Los hombres y las mujeres

Autor: Henry Horacio Chaves
6 diciembre de 2018 - 11:04 PM

La nuestra sigue siendo una sociedad que menosprecia a las mujeres, sus triunfos por grandes que sean no tienen el mismo eco que los de los hombres

El triunfo del Atlético Huila en la Copa Libertadores de América Femenina ante el Santos de Brasil, puso de presente varias realidades de cómo deben afrontar las mujeres su figuración pública en un país como el nuestro. Si bien su regreso a casa, con título en mano, tuvo un nutrido recibimiento en las calles de Neiva, antes tuvieron que padecer horas de larga espera en Venezuela y meses de marginalidad de la opinión  pública colombiana, acostumbrada a endiosar a sus deportistas hombres así sus triunfos sean menores.

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Otro fue el acompañamiento de los medios con el Deportivo Cali en 1978 cuando fue subcampeón de la Libertadores o con América en las cuatro oportunidades que disputó la final de ese torneo; ni qué decir con el Once Caldas en 2004, ni mucho menos con el cubrimiento a Nacional en las oportunidades que ha disputado la instancia definitiva de ese torneo. Por meses, antes, durante y después, el cubrimiento periodístico nos habló de la gesta deportiva de esos hombres que fueron escribiendo la historia del balompié colombiano.

Las jugadoras del Huila escriben ahora páginas fundamentales en esa historia, pero su capítulo es más corto porque no tiene la misma preponderancia en medios. Sin embargo, pudiera pensarse que es tanto más significativa si se tiene en cuenta que la liga femenina es apenas existente y, con todo y ello, las mujeres han participado en los mundiales y se han convertido en figuras.

Como es figura indiscutida hoy Caterine Ibargüen, reconocida como la mejor atleta del mundo en 2018, o Sofía Gómez Uribe la campeona de apnea que nos enseñó que la profundidad no solo se conoce al sumergirse en el agua, o Mariana Pajón quien nos acostumbró tanto a las medallas que cuando no las gana recibe la crítica de la prensa deportiva. A todas ellas les ha tocado enfrentar, además de a sus competidoras deportistas, a la indiferencia de una sociedad que las ignora o menosprecia hasta que consiguen los triunfos innegables.

Pero no solo en la escena deportiva es distinta la mirada que tenemos de las mujeres. En la política, en los cargos directivos, sigue siendo más arduo el camino de éxito, sobre todo el del reconocimiento, para ellas. Aunque algunos insisten en que se trata de un mito, en muchos empleos sigue existiendo una brecha salarial entre los hombres y las mujeres que ocupan cargos o funciones similares, sin contar que ellas deben demostrar todo el tiempo que verdaderamente son merecedoras de ocupar esos cargos o tener esas responsabilidades.

Pero va más allá, en su tesis de maestría de Estudios de Género, Cindy Caro, planea que el diseño del examen de admisión de la Universidad Nacional favorece a los hombres porque nuestro cerebro tiene respuestas más acordes a los planteamientos que se le hacen en la prueba. Aunque advierte que la Universidad no es culpable de ello, la tesis concluye que “la exclusión de género es mayor que la excusión de clase para el ingreso a la UNAL y se agudiza más para las mujeres pobres”. Habla de la Universidad más importante del país, la misma que se demoró 131 años en tener una rectora en propiedad, pero que al fin la tiene, mientras, por ejemplo la Universidad de Antioquia no lo ha conseguido.

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Más que una diatriba contra los medios o contra los hombres, este Memento busca llamar la atención sobre la mirada de nuestra sociedad frente a los hombres y a las mujeres y frente a cómo las valoramos en la opinión pública por sus logros deportivos, en sus posturas políticas, en sus expresiones artísticas, sus aportes sociales o científicos. Un hombre que vocifera puede ser un patricio, un gran orador o un estadista, no importa qué diga; una mujer que levanta la voz es una gritona, protagonista de una pelea de comadres o una mamá regañona. Desde el lenguaje, con lo que decimos y con lo que omitimos, nos jugamos cartas que marcan el destino de unos y de otras; diariamente relatamos parte de nuestra de nuestra historia colectiva, que se escribe en masculino sobre renglones que marginan.

 

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