Para nuestro adversario chino, estamos seguros llegará la cura, el antídoto; pero cabe preguntarnos también, ¿encontraremos algún día el remedio para extirpar de nuestro sistema económico y social el letal y silencioso accionar de nuestros propios virus?
Con todo y el gran mal que se ha hecho por parte del terrible flagelo que ahora azota a la humanidad entera, con inusitada fuerza y letalidad, el coronavirus, hay otros malignos venenos que desde antaño han estado carcomiendo nuestro sistema, tejiendo su crueldad en nuestra nación de una manera tan profunda que ante la grave crisis que ahora vivimos, se deja en evidencia el delicado estado de miseria y orfandad que sus efectos han causado en la sociedad.
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Nuestro país tradicionalmente se ha distinguido por mantener siempre un alto índice de desempleo, es infortunado pero cierto, buena parte de su fuerza laboral se ocupa de la realización de actividades informales, sin pleno acceso a garantías salariales y/o prestacionales mínimas, independiente de la situación económica por la que esté atravesando. Por eso se ha dicho con alguna razón que “mientras a la economía le va bien al país le sigue yendo mal”; aunque ahora con los lesivos efectos de estos fenómenos, la recesión que se avecina -dicen los expertos- va a ser de magnitudes colosales y que hasta la económica más fuerte va a sufrir el paso avasallador de este extraño y diabólico destructor- “el Kraken”, que -como la monumental criatura mitológica del antiguo mundo griego- quiso acabar con todo lo que se encontraba a su paso, incluyendo a la raza humana. Todo esto ocasionará –dicen- un gran colapso económico y social; inclusive político, también sin precedentes en el mundo entero que generará efectos nefastos de la más variada índole y ello afectará más duramente a quienes –como los más humildes, desempleados, desplazados, migrantes, informales, etc.– estén en circunstancias de inferioridad para resistir tan inclementes impactos.
Pero más allá de la nocividad y poder maligno que se ha evidenciado en este temible enemigo, lo cierto es que -además de ello- ha dejado claro que ya en nuestra sociedad- humanidad y, concretamente, a lo largo y ancho del territorio nacional colombiano, ya existían y siguen creciendo sin control otros aterradores monstruos, más perversos e infecciosos que el proveniente del lejano oriente- China, que a pesar de ser muy conocidos, lo que paradójicamente constituye razón suficiente para hacerse más fuertes e invencibles, como lo son: el desempleo y la pobreza- miseria y –con ellos, la injusticia, la desigualdad, la inequidad, entre otros más tremendamente sutiles y tóxicos, como la corrupción, que día tras día y ya, inclusive- que es lo más triste, con la anuencia o permisibilidad del sistema económico imperante- el capitalismo, o lo que los eruditos llaman Neoliberalismo, que los justifica, siguen causando caos, hambre, muerte, desesperanza y desamparo en el mundo entero y de manera lamentable y dramática en nuestros territorios, familias y personas más pobres- desempleadas- que son las que directamente padecen el impacto y penurias causadas por tan peligrosas y letales infecciones sociales.
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Todo ello ocurre sin que puedan avizorarse soluciones concretas -por parte de autoridades -Estado y sociedad- ni el establecimiento y puesta en marcha de efectivos planes y programas que puedan contrarrestar realmente este tipo de epidemias que son en el fondo, ciertamente, las que están causando graves e irremediables daños, no sólo al sistema económico, sino de manera directa y radical a quienes, por falta de oportunidades no han podido hacerle frente exitosamente al desempleo y a la pobreza- desamparo social que los agobia y los asfixia desde hace ya mucho tiempo; pero ahora con mayor contundencia y crueldad, en estos tiempos tan extraños, aciagos y difíciles que estamos viviendo por causa de nuestro sorpresivo e incómodo visitante, el coronavirus, que –para acabar de ajustar, ha llegado a coadyuvar y reforzar a los ya muy conocidos virus- problemas- que han venido contagiando nuestro débil sistema social e institucional, envenenando el alma de nuestra nación a puntos impredecibles e incontrolables.
Para nuestro adversario chino, estamos seguros llegará la cura, el antídoto; pero cabe preguntarnos también, ¿encontraremos algún día el remedio para extirpar de nuestro sistema económico y social el letal y silencioso accionar de nuestros propios virus?