Los Estados Unidos, el mal vecino de América. ¿Quién le teme a Donald Trump? (Primera Parte)

Autor: Jorge Arango Mejía
29 enero de 2017 - 12:00 AM

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a la América de miseria en nombre de la libertad.” 

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar a la América de miseria en nombre de la libertad.” (El Libertador, Simón Bolívar, en carta al coronel Patricio Campbell, de Jamaica, redactada en Guayaquil, el día 5 de agosto de 1829); 
“¡Pobre Méjico!: ¡tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” (Frase atribuida, generalmente, al filósofo mejicano Alfonso Reyes Junco); 
“Zancudo: ¡el único contra el cual el gringo nada pudo!” (Dicho popular, en Panamá);
“¡Si vas por América Latina, habla suave, pero lleva oculto un gran garrote!” (Consejo que daba a sus amigotes o cómplices, Teodoro Roosevelt, el presidente de los Estados Unidos, por cuyas órdenes ese estado incumplió el tratado celebrado con la República de Colombia, sobre la zona del Canal de Panamá; traición o felonía que generó, vale decir, causó directamente, la segregación del territorio correspondiente a la que hoy es la República de Panamá.) 
Abrigaba, como última, la esperanza de que todas las tonterías, amenazas, y bravatas de Donald Trump, fueran parte de una estrategia publicitaria diseñada para atraer los votos de los norteamericanos de las clases media y baja, resentidos, humillados y explotados por los dueños del gran dinero, quienes son, a la vez, los que han establecido la política imperialista. Política que ha hecho de esa nación, la más odiada por todo el mundo, vale decir, por todos los habitantes del planeta Tierra, que la padecemos, en mayor o en menor medida. Que una vez ganadas las elecciones, Donald Trump se quitaría su máscara de actor de película de terror, recobraría la compostura, las buenas maneras que son de usanza entre las naciones civilizadas, y que permiten la convivencia pacífica y constructiva entre los pueblos. Que, en fin, este sucesor de Lincoln, el que escribiera la Declaración de Gettysburg, respetaría la herencia de su nobilísimo antecesor en la Casa Blanca y observaría algunas de sus enseñanzas. 
¡Cuán equivocado andaba! Bastó el discurso de posesión y fueron más que suficientes algunas medidas adoptadas por el nuevo presidente del Imperio, para hacerme caer en la cuenta de mi error y aceptar la dura, la inflexible realidad: los Estados Unidos, si no todos sus habitantes, al menos su máximo dirigente y sus compinches, han regresado a las épocas en que se quemaba a las brujas en Salem, para divertir a los lugareños y aterrorizar a sus mujeres, o a otras aún más sombrías y peores… Vuelve -¿por qué no decirlo?- el Ku kux klan, con sus encapuchados, que perseguirán negros, a la luz de la luna, para ahorcarlos sin fórmula de juicio, violar sus mujeres y reducir sus casas a cenizas… Todo, en medio de una borrachera general, causada por licores baratos, prejuicios ancestrales, y agitadores de la peor clase, del estilo de nuestro inefable Gustavo Petro, quien no puede librarse de su pasado de delincuente… 
Pero si lo anterior no fuera suficiente, como prueba de la imbecilidad, la cobardía y la matonería barata de este payaso de feria que es el nuevo amo del Imperio, ahí está el muro de la infamia, que bien podría llamarse “Monumento a la Estupidez de Donald Trump”. ¿Por qué? Sencillamente, por estas razones:
1ª.) Para nada servirá. Vale decir, para nada bueno, pues no será eficaz. Baste decir que cualquiera, hasta un animal tan torpe como el topo, puede hacer un túnel. O puede saltar sobre el muro, valiéndose de una garrocha. Se dirá que habrá guardias armados y dispuestos a disparar sobre cualquier mejicano, o sobre cualquier “latino”, gentilicio que ahora algunos ignorantes aplican a todos los que hemos nacido al sur de la frontera que separa a los Estados Unidos de América, de estos países que, por más de doscientos años, han padecido la codicia, los abusos, la intolerancia y los desmanes del Gran Hermano, también llamado el Coloso del Norte. Siempre ha habido tales guardias y poco han conseguido con sus asesinatos, como lo demuestran los millares de “espaldas mojadas”. 
Con razón, en consecuencia, se ha dicho que el muro es innecesario. Si ello es así, ¿por qué los gobernantes gringos lo construyen, con el dinero de los contribuyentes? Sencillamente, por diversas razones: 
La primera, que es muy fácil gastar los dineros públicos innecesariamente, derrocharlos (allá, como aquí, “lo que nada nos cuesta, volvámoslo fiesta…”). 
La segunda, que hacer ostensible esa línea divisoria entre las dos naciones, es una manera de insultar, rechazar y discriminar a los mejicanos y a todos los latinoamericanos. A quienes nos han arrebatado hasta el derecho a llamarnos “americanos”. O, al menos, han intentado hacerlo…
Ei próximo domingo: “ESO NO PUEDE PASAR AQUÍ”, análisis basado en la novela de ficción política de Sinclair Lewis, que lleva este título.

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Comentarios:

augusto
augusto
2017-01-29 13:17:10
Pues como hombre orquesta le auguran poco tiempo >>> youtube.com/watch?v=QCLzVKUd-r4

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