Es necesario que las directivas tomen los correctivos del caso y que los futbolistas adquieran conciencia de que su principal misión es llevarles alegría a los parciales de un equipo
Se ha vuelto costumbre en el fútbol profesional la conformación de sindicatos de futbolistas que tiene por objeto sacar a los técnicos que les resultan incómodos por cualquier circunstancia. Aquí sacan a un técnico exigente, allá uno para poderle abrir campo a algún compadre de los futbolistas que quiere encontrar trabajo a costa del de su compañero de profesión. Son pues variadas las razones que mueven a los futbolistas a formar mangualas para hacerles cajón a sus entrenadores.
Esa perniciosa costumbre, en ocasiones aupada por barras y directivos de los equipos, está dando al traste con la disciplina que debe regir en estas instituciones y lleva a que los técnicos exigentes o desaparezcan del escenario o tengan que plegarse a los dictados de sus dirigidos, lo que en cualquier caso es una calamidad para el fútbol profesional.
Pero si existen sindicatos para quitar técnicos, también surgen para sostenerlos. Lionel Messi reclamaba esta semana que Ernesto Valverde Tejedor, su entrenador, debía seguir. Es muy usual que esos jugadores de renombre no requieran de armar sindicatos para quitar o poner entrenadores y que sus condiciones de excepcionales futbolistas los lleven a valerse por sí mismos y a exigir sin requerir compañeros.
Existen equipos, donde jugadores mañosos, con liderazgos dudosos, que se perpetúan en ellos, viven en permanente inestabilidad y los técnicos desfilan sin que alguno de ellos pueda sostener un proceso serio y estable. Es increíble que los directivos de los equipos y de las organizaciones que los dirigen poco o nada hagan por extirpar el mal. El futbolista puede y debe agremiarse para defender su profesión, para exigir mejoras salariales y estabilidad en su trabajo y aun para presionar la salida de un técnico irrespetuoso, acosador, violador de sus derechos fundamentales, pero hacerlo por simple gusto o para pedir que no se imponga disciplina o que no se cumplan las normas o para que se saque a un entrenador para que pueda entrar el que ellos quieren es un despropósito que todos los días habla mal de un deporte que siguen multitudes.
Las barras de los equipos, como promotoras de apoyos y motivadoras, son bienvenidas. Los equipos las requieren y ellas les dan colorido y alegría a los partidos de fútbol. Pero no puede suceder que ellas también se conviertan en grupos de presión para que los directivos hagan o tomen las decisiones que ellas quieren. Hace unos pocos días, un programa radial, relataba que una poderosa barra del Independiente Santafé había pedido la salida de nueve de sus jugadores y que días después la directiva había salido de diez, donde se encontraban todos los del listado de la barra. ¿Coincidencia? ¿Sumisión? Vaya uno a saberlo.
Es necesario que las directivas tomen los correctivos del caso y que los futbolistas adquieran conciencia de que su principal misión es llevarles alegría a los parciales de un equipo y no parar su actividad para lograr otros objetivos.
Cualquier parecido …