Machuca

Autor: Diana Sofía Giraldo
21 octubre de 2019 - 12:04 AM

Pintaron de colores las piedras que sacaron del río, el mismo que propagó el incendio, las marcaron con los nombres de cada uno para recordarlos a todos.

Bogotá

El 18 de octubre se conmemoraron 21 años del atentado al oleoducto de Machuca, cometido por el Eln, donde murieron incineradas 84 personas, entre ellos los tres hijos y el esposo de María Cecilia Mosquera, la líder indiscutible de este corregimiento del municipio de Segovia, en Antioquia

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Pero ¿de qué sirve conmemorar año tras año un aniversario más? Sirve para recordarnos, como país, que el duelo por esa comunidad está vivo. Se congeló en el tiempo y la anunciada reparación aún no llega. Sigue siendo una figura ajena y lejana. Una figura propagandística acuñada para la historia en la frase: “Las víctimas están en el centro”.

 ¿Cuáles víctimas están en cuál centro? ¿En el centro de quién? Los que deberían defender sus derechos, como algunos sectores de la Iglesia, están demasiado ocupados “justificando” al Eln.

Tras 21 años, ¿qué pasa con la población? Algunos, como María Cecilia, se empoderaron y lideran ellos mismos los actos de memoria para recordar a los suyos, a los hijos que parió y se consumieron en las llamas, y también a los hijos de los otros habitantes de Machuca.

Por estos días andan indignados. No quieren saber de nadie. Preparan su propio homenaje a las almas que partieron en medio de gritos de horror. Pintaron de colores las piedras que sacaron del río, el mismo que propagó el incendio, las marcaron con los nombres de cada uno para recordarlos a todos: a Mayra con el color naranja, a Jonathan con el amarillo, a Manuel con el rojo… y así sucesivamente hasta llegar al alma 84 y construir, con todas ellas, un muro.

Es un homenaje multicolor, lleno de luz, para recordarlos en vida. Lo que cada uno de los ausentes significó para los suyos. María Cecilia, quien aprendió sobre duelo en los Hospitales de Campo, recordará a sus hijos “corriendo por las calles de Machuca, con luz, con alegría, con color”. Ellos ya no están, pero no se han ido, mientras los sigan recordando en el mural que quedará en el corazón del pueblo y en una gran cruz iluminada, en lo alto de la montaña, en el mismo sitio donde “volaron el tubo”…

¿Qué significan esas 84 personas para el resto de los colombianos? ¿Qué significan para el Eln? ¿Seguirán llamándolos “efectos colaterales de la guerra”? ¿Qué han significado para los sucesivos gobiernos?

Porque si el Eln, las autoridades y la sociedad tienen amnesia, ellos tienen memoria. Los sobrevivientes de Machuca se han levantado literalmente de las cenizas. Se han sobrepuesto a las quemaduras en el cuerpo y a las laceraciones en el alma. Sus pieles quemadas les recuerdan lo sucedido y el abandono al que han estado sometidos. María Cecilia, por ejemplo, con quemaduras muy visibles en todo el cuerpo, recuerda cuando le negaron la cirugía por tratarse de “un procedimiento estético”.

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Cuando se les pregunta ¿Qué necesitan para ser reparados? Sus respuestas “claman al cielo”, como dirían las abuelas: las indemnizaciones que faltan, un parque infantil, un polideportivo para los jóvenes, la dotación del centro de salud, la enfermera, el médico, el centro de memoria histórica y recreación cultural….

Ojalá los dineros prometidos por los gobiernos no se vuelvan humo en el camino.

 

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