Los retos del centrismo político

Autor: Fabio Humberto Giraldo Jiménez
29 abril de 2019 - 09:05 PM

En la Etica a Nicómaco de Aristóteles, el concepto de frónesis alude a la sabiduría práctica como capacidad de pensar y prevenir acontecimientos y riesgos de una situación o de una decisión.

Medellín

Fabio Humberto GIraldo Jiménez

En Colombia hay dos grandes fuerzas políticas movidas por grupos pequeños. Dos de esas fuerzas son tensadas por grupos radicales que quieren cambiar a Colombia en todo: hacia atrás, unos y hacia adelante, otros. Y hay una tercera gran fuerza, que se dice situada en el centrismo político, de la cual sabemos con certeza que más que cambiar quiere corregir, pero no sabemos con la misma certeza si vive de la polarización de las otras dos o si tiene personalidad política propia. Como yo desconfío de los que quieren crear una Colombia nueva cambiándolo todo, sobre todo hacia atrás, porque en esa escatológica tarea todos terminamos muertos, pero también creo que hay que leer con cuidado los extremos porque al desnudarse nos desnudan, considero conveniente preguntarle al denominado centro político y a los grupos de las otras dos fuerzas que gravitan cerca del centrismo, qué quieren corregir y si quieren corregir hacia atrás o hacia adelante.

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El éxito de los grupos políticos que se consideran de centro depende primeramente de la desmesura de los extremos entre los cuales se sitúa, porque si lo políticamente incorrecto es la desmesura, en la mesura cifran su legitimidad y su legitimación. Al asumir como principio de acción la prudencia, la cordura y la moderación, practican esa gaseosa moralidad del justo medio, que además se considera políticamente correcta y se evidencia en el ideario y en los pronunciamientos públicos que evitan herir susceptibilidades y corregir a los extremos. Poco se advierte que la prudencia llevada al extremo puede paralizar la voluntad y por tanto la acción convirtiéndose en anestésico; que la prudencia extrema es inflexible y poco pragmática y que por ello puede conducir a los centrismos políticos a suicidarse por prudencia o a esperar pacientemente, como un gallinazo desde la orqueta de un yarumo, a que el olor de la cadaverina de los extremismos anuncie el festín.

Hay otra forma menos purista del centrismo que consiste en asumir como propio lo menos desmesurado de los idearios extremos, copiando y resumiendo opiniones despojadas de significaciones políticamente incorrectas. Esta cómoda posición excluye el radicalismo a cambio de flexibilidad y de expectativas de legitimación y crecimiento directamente proporcional a la polarización de los extremos. Esta posición ha resultado muy pródiga para grupos políticos de poca tradición que impactan más por su mocedad que por su innovación, terminando en una especie de populismo light, suave y de pasarela al despojarse del avivamiento que es característico de los extremismos, como para hacer menos vergonzoso el mero y simple cálculo electoral que esconde. Estos centrismos copietas no tienen personalidad política propia y se pueden describir de la misma manera que José Ingenierios describió al hombre mediocre: un eco sin voz.

Pero hay otro sentido de la prudencia que podría resignificar la ética y la epistemología de los grupos políticos de centro. En la Ética a Nicómaco de Aristóteles, el concepto de frónesis alude a la sabiduría práctica como capacidad de pensar y prevenir acontecimientos y riesgos de una situación o de una decisión. Esa capacidad presupone, como la filosofía, es decir, como la sabiduría, amor por lo bueno, lo bello y lo justo, pero además supone la voluntad de mejorar lo bello, lo bueno y lo justo de la vida mediante el desarrollo de habilidades. Es difícil entender hoy este sentido de la sabiduría práctica porque estamos acostumbrados a una versión invertida. En efecto la frónesis se invierte y se pervierte cuando de ser medio, la habilidad convertida en maña pasa a ser sabiduría independientemente de si va en ella el amor por lo justo, lo bueno y lo bello, como en efecto ocurre cuando en la política manda el pragmatismo ramplón y el cálculo electoral ejercido por quien tiene bachillerato o doctorado en treta, truco, ardid, astucia, artería, argucia, triquiñuela y engaño.

La sabiduría práctica en sentido original no desconoce la desmesura sino que la valora como aquello que, entre otras cosas, es necesario comprender para prever y anticiparse y no reduce la desmesura al simple dilema entre lo bueno y lo malo como lo manda la traducción cristiana de la prudencia.

Y en este sentido creo que lo mejor de todo este enredo político que heredamos de antes y que se agravó con el Acuerdo de paz, es que la derecha y la izquierda están saliendo del clóset sin pudor. Y aunque la polarización asusta porque nos puede hacer desandar lo andado así sea con pata de palo y aunque nos agredan a muchos con sus vergonzosas desmesuras e impudicias éticas, es ocasión, no para ganar elecciones, solamente, sino para actuar con sabiduría práctica, guiados por la frónesis. Si al salir del clóset los extremos se desnudan públicamente, también nos desnudan. Lo peor que nos puede pasar es rebrujar el mismo clóset para vestirnos o vestirnos con ropa prestada y sucia.

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No es nada fácil lidiar con un pasado tan pesado como el nuestro. Nuestros grupos políticos extremistas no parecen dispuestos a ello, no sólo porque es muy difícil olvidar la idea según la cual entre la guerra y la política no hay diferencias, sino también porque los clósets tienen aún las puertas abiertas y en ellos quedan “chiros” que, sometidos a la prueba de ADN, arrojan suciedades criminales. Pero si esos grupos no quieren y no pueden hacerlo, de todas maneras hay que hacerlo.

 

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