Lo único nuevo es que comenzaron a aparecer a manera de señalización, en el centro, unas bicicletas pintadas en las calles.
Si algo hay que esperamos de la nueva administración de la ciudad es la garantía del derecho ciudadano de locomoción. Esto tiene que ver con dos aspectos fundamentales, dirigidos ambos a la preservación de la integridad física de las personas. El uno es el poder circular por andenes y espacios públicos con cierta holgura. El alcalde anterior gastó ingente sumas de dinero en lo que él llamó recuperación del centro. Pero era preferible (para el erario local y para el público) que nos dejaran lo que había pero que pudiéramos caminar. Ese es el sentido de hacer y mantener andenes, no dejárselos a la informalidad.
La informalidad está por fuera de la ley y quien la fomenta o permite, siendo autoridad, también. La municipalidad ha ido permitiendo inveteradamente el cambio imperceptible del uso de lo que se concibió como vías para la circulación de vehículos, en espacios donde el comercio improvisado ha ido poniendo carretas, carpas y casetas. ¿Dónde quedaron las normas de planeación que sirven de fundamento para el desarrollo urbano de la ciudad? ¿Dónde está en Concejo preguntando, por ejemplo, porque la glorieta del TPTU es hoy un gran restaurante al aire libre, y quien dio el permiso para el cambio?
El otro lado del problema es el de la capacidad de las vías para albergar la cantidad de vehículos que tiene la ciudad. La movilidad vehicular es un caos, cientos de buses sin pasajeros circulan todo el día sin que haya quien los meta en cintura, los semáforos son adornos como los arbolitos de navidad, la internacional infracción de invasión de cruces aquí es letra muerta. Para rematar, el alcalde que recién dejó el cargo nos redujo las vías para solaz de las bicicletas y llenó la ciudad de grandes telones que cubren una obras de dudoso beneficio. Aquí, además, cualquiera puede cerrar una vía, cualquiera puede regular el tránsito.
Llevamos ya tres semanas de la nueva administración y la ciudad no parece haber salido de la incompetencia de la anterior. Lo único nuevo es que comenzaron a aparecer a manera de señalización, en el centro, unas bicicletas pintadas en las calles. El nuevo alcalde, que constituye una luz de esperanza, debe entender que no son suficientes los títulos para ser autoridad de tránsito, ni que todo lo que se aprende en el extranjero es útil. Hay que conocer la ciudad, caminarla y sentirla, pero sobre todo amarla. Los tacos en el centro, en Las Vegas, en Laureles o El Poblado atentan contra la seguridad de las personas y hay que solucionarlos.
Lo de peatonalizar la ciudad para el bienestar de sus habitantes, ha sido solo un sofisma para contratar obras carísimas de demolición y construcción de nuevos andenes. Las obras publicas solo pueden tener el sentido de generar comodidad a las personas, abrir nuevos caminos y condiciones para la paz. A lo mejor es muy poco el tiempo que lleva el doctor Quintero como alcalde, pero es hora de que comencemos la nueva era del progreso, para lo que hay que tener talento y enjundia, pues los diagnósticos están hechos. Ahora hay que saber para que van a servir los once mil millones de pesos que costó el nuevo parque de Bolívar.