¿Por qué son idénticos los métodos terroristas supuestamente izquierdistas utilizados en Bogotá y Quito y los empleados por el ultranacionalismo catalán?
Después de ver a un escuadrón de policía colocando los escudos para defenderse de la lluvia de piedras, de grandes trozos de roca arrojados con una insania desconocida por unos jóvenes encapuchados frente al Palacio de Justicia en Bogotá, la pregunta - ante esa actitud a la defensiva- debe partir no de los sofismas propagandísticos en que los justificadores de la violencia se escudan detrás de la honestidad y de la ingenuidad política de los grupos de estudiantes; lo cual supondría que esos escuadrones tan estrictamente conformados, respondiendo a estrategias calculadas de ataque, no son lo que son, milicias del terror adoctrinadas y adiestradas militarmente sino defensores de la educación y la probidad, equívoco que conduce a la paralización de la justicia, confunde a las autoridades y en manos de una información manipulada lleva a una confusión moral. Ver, entonces, cómo se infiltraban en las marchas de las comunidades indígenas en Quito recurriendo a las mismas estrategias de las guerrillas urbanas con quemas de vehículos, lanzamiento de cohetes, logrando su objetivo: quemar los archivos generales del Ecuador con documentos fundamentales sobre los gobiernos de Correa nos lleva a sacar conclusiones necesarias ya que ahora mismo los estamos viendo en las jornadas de terror que se viven en Barcelona por parte de estos milicianos que con la astucia debida utilizan como carne de cañón a jóvenes burgueses para los cuales estas marchas y enfrentamientos a nombre de su “patria” se reducen a una quema de adrenalina y nada más, eso sí con ingenuos cantos y danzas de millenials como preámbulo de la violencia final de las marchas. Fue la Eta el movimiento armado que de luchar inicialmente por la independencia del país vasco derivó de inmediato hacia el pistolerismo –tal como había sucedido con el Ira- amparándose en una violencia abstracta a nombre de una supuesta superioridad de raza, imponiendo con violencia un cambio de lengua, haciendo cómplice de estas insanias a ciertos grupos sociales incluso de las llamadas clases altas. El concepto de Kale Borroka o sea la estrategia de recurrir a la violencia callejera sin contención alguna fue utilizado permanentemente buscando el logro de objetivos políticos mediante el miedo y la extorsión, la infamia del secuestro, los grandes atentados contra la población civil, la difamación y los asesinatos selectivos, recurriendo a jóvenes previamente adoctrinados y deformados por el odio. Todo esto degradando a los medios de comunicación, a los centros de enseñanza, a las universidades y por supuesto persiguiendo a las conciencias libres. Por fortuna la justicia los castigó ejemplarmente. En este estado de los acontecimientos la pregunta que se hacen en Quito y ahora en Cataluña es la misma. ¿Quién está detrás de estos actos de suprema irracionalidad? ¿Por qué son idénticos los métodos terroristas supuestamente izquierdistas utilizados en Bogotá y Quito y los empleados por el ultranacionalismo catalán? El levantamiento obrero de 1909 pretendió quemar Barcelona, Durruti el anarquista que durante la Guerra Civil española realizó las jornadas de terror a nombre de una nueva sociedad ayudó a comprobar que la violencia por la violencia es siempre reaccionaria, filosofía que parece paradójicamente cobrar presencia a lo largo de estas jornadas de excesos en una espiral de irracionalismos que terminará por devorar a los mismos dirigentes que la propiciaron , a esos “patriotas” que a nombre de una falsa República, discriminadora, racista, -el 51% de los catalanes no está de acuerdo con ellos- está siendo tomada por los grupos nacionalistas más extremistas lo que los llevará a lo peor, a la postración económica. La Justicia española – que ya ha cualificado suficientemente al terrorismo como atentado contra el derecho a pensar de manera diferente- ha sido clara al respecto saliendo en defensa del orden institucional: el castigo será proporcional al delito cometido. Y finalmente con el rechazo social tal como ha sucedido cuando las comunidades indígenas comprobaron que estaba siendo manipuladas y el rechazo de las conciencias libres a esta nueva violencia desquiciante, carente de sentido alguno.