Al obispo de Roma lo acogieron 341 parroquias, 834 sacerdotes y 2.945 religiosos registrados en Medellín y más de un millón de feligreses que lo escucharon extasiados.
Medellín le cumplió al papa Francisco al salir a recibirlo en masa y confirmar que es una de las urbes más devotas del país, cuando se volcó al aeropuerto Olaya Herrera para acompañarlo en su misa campal. Y es que más allá de las 341 parroquias, 834 sacerdotes y 2.945 religiosos registrados en Medellín, al obispo de Roma, lo acogieron más de un millón de feligreses que lo escucharon extasiados.
No hubo manera de que los "paisas", como se le conoce a los nacidos en el departamento de Antioquia, dieran paso atrás. Primero vencieron las largas filas para entrar, luego derrotaron el sueño al pasar la noche en vela y, por si fuera poco, hicieron caso omiso del torrencial aguacero que se desgajó sobre la ciudad de la eterna primavera antes de que Francisco celebrara la misa campal.
Tampoco se movieron de los pedazos de tierra que hicieron suyos en el Olaya Herrera cuando se enteraron que el sucesor de Pedro en la Tierra no iba a llegar en helicóptero sino por vía terrestre salvando una carretera llena de curvas, lo que implicó más tiempo de espera. Inicialmente estaba previsto que tras su salida de Bogotá el sumo pontífice, que nació en Buenos Aires en 1936, llegara a la Base Aérea de Rionegro y de allí saliera en helicóptero al aeropuerto Olaya Herrera, pero el mal tiempo hizo que el papa hiciera ese trayecto por tierra. Al fin y al cabo una horas más no eran mucha espera si se tiene en cuenta que hacía 31 años un papa no visitaba esta ciudad.
En aquel entonces, cuando el hoy san Juan Pablo II la visitó, Medellín no sufría por su aire contaminado, ni padecía el caos de la movilidad, problemas que hoy son retos en esta urbe de casi tres millones de almas. "Vinimos desde Tumaco, Nariño (frontera con Ecuador) a ver al papa", dijo Julio Bacca, quien añadió que es "un privilegio para nosotros que el representante de Dios en la Tierra y sucesor de Pedro nos visite a esta bella ciudad de Medellín".
A él, como a otros asistentes a la misa campal, no le importó el largo viaje que tuvo que hacer porque lo hizo exclusivamente "para ver al papa", a quien le pidió que bendijera a Colombia en el propósito de la paz.
A Abel de Jesús Álvarez se le entrecorta la voz a la hora de expresar su admiración por Francisco: "lo admiro mucho, lo admiro mucho y creo que el Santo Padre nos da muy buenas enseñanzas" y confió en que su presencia en Colombia ayude a "impulsar la paz que necesitamos en este país". Además aprovechó para pedir por su salud y la de su familia porque no todos los días se tiene a un papa tan cerca y menos a uno que habla en español.
Pero a la gran eucaristía no solo asistieron personas mayores sino que hubo otros más pequeños, como el caso de Carlos Miguel Isacaz, de 10 años, quien llegó desde el sur del país y le pidió al Vicario de Cristo que "rece por mi familia, porque a veces mi familia toma mucho". Al igual que en las otras misas campales, Francisco se mostró cercano a la gente, a la que saludó desde el papamóvil cuando hizo el recorrido por el Olaya Herrera antes de la eucaristía.
Incluso lució algún tiempo un sombrero aguadeño, tradicional del centro del país, y también recibió de las manos del alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, las llaves de la ciudad, al igual que un carriel que junto con las coloridas silletas de flores son los símbolos del campesino de la región. Al final, en medio de la emoción y en donde incluso hubo lágrimas y gritos de "queremos ver al papa", terminó la misa campal en la que Medellín expresó, como nunca, su fervor por Francisco que mañana terminará en Cartagena de Indias su visita de cinco días a Colombia.