Recuerdo que el profesor argentino preguntaba: ¿dime porque matarías y te diré quién eres?, yo lo reformularía diciendo (pensando en Butler), si quieres saber quién eres hazte esta pregunta: ¿dime qué vidas perdidas lloras y cuales crees que no merecen ser lloradas?
El análisis de la violencia presenta un problema fundamental que tiene que ver con el hecho de que dentro de dicho marco caben tanto las manifestaciones intimas y de corto efecto como una cachetada, así como las manifestaciones más organizadas complejas y de larga duración como las guerras. Esto retomando las ideas de Randall Collins, pues, pensar los fenómenos violentos entraña un primer problema que tiene que ver con las categorías y marcos que se usan para pensar en sí misma la cuestión. Este abanico tan amplio de opciones hace que se terminen denominando con las mismas palabras a cosas y acciones que entre sí, parecieran no tener ningún vínculo.
La inclusión de nuevas categorías dentro de la violencia amplifica las líneas de análisis. La comprensión de la violencia ya no es solo un asunto referido a sucesos físicos, sino que al incluirse las nociones de violencia estructural y violencia simbólica el campo se abre y emergen otras formas que antes pasaban desapercibidas, o simplemente no se consideraban violentas. Entonces, de repente, una mirada muy fija en el espacio público, quizá, intuida como lasciva, se constituye en una manifestación violenta, a la luz de ciertos marcos conceptuales.
El filósofo coreano Byung Chul Han, plantea que la naturaleza de la violencia es proteica, es decir, que no desaparece, solo cambia constantemente de forma. En los últimos años, ha pasado de ser una expresión exterior, pública y física; a ser más invisible, íntima y psíquica. Es un desplazamiento del fenómeno, que va del centro, a los márgenes. En términos del autor, de la sociedad soberana, pasando por la sociedad disciplinaria, hasta llegar a la sociedad del rendimiento o de la auto explotación (la actual), donde los individuos ya no dirigen su violencia hacia el exterior sino contra sí mismos, lo que a la postre se traduce en una ampliación de las patologías mentales tales como el burnout y la depresión. “El proyecto se revela un proyectil, que el sujeto de rendimiento dirige contra sí mismo” (Han, 2016: 21).
Norbert Elias ya había llegado a puntos similares, al afirmar que el proceso civilizatorio europeo implicó el aumento de la hetero-coerción y la autocontención. Proceso en el cual los sujetos presentaron un aumento en el umbral del pudor. De alguna forma la civilización en la mirada de Elias entraña menos violencia en las relaciones sociales y mayor violencia psíquica. Es decir, mayor seguridad, pero menor felicidad. Steven Pinker retomará esa idea de Elias para argumentar que la humanidad es cada vez menos violenta (físicamente hablando), si lo analizamos en largos periodos históricos y a partir de la revisión de las tasas de homicidios.
El profesor argentino Sergio Tonkonoff, quien dictó un seminario sobre la violencia en el programa de Ciencia Política de la Universidad de Medellín, afirmaba que la violencia es un criterio que permite entender los valores grupales. Toda vez que la acción política es la acción de producir esos valores compartidos y sacralizados. Lo que está en juego es la delimitación de lo sagrado. Cuando rechazamos algo como violento, estamos diciendo lo que no somos y lo que no queremos ser. Para él, la violencia no tiene esencia, cada pueblo define lo que es violento, a partir de las prohibiciones establecidas. Todos los grupos producen un exterior radical, cada cultura determina lo que es la violencia en un determinado tiempo y espacio. Es una definición social que pone límites, afuera de estos límites está el caos. Lo más importante de la lucha contra la violencia no es su reducción, sino la definición de lo que somos. Lo malo no es generar violencia, sino generar actos violentos “contra los nuestros”. Ya que los otros, desde esta perspectiva son sacrificables.
¿Pero quiénes son los nuestros?, ¿Quiénes son los otros?
Recuerdo que el profesor argentino preguntaba: ¿dime porque matarías y te diré quién eres?, yo lo reformularía diciendo (pensando en Butler), si quieres saber quién eres hazte esta pregunta: ¿dime qué vidas perdidas lloras y cuales crees que no merecen ser lloradas?