de reducirlos”. Y más adelante remató: “El presidente (Trump) ha sido claro en que si vamos a tener un acuerdo en el futuro, debe ser justo para los trabajadores y las empresas estadounidenses que emplean a nuestra gente en casa”.
Pero en el mismo Estados Unidos hay gremios como el automotriz que han movido sus influencias para hacer presión y evitar una renegociación que afectaría no sólo sus ganancias en México, sino en su propio país de origen.
Habrá que esperar qué pasa en la próxima ronda de negociación, pero los analistas son pragmáticos y creen que el Tlcan seguirá. El profesor Vélez considera que “el tratado se va a poder renegociar y habrán algunos cambios que le den satisfacción a Estados Unidos, pero creo que se va a mantener. Sobre todo gracias a que Canadá y México han logrado pararse de frente a las pretensiones de Washington”. Igual de optimista es la presidenta de Amcham, quien apuesta a que el tratado se modernice y actualice, pero no obstaculice el intercambio comercial logrado hasta ahora.