Colombia debe dignificar su política de relacionamiento con otras naciones y eso comienza por rechazar todo intento del gobierno norteamericano por tratar de influir en nuestras soberanas decisiones
En menos de quince días el presidente de los Estados Unidos ha tenido dos fuertes pronunciamientos contra Colombia, donde creíamos que los gringos eran nuestros principales aliados. No obstante que nuestra diplomacia ha procurado siempre mantener una excelente relación no solo con el Gobierno norteamericano, sino también con los dos partidos tradicionales de esa nación, como lo son el Partido Republicano y el Partido Demócrata, sin importar cuál de ellos está en el Gobierno, no podemos olvidar que los presidentes nuestros, de tendencia de centro, se les ha visto más cercanos a los demócratas, mientras por el contrario los gobernantes situados más a la derecha del espectro ideológico, como el actual, se le ha considerado más afecto a los republicanos. En estos dos regaños no ha obrado la empatía ideológica, como era de esperarse.
La otra gran realidad es la de que en Estados Unidos están ad-portas de iniciar una campaña electoral por la Presidencia de esa nación y es apenas obvio que el presidente Donald Trump aspire a la reelección y por consiguiente requiere exponer temas sensibles a la opinión pública norteamericana y los estupefacientes son hoy un gran flagelo para ellos y para todos los pueblos del mundo, por lo tanto, un tema llamativo para los electores. La necesidad de cautivar votos hace que los socios incondicionales poco importen a la hora de una confrontación electoral.
De otro lado, también es preciso indicar que el actual gobierno y su partido político, se han dedicado a señalar la gran responsabilidad del Gobierno de Juan Manuel Santos por el incremento desmesurado de las áreas cultivadas con matas de coca durante el período presidencial anterior, que es una verdad irrefutable. En esta misma materia, otra gran preocupación del Gobierno actual es la presión que se viene ejerciendo sobre la Corte Constitucional, la opinión pública ilustrada y la clase dirigente, para regresar a la fumigación con glifosato, como método esencial en el combate a los cultivos ilícitos. Llevamos ocho meses de gobierno y que sepamos, solamente ha funcionado el espejo retrovisor y volver al glifosato. La sustitución de cultivos u otros mecanismos para atacar este flagelo, no se han refinado como opciones válidas y seguramente los gringos ya han detectado que, en vez de disminuir las hectáreas de cultivos, estas han aumentado.
El presidente Iván Duque ha respondido tímidamente a los dos fuertes pronunciamientos de Trump con una verdad de a puño: la lucha contra el narcotráfico se debe dar desde el cultivo y el procesamiento, hasta la venta del producto final. Es decir, el Gobierno colombiano debe perseguir el cultivo y el procesamiento de la mata de coca, pero los norteamericanos y los demás Estados del mundo deben perseguir a los comercializadores del producto final en ciudades y calles de sus respectivos países.
Creo, sinceramente, que Colombia debe dignificar su política de relacionamiento con otras naciones y eso comienza por rechazar todo intento del gobierno norteamericano por tratar de influir en nuestras soberanas decisiones, como equivocadamente lo ha pretendido el señor embajador de esa nación, al reunirse con nuestros congresistas para insinuar decisiones propias del Congreso de Colombia. ¿Qué sucedería si el embajador de Francia reuniera parlamentarios de Estados Unidos en sus oficinas para instruirlos en la forma de votar un proyecto en el congreso norteamericano?