Cuando ante el coronavirus tanto en España como Cataluña se ha elegido prioritariamente dar atención médica a quienes aún tienen “esperanza de vida” o sea a los jóvenes, abiertamente se excluirá a los ancianos y ancianas que mueren -1.165 en cinco días en Madrid- en la soledad de las Residencias
“En un tiempo lejano” así comenzaban los relatos donde palabra, ficción y moral se fundían y que el desamparado ser humano sacaba de su imaginación respondiendo a la crueldad de la naturaleza cuando la tribu debía acudir a los más viejos para escuchar relatos llenos de sabiduría pues sabían, sobre todo los más jóvenes, que estas parábolas habían brotado del fondo de las respuestas a la adversidad mediante las figuras que ante la muerte elevan las metáforas sagradas de la oración, metáforas que se convertirán en herencia viva para quienes inician sus retos de vida. Hay en la senectud de los grandes pensadores (as) y creadores (as) un punto de intangible magnanimidad solamente explicable por la visión de quienes convocando la belleza lograrían hacernos comprender que trascender la condición humana únicamente puede hacerse pidiendo lo imposible, ver el rostro de Dios, a quien – San Juan de la Cruz- nunca veremos, sin embargo. Ya que como nos recuerda Norbert Elias, sabio maravilloso, inevitablemente tendremos que abocar lo que él llama la soledad de los moribundos. ¿En qué momento entonces los ancianos comienzan a ser excluidos de las sociedades? En el momento en que dejan de producir económicamente y deben dar paso a la fuerza productiva que se supone incorporarán las nuevas generaciones ¿Y el saber y el conocimiento acumulados en la experiencia de los adultos? La palabra jubilación pragmáticamente indica el aparente reconocimiento del derecho a un descanso después de largos años de trabajo en una empresa, pero la pregunta es inevitable, ¿se jubila el talento creador en un hombre o mujer a los cincuenta y cinco años? Bauman acaba de morir a los 91 años. ¿La clase obrera se limitó a hacer un trabajo robótico o puede plantear con su experiencia un nuevo campo de trabajo para la economía de un país agobiado por el mal uso de las tecnologías en manos de bisoños? ¿De un trabajo alienante no se puede acceder a la libertad positiva de un trabajo liberador? ¿Un ser humano, hombre o mujer, que desapareció en la tarea mecánica de la burocracia no puede ser reconocido(a) en sus aportes a la jardinería, a la cocina, a la ingeniería o la medicina? Claudio Magris a propósito de Italo Svevo, el autor de Senilitá nos recuerda que hoy los verdaderos rebeldes son los ancianos(as) ya que al no tener nada que perder pueden desafiar cualquier norma establecida por un régimen social para el cual es más importante una economía abstracta que sus vidas. De manera que cuando ante el coronavirus tanto en España como Cataluña se ha elegido prioritariamente dar atención médica a quienes aún tienen “esperanza de vida” o sea a los jóvenes, abiertamente se excluirá a los ancianos y ancianas que mueren -1.165 en cinco días en Madrid- en la soledad de las Residencias donde sus cadáveres deben permanecer en sus camas a veces durante varios días. Escoger entre la economía o la vida es una supuesta aporía al uso de mediocres opinadores que se valen siempre de frases de moda para posar de profundos: la economía de los economistas es la de las ganancias y no las de una nueva racionalidad que logre equilibrar el trabajo con el medio ambiente porque está la economía necesaria de los empresarios del gran capital, pero también están las economías agrícolas campesinas, la economía manufacturera donde las clasificaciones por edad no existen.
Un mecánico, un artesano, una modista, un campesino agricultor o pescador nunca se jubilan tal como lo estamos comprobando con la pandemia. Clasificar a los mayores de 70 años bajo el estremecedor rótulo de “sobrevivientes” tal como lo acaba de hacer la Oficina del Coronavirus, a mis 83 años ¿me ha irritado por su burdeza o me ha llevado a confesarme a mí mismo que verdaderamente, como decía Picasso, para ser joven se necesita de muchos años? ¿Será incluida en el Plan de Desarrollo la necesidad del ocio para que el pensamiento nos libere? Una cosa es trabajar y otra estar ocupado.