Los negacionistas

Autor: Henry Horacio Chaves
7 marzo de 2019 - 09:04 PM

A propósito del día de la mujer debemos reconocer que siguen siendo víctima de abuso y discriminación y hacer algo para cambiar esa realidad.

Como en botica, los hay para todos los gustos: los que niegan el holocausto judío a manos de los nazis, los que insisten en que la tierra es plana, los que niegan el conflicto armado que durante más de cinco décadas dejó millones de muertos, heridos, viudas, huérfanos; pero también quienes ven innecesarios los reclamos por mayores espacios para las mujeres o quienes califican de machismo las denuncias de acoso contra ellas.

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Debe ser algún tipo de mecanismo de defensa que hace que las personas prefieran negar la realidad para evadir verdades incómodas o para no tener que asumir la responsabilidad que les corresponda. Negar para no afrontar lo que se hizo o se permitió que otros hicieran, pero obviamente no como un mecanismo inocente o pueril, sino con la alevosía que significa la revictimización o la permanencia del daño.

A los negacionistas les hace falta conocer al detalle un estudio recientemente presentado por la universidad de Los Andes que reitera, una vez más, que a las mujeres en Colombia les pagan menos que a los hombres que asumen la misma responsabilidad. Y lo han dicho una y otra vez los estudios académicos, como lo han repetido las organizaciones sociales y de mujeres, sin que hayamos sido capaces de revertir esa situación. Más aún, los negacionistas prefieren calificar de escandalosas a las mujeres que levantan la voz para reclamar equidad o de quejumbrosas a quienes hacer notar que además de su jornada laboral tienen que seguir atendiendo solas la responsabilidad del hogar.

Pero también les hace falta una orden judicial o un escándalo mediático para reconocer que más que una pataleta, las denuncias por acoso sexual o laboral merecen acciones contra los victimarios y no contra las víctimas. Así como pasa con quienes denuncian acoso en los colegios, que son las víctimas quienes tienen que cambiar de ese escenario, ahora la Federación de Fútbol decide acabar la Liga profesional femenina y su presidente Ramón Jesurún dice sin pena que él “sólo conoció” un caso de acoso sexual. Como si viviera en una burbuja o no fuera de su competencia averiguar qué es lo que se cierne en torno a la actividad que maneja y que representa ganancias multimillonarias.

El fútbol ha sido fuente de riqueza, legal e ilegal, para muchos. Pero ahora resulta que no es rentable para mantener una liga profesional de mujeres y es mejor hacer una semiprofesional para atender las obligaciones de Conmebol que impone equipo femenino a los clubes que participan de sus torneos. Dicho sea de paso, tampoco la Confederación ni la FIFA han reconocido que algo pasa con las niñas que quieren destacarse en ese deporte. Otro gallo cantaría si las denuncias ocurrieran en otras ligas, sobre todo si fuera en las masculinas.

Pero si los dirigentes prefieren negar los abusos y las presiones, los ídolos masculinos demoraron bastante para un pronunciamiento que solo incumbe a los integrantes de la Selección de mayores y que es más bien tímido. Aunque desde hace rato se escuchan las denuncias, ningún futbolista a título individual ni plantel alguno, ha levantado la voz o utilizado su figuración en los medios para reclamar respeto, o una investigación seria que despeje las dudas. Y lo decíamos con ocasión del triunfo del Huila en la Copa Libertadores Femenina, tampoco la llamada prensa deportiva las ha visto. Así como les resulta más fácil y mejor cubrir desde una cabina en Bogotá las más importantes ligas del mundo que la liga femenina en el país, también es más cómodo reseñar las denuncias y aceptar las declaraciones oficiales sin mayor elaboración ni confrontación.

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Pero el abuso y la discriminación no son un asunto del deporte. En todos los ámbitos a pesar de los negacionistas, se reproducen conductas que por acción o por omisión hacen que a las mujeres les toque más difícil. Aún en la academia, que para muchos es el paraíso de la igualdad y del respeto, hay quienes sonríen porque se habla de equidad de género y consideran que el “alto número de mujeres” es síntoma de que todo está bien: Cómo si fuera un favor que les hacemos el permitirles que hagan parte de la vida universitaria. Si eso pasa en los centros de estudio, qué esperanza en el resto de la sociedad. Sin embargo, hoy todos pondrán su mejor sonrisa para entregar una rosa o enviar un mensaje repitiendo automáticamente, ¡feliz día de la mujer!

 

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