El artista, curador y exdirector del Centro Cultural del BID en Washington, Félix Ángel, comparte reflexiones que le propició su visita a la exposición Markus Lüpertz: hilos de historia, abierta en el Museo Hirshhorn de la capital de Estados Unidos.
Visité esta semana la exposición del alemán Markus Lupertz (1941) en el Museo Hirshhorn. Me pareció fuerte visualmente y, por la investigación histórica que acompaña la curaduría, el personaje se perfila humanamente interesante, en particular por sus posturas frente al arte de posguerra en Alemania. Sin embargo, a pesar de todo lo que me llevó a cavilar, la obra no me emocionó, lo cual llamó mi atención.
Reflexionando luego sobre lo visto, que no me haya movido internamente no creo que sea importante. La obra impacta, entre otras cosas, por la controlada brusquedad y la determinación con que sacude, y empuja la pintura a salir de su lenguaje abstracto (a veces demasiado cómodo), marcando un regreso a la figuración.
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Al renunciar al compromiso con lo estrictamente visual imperante en ese momento en los centros internacionales, sobre todo New York y París, (incluyendo lo geométrico), la pintura de Lupertz reformula una dirección que se alinea con el arte inglés del periodo (Bacon, por ejemplo, con una actitud similar), y con una intención de “fisi-calizar” un sentimiento interno (angst) y el dolor de la memoria relacionados ambos con la violencia que trajo y la destrucción que dejó la Guerra (las ciudades y comunidades de New York y París no sufrieron bombardeos y penurias como Berlín y Londres, por ejemplo).
La reflexión me llevó a comparar cómo en Colombia, a raíz de nuestra violencia, el arte ha optado por “antropologisarse”, ambientalisarse, concientizarse, y todo lo terminado en “arse”, renunciado a lo pictórico (sin que lo hubiésemos llevado antes a sus últimas consecuencias), al punto de confundir -o justificar- con lo conceptual, olvidándonos que esto último no tiene nada que ver con lo primero. Pero claro, nuestra cultura visual es históricamente pobre comparada con la de Alemania, y nuestras tragedias derivan, como todas lo hacen, de las deficiencias del Sistema incluyendo el código de valores, que en nuestro caso es asimismo pobre y mezquino, sin la grandeza, o al menos la pretensión de una grandeza que en otras culturas se ha sostenido en la educación y el conocimiento (así sea para fines no altruistas) dejando restos (rastros) a lo largo de siglos. Tampoco podemos preciarnos de contar con resultados parecidos a los que esa clase de historia conlleva, así sea como reflejo de la arrogancia humana.
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Cuando ha existido, en nuestro caso, la pretensión ha arrastrado la historia por lo bajo, con nuestra ignorancia, pobreza, y estupidez, y con ello el arte. En el proceso de pensar en todo ello, el título de la exposición (Markus Lüpertz: Threads of History, cuya traducción es Markus Lüpertz: hilos de historia) tomó de pronto para mí su verdadero sentido.