Los gobiernos territoriales, sus grandes e inaplazables retos

Autor: Héctor Jaime Guerra León
5 febrero de 2020 - 12:00 AM

Gobernar no es nada fácil y hacerlo bien y tal y como se le prometió al pueblo, al elector, es todavía más difícil.

Medellín

Se ha iniciado el año 2.020 y con él los entes territoriales en nuestro país; esto es, los municipios y departamentos, estrenan nuevas y promisorias autoridades. Los retos son inmensos, pues lo que hay por hacer en cada uno de ellos es bastante y muy pocos son los recursos y herramientas jurídicas, administrativas y presupuestales para lograrlo. Ahora todo se centra en la elaboración, consolidación, aprobación y puesta en marcha de los planes de desarrollo de cada uno de ellos.

Hay allí un reto bastante desafiante, porque el futuro progreso y superación de muchos de los problemas y desafíos que tienen, dependerá necesariamente del ingenio, recursividad y capacidad de gestión que sepan imprimirle a dichos planes, pues sencilla y elementalmente estos constituyen un instrumento de trabajo que procura mejorar la calidad de vida de los administrados, en condiciones de igualdad y equidad, buscando establecer estrategias que originen y posibiliten el desarrollo social e integral de las comunidades. Así las cosas, son el camino que posibilita la identificación de los problemas y necesidades de la población- territorios.

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Nótese pues, la importancia que tienen, pues allí deberán quedar incluidas todas las actividades, gestiones, inversiones, proyectos, obras y realizaciones que el mandatario de turno -llámese alcalde o gobernador- pretenda ejecutar en procura de atender y solucionar las necesidades de la gente a cuyo mando juró gobernar al momento de ser elegido y posesionado; por eso es tan importante que en el contenido de dicho plan sí queden todas las alternativas de trabajo que propuso establecer y resolver el mandatario, no sólo en campaña, sino también las que realmente apunten a remediar los problemas locales y de las mayorías de las personas, hayan o no votado por quien ahora tiene el privilegio, pero también el serio y difícil compromiso de asumir tan delicadas y difíciles cuestiones-tareas, pues gobernar no es nada fácil y hacerlo bien y tal y como se le prometió al pueblo, al elector, es todavía más difícil. Por eso es que en casi todos los ejercicios gubernamentales se quedan muchas cosas por hacer, que habiéndose prometido o siendo necesarias e indispensables, para el desarrollo local, no llegan a concretarse realmente. Muchas cosas no se logran, ya porque el reto o la necesidad supera la capacidad de gestión y presupuestaria o bien porque intereses de otro calado se interponen a su realización, casi siempre por la frecuente corrupción que a través de muchas expresiones puede manifestarse en el proceso administrativo, dando al traste con el ideal o esperanza puesta en los procesos liderados por los gobernantes. El fenómeno de la corrupción -infortunadamente- ronda peligrosamente a los procesos administrativos, políticos y sociales, sino se está atento se corre el riesgo de sucumbir en una cualquiera de sus manifestaciones.

Sea cual fuere la condición en que se esté a esta altura del proceso, cuando apenas se inicia la nueva gobernanza territorial en nuestro país, son muy importantes y comprometedoras las tareas que tendrán que librarse y los muchos y serios esfuerzos que habrá que emprenderse, para colmar las expectativas y requerimientos de un pueblo tan grande, diverso y complejo como es el colombiano, donde subsisten múltiples flagelos y dificultades en muchos campos.

Es importante que los gobiernos territoriales ayuden, con inteligencia y denuedo, con propuestas, inversiones efectivas, ideas y estrategias, para ayudarle a Colombia a cerrar la enorme brecha -que cada vez es más grande- de desigualdad, inequidad e injusticia social que existe desde tiempos inmemoriales en nuestra nación.

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Está claro que el desarrollo social debe hacerse desde los territorios que son donde están las necesidades, donde vive la gente- el pueblo, donde se siente con mayor fuerza el clamor y las angustias de quienes esperan y confían en que sea precisamente su autoridad más cercana –alcalde o gobernador, según el caso, el que se apropie y apersone de las falencias y penurias locales, para liderar las soluciones y cambios que se están reclamando a gritos por una ciudadanía- comunidades- que periodo tras periodo esperan que esta vez sí haya llegado el gobernante indicado, “el elegido”, para que haga de una vez por todas lo que realmente hay que hacer, sin más preámbulos ni dilaciones, las promesas y expectativas-proyectos que se han prometido, pero que casi nunca se cumplen efectivamente, sembrando -con ello- como es apenas natural más desesperanza e incredulidad en la población.

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