No dejo de preguntarme sobre el significado del concepto de hábitat o sea el derecho a agua potable, a electricidad, a espacios libres, y cuya estructura cultural es definida no por el individualismo de la sociedad burguesa sino por la persistencia de las costumbres comunitarias
Cuando las imágenes de t,v. muestran en barrios populares de Cali, Tumaco, Buenaventura, Galapagar o Medellín, Bogotá y cualquier ciudad las calles llenas de gentes entregadas al comercio o la parranda y que son calificadas como demostraciones de irresponsabilidad ante la pandemia que exige el confinamiento de las gentes en sus casas, algo ante lo cual no dejo de preguntarme sobre el significado del concepto de hábitat o sea el derecho a agua potable, a electricidad, a espacios libres, y cuya estructura cultural es definida no por el individualismo de la sociedad burguesa sino por la persistencia de las costumbres comunitarias y por lo tanto su concepto del espacio carece de las características de lo que en el mercado inmobiliario llamamos propiedad privada, espacialidades privadas. El “no hay cama para tanta gente” de la guaracha responde a esta concepción comunal del espacio, donde propios, conocidos y extraños hacen parte de la familia humana. La calle es entonces el espacio que define esta vida comunitaria donde todo es exterioridad y no interioridad, donde todo es música y baile, caridad y duelo compartido, trueque. Esta vivencia comunitaria del espacio choca frontalmente con las espacialidades aberrantes que se les ofreció en la llamada “vivienda social” del gobierno Santos mediante la cual en ocho años se aceleró la tugurización de ciudades y se desintegraron los grupos sociales abocados a lumpenizarse en manos del narcotráfico. En estas circunstancias el llamado al confinamiento debió tener en cuenta estas problemáticas que tienen que ver directamente con la arquitectura y el urbanismo, pero ¿no es esta la característica hoy de la vida de un barrio popular en Nápoles o Roma en Buenos Aires o ciudad de México, en un barrio negro o italiano, ruso de Nueva York? La descripción antropológica que acabo de hacer escatima sin embargo la verdadera dimensión del problema en estas poblaciones: la miseria, el universo de la miseria donde la espiral de la degradación del ser humano es indetenible y desaparecen las culturas populares, desaparece la noción necesaria de comunidad tal como desaparecieron las mínimas condiciones de salubridad. ¿Por qué se dejó tugurizar el barrio Kennedy en Bogotá? ¿Por qué en Cali como en Medellín la precariedad de las Comunas se mantiene como una estrategia de sometimiento y hoy como territorio de los nuevos esclavos del crimen organizado negándoles el derecho a contar con espacios verdes, con avenidas de integración para negar el gueto? ¿No son estos territorios el espejo de las afrentas del desempleo, de la inequidad, del rechazo a la integración del desplazado? Los cordones de miseria conformados por los nuevos desplazados por la violencia narco en los campos, por las invasiones propiciadas por los llamados “tierreros” la irrupción brutal de actores que difícilmente se adaptan a las normas de convivencia de la ciudad y están creando confrontaciones inesperadas, constituyen tal como nos lo ha permitido ver esta larga pausa del coronavirus, la tarea a cumplir: el planteamiento urgente de hacer de las ciudades y poblaciones el hábitat de lo humano, los territorios del ciudadano rescatado de esas terribles servidumbres a que hoy es sometido cuando sus condiciones de vida son deplorables viviendo en tugurios de cuarenta metros donde tendrían que confinarse diez personas en “Unidades” de “arquitecturas” que desconocen las condiciones climáticas de cada lugar, tugurios que fueron un gran negocio y hoy son una bofetada a la idea de vida urbana.
¿Era ésta la manera de esperar la pandemia? ¿Dónde se cumplieron las mínimas normas de salubridad? ¿Dónde estaban en Medellín las áreas verdes que paliaran en las Comunas la desesperación del encierro? En un verdadero Plan de Desarrollo no hablamos únicamente de grandes obras públicas sino del replanteamiento de toda la ciudad.