Los protocolos: ¿licencia para matar?

Autor: Saúl Hernández Bolívar
29 enero de 2019 - 09:02 PM

Los mamertos andan ahora de defensores de oficio de unos tales protocolos que solo tienen como propósito evitar la captura de los jefes terroristas ‘elenos’.

En 2010, un carrobomba explotó frente a Caracol Radio, en Bogotá. El director de esa cadena, Darío Arizmendi, dijo al aire que tenía información de que los perpetradores de ese acto terrorista habían sido personas cercanas al presidente Uribe. Para desdicha del locutor, se comprobó la autoría de las Farc.

En 2012, el exministro Fernando Londoño y sus escoltas volaron por los aires. De nuevo, todos sabíamos que eran las Farc, pero sus amiguetes se esforzaron lo indecible para negar su responsabilidad. Señalaron a sectores de ‘ultraderecha’ como los autores del atentado, o del ‘autoatentado’, en vista de que el mismo Londoño siempre ha sido denostado como miembro de esa facción. Y el autor de esa teoría fue nada menos que el director de la Policía Nacional, general Óscar Naranjo. ¡Hágame el favor! Pero, para su desdicha, también se comprobó la autoría de las Farc.

Lea también: ¿En realidad se acabaron las Farc?

El pasado 17 de enero, el Eln —revitalizado con armas, hombres y recursos de las ‘desmovilizadas’ Farc— metió un carrobomba a la Escuela de Policía General Santander y destrozó más de veinte vidas inocentes, pero todos los simpatizantes de la izquierda se empecinaron en negarse a admitir tan siquiera la posibilidad de que ese violento acto terrorista fuese obra de los ‘elenos’.

Es más, de inmediato las redes sociales fueron inundadas de teorías absurdas y toda clase de bellaquerías que tenían como fin exculpar al Eln de la misma forma que lo hacían con las Farc. Por ejemplo, se dijo que ese carrobomba tendría como fin desviar la atención sobre la participación del fiscal general Martínez en el escándalo de Odebrecht, o que sería un intento por sabotear unas marchas programadas contra el Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía (el Esmad).

Y claro, como era de esperarse, se insinuó que el gobierno del presidente Duque y la derecha colombiana estarían interesados en causar el rompimiento de los diálogos con el Eln mediante una acción de este tipo. Puras baladronadas a las que se intentó dar sustento sembrando dudas con respecto a la rapidez de los investigadores para develar los hechos. Pero todos estos mamertos, idiotas útiles y compañeros de ruta de la subversión, quedaron petrificados en su desnudez cuando el Eln no solo reconoció haber cometido ese acto terrorista, sino que hasta lo justificó.

No puede negarse, sin embargo, que los mamertos tienen una persistencia admirable y carecen de vergüenza. Por eso andan ahora de defensores de oficio de unos tales protocolos que solo tienen como propósito evitar la captura de los jefes terroristas ‘elenos’, tal como se han abocado a evitar como sea la extradición de Santrich.

Es decir, no hay mamerto que dude de la ‘necesidad’ de respetar los protocolos, y de su validez, a pesar de que es obvio que no pensarían lo mismo si se tratara de transacciones acordadas con grupos violentos que no fueran de izquierda, o con narcos puros, con quienes ha habido negociaciones en el pasado.

La validez de los protocolos se cae de su propio peso por diversas razones, como las siguientes: 1) Hay jurisprudencia que establece que las conversaciones de paz son políticas de gobierno y no de Estado. Por tanto, el nuevo gobierno no está obligado a respaldar esas majaderías. 2) Ningún protocolo puede amparar el escape de quien perpetra un acto de terrorismo. Solo puede otorgar garantías por la ruptura de los diálogos mismos debido a discrepancias, no por la comisión de un delito. Y 3) un grupo subversivo no tiene categoría alguna para darle a un papel el carácter de tratado internacional que obligue a varios Estados a su cumplimiento.

Lo invitamos a leer: La tutela de Santos

Por supuesto, Cuba no va a entregar a sus terroristas, pues este es el Estado criminal que desde siempre los ha entrenado, los ha apoyado, los ha escondido, pero hace bien el presidente Duque en insistir. Bien dice Shlomo Ben Ami, vicepresidente del Centro Internacional de Toledo por la paz, que “un país garante no puede ser refugio de terroristas”, y que “si estos señores quieren matar, hay que cambiar las reglas”. Más claro, imposible. Santos les dio licencia para matar, pero Santos no es presidente más.

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