Ni siquiera se ha podido digerir, ni aceptar -por muchos- el importante avance alcanzado al firmar la paz con las Farc. Nótese como, hasta en algunos de los más altos estrados gubernamentales, se da un “trato de tercera” a dicho proceso, restándosele valor y respaldo a los acuerdos alcanzados.
Nuestra Nación ha vivido inmersa a lo largo de toda su historia en grandes, largos y constantes conflictos, muchos de ellos originados en confrontaciones políticas e ideológicas; pero también –paradójicamente- por causa de su gran riqueza en áreas como la minería, los recursos naturales y la tierra, entre otros, patrimonios sobre los cuales ha imperado la ilegalidad y los amigos de lo ajeno, sembrando pánico, dolor y muerte a lo largo de muchas épocas y en la mayoría de nuestros territorios.
A pesar de los inmensos esfuerzos que se han realizado para allanar caminos de reconciliación y de paz, ello definitivamente no ha sido posible. Por el contrario; todos esos esfuerzos y sus sucesivos fracasos, han llenado de desconcierto, desconfianza y contradicciones a la población colombiana. Ni siquiera se ha podido digerir, ni aceptar -por muchos- el importante avance alcanzado al firmar la paz con las Farc. Nótese como, hasta en algunos de los más altos estrados gubernamentales, se da un “trato de tercera” a dicho proceso, restándosele valor y respaldo a los acuerdos alcanzados.
Numerosos han sido los detonantes de la confrontación (política y/o armada) en nuestra Nación. Gran número de motivaciones han mantenido a nuestros pueblos sumidos en la división ideológica y, peor aún, en el enfrentamiento armado, sumiendo a extensos territorios en el caos, la incertidumbre y la pobreza. Paradójicamente la mayor parte de las regiones colombianas más prosperas o, por lo menos, con mayores potencialidades de riqueza, en el campo económico y humano, sufren de éstos terribles flagelos. La delincuencia azota de manera inclemente y de variadas formas al país y a sus instituciones.
Pareciera que la influencia de toda esta sucesión de problemas y de conflictos en Colombia, hubiera implantado en el alma Nacional y la cultura de la gente, los horrendos disvalores de la violencia, la incredibilidad y la desesperanza que hoy parece que nos invade con tan honda crueldad que da la impresión que no quisiéramos salir del problema y algo nos empujara a seguir padeciendo, con nuestra complacencia, los terribles males que el conflicto ha generado.
Bastante es el desánimo que –infortunadamente- se refleja en grandes sectores de nuestra sociedad, cuando se habla de ideas, iniciativas o procesos que pueden conducir al desarme del espíritu social, para empezar a allanar senderos que conduzcan al establecimiento de soluciones pacíficas, para los distintos conflictos y obstáculos que concurren al complejo escenario nacional y que son fértil caldo de cultivo para las graves dificultades que en materia de paz y reconciliación afronta la patria.
Tal pareciera que en el gran inconsciente colectivo de nuestra Nación, existiera una cierta indisposición a hablar de la posibilidad de paz, tal vez por las reiteradas frustraciones que se han tenido cuando a ello se ha dirigido el interés Nacional, o quizá porque ha sido tan intenso y largo el problema que ya a eso nos hemos acostumbrado. Ello hace recordar el asombroso parecido que vivió el país en el pasado, en relación al escabroso fenómeno del narcotráfico, en las épocas de su surgimiento y expansión, frente al que algunos sectores de opinión y grandes círculos ciudadanos, pareciera que se solidarizaban con el fenómeno y en muchas ocasiones ha dado la impresión que se confabulaban con el mismo, haciendo muy difícil -por no decir que imposible- la frontal lucha que contra el mismo tuvo que emprenderse en su momento, pues llegó a ser tan dramática la influencia de este perverso delito que en algunos sectores ciudadanos, incluso institucionales, se estuvo posibilitando -en reconocidos casos- su accionar delincuencial, otorgándose en su favor cierta permisibilidad y aquiescencia.
Es indudable que uno de los más graves obstáculos que tiene el proceso de paz que ahora se trata de poner en marcha en nuestra Nación, está directamente relacionado con el alto grado de desconfianza que existe en la gente y también en los disvalores que lamentablemente el perenne conflicto que hemos sufrido, ha sembrado en la conciencia de la masa social. Ello ha hecho que muchos hayan alcanzado a ver tan deplorable situación como algo normal, aprendiendo a vivir con el problema, soportando su fragor e, inclusive, hay que reconocerlo, algunos sectores sociales han tenido que aprender a lucrarse del mismo, porque al tratarse de la supervivencia, que no es fácil, especialmente en algunos zonas, como las campesinas o rurales, cuando no habiendo a qué o a quién más acudir, se ha tenido que aprender a aliarse y a lucrarse de lo que hay, en este caso de la delincuencia, para poder salvar la vida, la seguridad, el sustento y los demás elementos para la manutención humana y social. La fuerza de los hechos originados por la violencia, ha mantenido sometidos -secuestrados moralmente- a muchos y en alguna zonas del país, los disvalores de la violencia han alcanzado índices de aprobación verdaderamente sorprendentes. En ello ha tenido mucho que ver la ausencia e, inclusive, indiferencia por parte del Estado.
Ejemplo palpable de esa triste realidad, es lo que le ha ocurrido, desafortunadamente, a quienes viven en aquéllos extensos, ricos y productivos, pero abandonados territorios, en los que la delincuencia ha sembrado la subcultura o antivalor del narcocultivo de la coca, conducta con la cual se han hecho desaparecer los más caros principios del Estado Social de Derecho, obligando a los raizales de estos sitios, no sólo a asimilar sus malsanas prácticas, sino también a convivir en medio de todo ese mundo de tragedia e ilegalidad, pero que la fuerza de los hechos y la dura realidad, los ha enseñado a ver como si fuera algo normal que hay que soportar, y hasta defender, teniendo que cambiar abruptamente las costumbres, arraigos, tradiciones y valores propios de su raza y cultura.