Mayor la demora, peores las consecuencias

Autor: Manuel Manrique Castro
15 enero de 2020 - 12:00 AM

Tenía 11 años y era de Saltillo, México. La semana pasada, arma de fuego en mano, mato a su maestra e hirió a seis compañeros antes de suicidarse. Vestía camiseta con el nombre del video juego Natural selection.

Medellín

Todo cambio trae desconcierto inicial y su impacto depende de cómo lo asuman los destinatarios. Cuando la mudanza involucra a toda la población e implica asimilación de conocimientos, reajuste de actitudes y adopción de nuevos comportamientos, el proceso se hace más desafiante y sus consecuencias previsiblemente duras.  Mucho más difícil deviene la orientación de su existencia en sentido favorable para el bienestar colectivo.  El salto que enfrentamos a raíz de la llegada de los aparatos interactivos tiene múltiples vallas.

No sólo hay disponibles cientos de opciones, cada vez más adecuadas a la condición económica de los potenciales compradores, sino que, mientras tiene lugar el actual y eufórico festín comercial, la innovación tecnológica, potenciada por la inteligencia artificial, no se detiene y asistimos así a una nueva versión de aquella carrera donde el conejo nunca alcanza la zanahoria.

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La fiebre actual viene de cuando los smartphones empezaron multiplicarse en los mercados del mundo. Desde entonces vivimos una vorágine que tiene en la niñez su pagana más indefensa. Para los padres jóvenes fue una supuesta bendición porque, de un día para otro, encontraron la distracción ideal para sus hijos: los hacía más inteligentes, los preservaba de cualquier riesgo y a ellos los eximía de la exigente tarea de entretenerlos.

Bastaron unos años para que, como resultado del trabajo de acuciosos investigadores, el relumbrón inicial se apagara dando paso a revelaciones contundentes.  La entrega indiscriminada y comodista de dispositivos electrónicos a niños, desde sus primeros meses de vida, tiene consecuencias graves. La recomendación más reciente de las sociedades pediátricas del primer mundo es que ningún dispositivo antes de los 5 años, menos aún los carritos de bebé que ya vienen con pantalla incorporada.  

Los estudiosos sostienen que la dopamina producida por el estímulo de los juegos, en el móvil o la tableta, equivale a un golpe de droga sobre el cerebro infantil que, a ese paso, se tornará adicto sin posibilidad de conciencia sobre lo que representa para el resto de su vida.  Bajo esas circunstancias su desarrollo psíquico y emocional se verá seriamente comprometido. Dopamina sí, la que produce el juego y la estimulación positiva de las neuronas cerebrales, no aquella que las inutiliza.

La sobreexposición digital a las pantallas los vuelve ansiosos, incapaces de interactuar, poco empáticos, duermen mal y por tener poca actividad física se tornan obesos. El malhumor y el retraimiento se hacen signos distintivos, rinden poco o fracasan en la escuela. Todo lo anterior sin contar los daños físicos producto del ojo seco o el efecto de la radiación electromagnética sobre el cuerpo, cuyo impacto aún no se ha dimensionado con precisión. 

Si los papás o los adultos que tienen a su cargo niños supieran que este es el efecto de la interactividad digital, serían incapaces de poner ese equivalente de una droga en las manos de sus hijos.  Lo ocurrido la semana pasada en Saltillo, México, cuando un niño de 11 años, con arma de fuego en mano, mató a su maestra e hirió a seis compañeros antes de suicidarse, es una trágica alerta sobre el peligro que circula indiscriminadamente por los hogares del mundo. José Ángel, el autor de los disparos, vestía una camiseta con el nombre del video juego Natural selection.

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Cuando fumar era glamoroso, especialmente para las mujeres, la publicidad de la época las mostraba con un cigarrillo en la mano incluso cuando estaban en embarazo. Bastó la evidencia científica del impacto dañino de aquel hábito sobre el bebé en gestación, para que esa práctica fuera abandonada. Hoy son raros los casos de mamás que se atreven a fumar durante aquellos meses.  El conocimiento y la sanción social, basada en la ciencia, hicieron su trabajo.

A eso mismo deberíamos llegar con los aparatos interactivos porque, de otro modo, dentro de poco lamentaremos sin remedio las consecuencias de no haber actuado a tiempo. Se trata de un desafío de salud pública tan severo o mayor que el alcoholismo, la drogadicción o la contaminación ambiental.  Se hacen urgentes respuestas efectivas y oportunas de parte de las autoridades, empresas, instituciones educativas, familias y en especial los padres,  para cerrarle el paso a la permisividad actual.  Sólo así podremos prevenir la llegada de generaciones dañadas e incapaces de ejercer su potencial y capacidades humanas.

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