En la investigación Reglas, crimen y orden, Luis Felipe Dávila (PhD) explora la persistencia y transformaciones del crimen en Medellín desde los órdenes micro territoriales.
Cuando buscaba el impacto en la disminución de homicidios que tuvieron las políticas públicas aplicadas en Medellín entre los años 2005-2015, lapso en el que la tasa de homicidios (muertes violentas por 100.000 habitantes) pasó de 381 en 1991 a 20 en 2015, el investigador Luis Felipe Dávila se encontró con un complejo entramado de reglas y actores que ordenan los territorios, la vida y la muerte en esta ciudad.
El resultado de su trabajo de cinco años se encuentra publicado en la tesis doctoral Reglas, crimen y orden, un estudio sobre la seguridad en Medellín, editado por La Carreta en 2018.
Además de proponer un enfoque teórico inexplorado en los procesos de búsqueda de respuestas a la persistencia de los homicidios y otras formas de crimen en Medellín, un gran valor de este documento es un intenso trabajo de campo que incluyó la realización de 65 entrevistas formales, reuniones con la Secretaría de Seguridad, observación etnográfica en las 16 comunas y en dos corregimientos, además de nueve grupos focales en que participaron policías y reinsertados. El resultado del proceso de indagación es un acervo testimonial y documental que confrontar con la teoría del orden de Friedrich Hayek, premio nobel de Economía, quien considera que el orden tiene dos dimensiones: una exógena o artificial y una endógena, o del kosmos.
A partir del conocimiento de Hayek, Dávila desestima el tono triunfalista de quienes declaran la existencia de un “estado mágico”, que logró la disminución en 90% de los homicidios de la ciudad, gracias a políticas públicas acertadas. También desmiente las especulaciones de quienes atribuyen a “pactos de bandas” la menor ocurrencia de homicidios. “El problema de Medellín está atravesado por cómo se configura el orden social en los micro territorios”, explica el investigador.
Reglas y reguladores cambiantes
“En los diferentes territorios de Medellín no siempre las reglas de juego son las estatales, pero no porque estén ausentes, sino que esas reglas terminan formando amalgamas con otras reglas que son informales, unas criminales y otras no”.
El libro Reglas, crimen y orden, fue publicado por Editorial la Carreta y editado por César A. Hurtado Orozco.
La complicada situación en la que el anhelo de las comunidades por tener estabilidad no es resuelto, como ocurre en muchas sociedades, por el Estado, tiene su origen, según Dávila en “un panorama normativo como el nuestro, en el que tenemos exceso de normas”, muchas de las cuales “no sirven para nada” porque “las instituciones del Estado están lejos”,, porque “poner una denuncia es difícil, el lenguaje jurídico es un impedimento y los niveles de impunidad llegan al 99%, dicho por el fiscal”.
La lejanía de las comunidades con el Estado no se traduce en caos puesto que esas mismas comunidades “orden, certeza, regularidad, porque eso se lo que les permite tener cierta certeza, cierta estabilidad”. ¿De dónde sale, entonces, el orden que habitan? Dávila ha encontrado lo que llama “una amalgama” que ocurre en los micro territorios donde confluyen “regulación estatal, regulación criminal que influye, relaciones informales comunitarias”, de manera que “la gente termina cumpliendo normas, ordenando su vida, y a veces no sabe qué norma está siguiendo”.
Este amalgamiento, explica, surge de que “una tradición de incumplimiento de reglas, instituciones inciertas, actores criminales, lugares de acumulación de desventajas sociales” y conduce a que “las comunidades en su necesidad de tener certeza se vuelven creativas frente a lo normativo”, que son “otras reglas, que han sido desconocidas, banalizadas o criminalizadas” por la academia.
Aunque las atienden, así muchas veces no descifren cómo se originaron, las comunidades también sufren por la multiplicidad de actores que crean reglas para forjar órdenes. “Cuando hay multiplicidad de actores, el panorama es tan complejo, a las comunidades les cuesta tomar decisiones porque tienen que hacer cálculos de maximización de beneficios, y se equivocan”, además de que “tener múltiples agencias prestadoras de servicios genera sobrecostos a los habitantes, y fricciones”.
Las regulaciones del crimen
En el período que el autor estudió logró reconocer mutaciones del crimen, especialmente por la progresiva disminución de homicidios, hasta 2015.
Unos de los cambios están asociados a las transformaciones que también ha tenido el Estado en políticas de seguridad, acciones integrales como las inversiones en urbanismo, educación o prevención del delito, e incluso en las que él llama “blandas”, que son tendientes a provocar cambios mentales, actitudinales o culturales entre los jóvenes.
Pero la disminución también “tiene que ver con la terminación del conflicto armado interno en Medellín; con los aprendizajes de la fuerza pública y el crimen sobre la ciudad, y con cómo los agentes criminales terminaron entendiendo que puede ejercerse la violencia de forma distinta no tan letal, pero sí eficiente para el control y generación de recursos”.
Las entrevistas le mostraron a Dávila, por ejemplo, que muchos de los criminales han sido agentes de contención de homicidios, llegando incluso a castigar a los responsables de perpetrarlos, lo que muestra como “en las prácticas de Medellín, en las reglas informales, se puso en el centro del orden social, la negociación, los pactos, no la confrontación”.
El nuevo crecimiento de homicidios en Medellín es explicado por Dávila en que “nuestros gobernantes y los habitantes entendimos el 2015, con una tasa de 20 homicidios, como un punto de llegada, fuimos triunfalistas”. La tasa que a Medellín alegró, sin embargo, es distante de la que pide la OMS, que debe ser de un dígito (8 o 9) por cien mil habitantes.
Qué se puede hacer
El crecimiento de homicidios en Medellín, que no es igual al de los años 90, invita a “construir una mejor sociedad”, donde “se valore la vida, existan oportunidades para los jóvenes y las relaciones no se construyan a partir del miedo, sino de la esperanza”.
Para tal transformación, Dávila considera que la nueva Alcaldía debería “avanzar en urbanismo social, en prevención social del delito, en opciones de empleo, en impulsar todo un trabajo de revalorar la vida, trabajar con los hombres jóvenes de estratos 1, 2 y 3, en salud mental y en programas de contención de la violencia… invertir más en estrategias blandas que dan frutos a largo plazo, no en infraestructuras para la guerra”.
En su criterio, la Consejería Presidencial y los gobiernos de Sergio Fajardo, Alonso Salazar y Aníbal Gaviria, habían dado pasos que no son “de derecha ni de izquierda” sino de Estado para esa sociedad mejor.