Se espera un proceso de decantación del que deberán surgir tres candidaturas fuertes, encarnadas por la ultraderecha de Bolsonaro y los todavía inciertos abanderados de centro e izquierda, que en el último caso dependerán de cómo evolucione la situación jurídica de Lula.
Brasil está a cuatro meses de las elecciones presidenciales, pero todavía sin candidatos claramente definidos y con el exmandatario Luiz Inácio Lula da Silva, preso por corrupción y virtualmente inhabilitado, liderando todos los sondeos.
Encarcelado desde abril pasado, condenado a doce años y con otras seis causas penales pendientes en la Justicia, Lula se mantiene como el fiel de la balanza política del país, que está a 123 días de las elecciones más inciertas desde que recuperó la democracia, en 1985.
Pese a su situación jurídica, el Partido de los Trabajadores (PT) tiene a Lula como su “único candidato”, convencido de su “inocencia” y apoyado en sondeos que le atribuyen cerca de un 30% de los votos en un escenario totalmente atomizado, en parte por escándalos de corrupción que han barrido todo el arco político.
En segundo lugar en los sondeos, y primero si Lula finalmente no pudiera ser candidato por normas que impiden postular a un condenado en segunda instancia, como es su caso, aparece el exmilitar Jair Bolsonaro, quien encarna a una ultraderecha defensora de la dictadura que hasta ahora no se había asomado con tal fuerza en Brasil.
Desde hace meses, según las encuestas, Bolsonaro está estancado en un 20% de apoyo, pero eso es suficiente para situarse detrás de Lula entre una veintena de posibles candidatos en su mayoría de centro y entre los que aparecen cuatro de izquierdas.
El exministro de Hacienda y exgobernador Ciro Gomes, del Partido Democrático Laborista (PDT) y con una intención de voto cercana al 10%, propone unir al campo progresista en torno a su candidatura pero enfrenta el rechazo del PT, que plantea lo mismo en torno al improbable Lula.
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En el campo oficialista, aunque el presidente Michel Temer llegó a coquetear con una posible candidatura a pesar de su escaso 5% de popularidad, el exministro de Hacienda Henrique Meirelles aparece como la más firme apuesta.
Hombre de confianza de los mercados financieros, Meirelles ya actúa como candidato del Movimiento Democrático Brasileño (MDB) e intenta sumar apoyos en el centro, un espacio político que disputa con el socialdemócrata Geraldo Alckmin, exgobernador de Sao Paulo.
Es un terreno en el que se mueve una decena de candidatos, en su mayoría casi desconocidos, pero al que también busca aproximarse la ecologista Marina Silva, quien quedó en tercer lugar en las últimas dos elecciones y hoy tiene una intención de voto en torno al 10 %.
Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (Psdb), quien ya gobernó con Fernando Henrique Cardoso (1995-2003), tiene dificultades para imponer su candidatura en su propia formación, en la que algunos sectores le sugieren una alianza con Marina Silva.
Meirelles, por su parte, promocionado por Temer pese a que busca distanciarse, afirma que no es “candidato del Gobierno” ni “de los mercados” y sostiene que su “historia” sustenta sus aspiraciones.
Aunque todavía no ha iniciado su campaña formal, según algunos analistas esa alusión a la “historia” sugiere que Meirelles pudiera intentar presentarse como una suerte de “candidato de Lula”, aunque el PT y el propio exmandatario lo rechacen.
En medio de la confusión actual en cuanto a nombres, entre los analistas existe la convicción de que el panorama se despejará a mediados de julio, cuando los partidos proclamarán oficialmente a sus candidatos.