¿Dónde están los estudios de los miembros de la Oposición sobre el porvenir del campesinado, de los bosques y ríos, el problema de la vivienda?
Al ver perorar estos días a los Congresistas de la llamada Oposición hasta convertirse en energúmenos vociferantes pidiendo una vez más la condena de la cúpula militar acusándola de las chuzadas que “ofenden su derecho consagrado a la intimidad”, tuve la impresión de sufrir un dejá vu, la impresión de sentir que ya anteriormente había visto esa escena con los mismos gestos, con las mismas frases o sea sin incorporar ningún argumento necesario sobre Márquez, Pablito, el Cauca. La paramnesia, pienso, trae al presente algo que inconscientemente tratábamos de no recordar. Si la versión original pudo tener algún sentido la que se repite no tiene sentido alguno, es un disparate ejecutado por actores de repuesto, sin la atmósfera debida ya que como lo dice Marx la historia se presenta primero como tragedia y en segundo lugar como parodia y si antes el protagonista fue el revolucionario genuino ahora es un conspiradorcito el que actúa. Una cosa es el revolucionario que fue capaz de dar su vida por imponer a lo que consideraba el pueblo explotado su terrible dictadura –como la historia vino a demostrarlo- y otra el lamentable seudorrevolucionario que jamás se sometió a las rudezas de las selvas, al hambre y las heridas, al fragor de los enfrentamientos bélicos, a quedar baldado o loco ya que, siempre permaneció en la comodidad de las ciudades o de las universidades y que formados en Moscú, París, Praga, Londres como sucede con Iván Cepeda y con los hijos de Reyes que ahora son franceses solo conocen de paso la realidad colombiana. Leí alguna vez la crónica de un periodista europeo sobre algunas familias de dirigentes de las Farc residenciados en Suiza en lujosos palacetes y que desconocen la realidad colombiana donde sus padres se habían lanzado a una lucha violenta con el apoyo económico y doctrinario de la Unión Soviética. Una investigación sobre colombianos en los archivos de la Unión Soviética detalla exhaustivamente los nombres de quienes estuvieron estrechamente ligados al proyecto de impostar en Colombia el modelo de la llamada revolución marxista-leninista. El investigador que ahonda sobre estos aspectos que son historia verificable y que inciden directamente sobre la actualidad de la justicia no está haciendo “anticomunismo” como lo suelen calificar los “intelectuales” de izquierda, sino, tratando de buscar objetivamente los puntos de partida de lo que han significado sesenta años de violencia guerrillera y del alcance ideológico que supone el llamado acuerdo de Paz y la tarea que les corresponde a quienes supuestamente abandonaron la lucha armada para entregarse de lleno a la verdadera construcción de la paz bajo otros parámetros políticos.
¿Dónde están los estudios de los miembros de la Oposición sobre el porvenir del campesinado, de los bosques y ríos, el problema de la vivienda? ¿No dejaron abandonados en los campamentos a sus hoy exguerrilleros? De Iván Cepeda quien visitó sindicalistas norteamericanos, recorrió las cárceles del país, y a quien La JEP no le ha pedido una sola declaración, la ciudadanía esperaba argumentos y argumentos, un programa de vivienda rural y urbana, un programa sobre la construcción de una nueva democracia con Londoño y Lozada y no un hombre dominado por una ira insana de querer que la historia del conflicto se escriba como él quiere, que las verdades sean las que él escoja olvidando que la historia no son unos archivos sino un acto de imaginación moral donde por encima de Tribunales de ocasión las víctimas recobran lo que se les está negando. Verlos gritando en manada, repitiendo los mismos clichés, esperando la información secreta que algún periodista les brinde para seguir inventando un nuevo escándalo, no fue la tarea que para afianzar la paz les sigue exigiendo el país a quienes se han convertido en portavoces de nada.