Sus travesías geográficas e intelectuales forjaron hechos y tendencias que modelaron el siglo XX, con resonancias hasta estos días.
Este 5 de mayo habrán transcurrido dos siglos desde el nacimiento de un personaje que modeló los cursos de la historia contemporánea. Con abuelos rabinos por ambos lados, sus travesías geográficas e intelectuales forjaron hechos y tendencias que modelaron el siglo XX, con resonancias hasta estos días. Apunto a Karl Marx.
Este inquieto pensador e ideólogo se inició en la filosofía con una tesis doctoral sobre Epicuro y Heráclito, pero desde aquí bien rápido se enredó en las pugnas ideológicas y políticas de la Europa cuando este continente experimentaba los contradictorios resultados de la primera revolución industrial. Acuñó y trabajó conceptos que no han perdido actualidad como dialéctica, plusvalía, alienación, la dictadura del proletariado, el fin de la Historia, conceptos que constituyen guiones y temas infaltables en cualquier estudio de la condición contemporánea. Quien los descarte o subestime conocerá dificultades para descifrar la evolución y los dilemas de múltiples países y regiones, desde Rusia a China, desde Israel a Cuba. Para algunos Marx es una figura casi endiosada; para otros es la síntesis del Mal. Referencia ineludible en cualquier caso.
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No faltan biografías de desigual nivel e intenciones. Por ejemplo, el retrato enhebrado por Isaías Berlín da cuenta prolijamente de los encuentros dialécticos de Marx con múltiples intelectuales que interpretaron el siglo XIX europeo, y, en particular, con Engels quien fue su colega y su respaldo financiero hasta el fin de sus días. Sostenía entre otras premisas que la revolución del proletariado habrá de cristalizar en países como Inglaterra y Alemania después de agotar todas las posibilidades expansivas del capitalismo. Se equivocó. Por un vuelco irónico de la dialéctica tal giro habrá de verificarse en un país que representaba en el siglo XIX la arbitrariedad y el atraso: la Rusia zarista. Errónea apuesta fue la suya que sin embargo de ningún modo cancela o reduce su amplia y revolucionaria visión.
Para sus rivales y enemigos, el origen judío explicaba el carácter torcido y malévolo de sus planteamientos. Uno de sus biógrafos- Franz Mehring- subraya que la circuncisión no sólo delataba su origen; habría determinado las filosas ambivalencias que su prédica suscitó en múltiples ambientes. Para no pocos fue la criatura extraña, el otro. Y cuanto tal revela vínculos y afinidad con celebrados personajes de igual origen – Freud, Einstein – que han modelado el carácter y el rumbo de los hallazgos e ideas que modelan la actual sociedad.
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Su gravitación en América Latina se ha revelado con múltiples nombres y planteamientos tanto en núcleos universitarios como en organizaciones políticas. En no pocos casos sus seguidores conocieron el destierro y la cárcel. Y otros lo adoptaron como bandera y símbolo de un renacer social y nacional. Sin su presencia muy pocos capítulos de la historia contemporánea son comprensibles.
Han transcurrido dos siglos desde su nacimiento. Un extenso lapso para las criaturas que viven hoy sólo en el presente. Sin embargo, las luces y las sombras inherentes a los resultados de su prédica gravitan incluso entre aquellos que lo ignoran.