Méjico y Colombia

Autor: Jorge Mejía Martínez
4 julio de 2018 - 12:08 AM

Méjico será el referente que esperamos en Colombia para que la lucha contra la violencia, la pobreza y la desigualdad, no sigan siendo tareas aplazadas

Andrés Manuel López Obrador, Amlo, ganó sobrado la elección presidencial en Méjico con la consigna de la revolución. Ante la acusación de los opositores de ser castro chavista, la respuesta del ganador fue invitar a la transformación del país con “amor y esperanza”. No funcionó el recurso del miedo y el temor a López Obrador, quien sí supo contagiar de fervor a la mayoría de mejicanos con las banderas de la lucha contra la corrupción, la violencia y la inclusión.      
En su discurso nocturno del domingo, luego del triunfo, prometió “La transformación consistirá básicamente en desterrar la corrupción de nuestro país… erradicar la corrupción será la misión principal, y todos serán castigados, incluyendo “compañeros de lucha”.

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La jornada electoral fue una de las más violentas de la historia, y si se compara con las elecciones de 2015 cuando hubo 21 asesinatos contra políticos, ahora fueron 136 los dirigentes asesinados. Hasta la semana pasada, al menos 243 candidatos habían pedido seguridad en sus campañas políticas por temor a su integridad física, de acuerdo con autoridades locales y federales. Se registraron 581 agresiones contra políticos del 8 de septiembre de 2017 al 29 de junio. Méjico tuvo más de 25.000 homicidios el último año en medio de una violencia cuyos protagonistas fueron el narcotráfico y el paramilitarismo.
Para el New York Times se abrió una era histórica para Méjico. 
El panorama actual del país centroamericano es muy similar al que teníamos hace 16 años luego del gobierno de Andrés Pastrana: una aguda crisis de liderazgo institucional. Nosotros recurrimos a un líder de mano dura desde la derecha, mientras los manitos recurrieron a un líder desde la izquierda. A Pastrana los colombianos le cobramos la silla vacía del Caguan y a Peña Nieto los electores le pasaron cuenta de cobro por su pusilanimidad frente a Trump. Para un crítico recurrente de López Obrador, el escritor e historiador Enrique Krauze: “Frente a un gobierno estadounidense que ha perdido la brújula moral, México puede volverse el emblema de un desarrollo con paz y justicia social, conquistado no por métodos autoritarios sino en el marco de un moderno Estado de derecho, respetuoso de las instituciones civiles, las leyes y las libertades”.
La propuesta económica del candidato ganador de izquierda, sin pena para presentarse como un revolucionario, no contiene nada que huela a trastocar el modelo vigente, o la propiedad privada, expropiaciones o nacionalizaciones. En función de atacar la pobreza se propone dinamizar la actividad productiva, diversificar la economía e invertir en infraestructura, y actuar con total austeridad, tal como es su vida personal, lo cual despierta confianza plena en la gente, tal como ocurre con otro personaje reconocido en la región, José Mujica, de Uruguay.   
López Obrador triunfó al tercer intento como cabeza de una coalición nacional cuyo eje era su partido Morena, nuevo en un escenario de larga hegemonía del PRI. El respaldo electoral recibido fue abrumador por la masiva participación popular y por la composición del nuevo congreso nacional con un 70% afecto a las fuerzas cercanas al ganador. O sea que la izquierda mejicana tendrá carta blanca en el legislativo para demostrar que, desde la legalidad, sí es posible gobernar en función de la inclusión social, la paz que produce la seguridad y la anti corrupción.   
Méjico será el referente que esperamos en Colombia para que la lucha contra la violencia, la pobreza y la desigualdad, no sigan siendo tareas aplazadas por el manido recurso de los defensores del inequitativo statu quo a utilizar, como arma electoral, el miedo disfrazado de castro chavismo o el madurismo de Venezuela, con lo cual se distorsiona el necesario debate público.   

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PD: La tarea transformadora en Colombia es mayor por el reto que implica reducir la vergonzosa inequidad expresada en cifras de la Ocde, como que una familia pobre se demoraría 11 generaciones para obtener el ingreso promedio en el país y que el 1% de la población más rica posea el 80 % de las tierras en Colombia.

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