La Cena del Señor, en la Cárcel de Bellavista, ofrecida hace 48 años por don Germán, es un claro mensaje de amor y reconciliación que se viene entregando, siempre el Jueves Santo, a los presos enfermos de cuatro pabellones: Enfermería, Siquiatría, TBC y Adulto mayor.
Quienes profesamos la fe católica, sabemos que se está terminando la Cuaresma, ese período de cuarenta y seis días desde el miércoles de ceniza hasta la víspera del domingo de Resurrección, en el cual la iglesia nos insiste en que es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna, y nos recuerda que “cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia y los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos”.
Precedida por este tiempo de Cuaresma, está la Semana Santa, tiempo en el cual se celebra la institución de la eucaristía, en el Jueves Santo; se conmemora la Crucifixión de Jesús, el Viernes Santo, y la Resurrección en la Vigilia Pascual, durante la noche del Sábado Santo al Domingo de Resurrección. La institución de la eucaristía se constituye así en un acontecimiento fundamental de la cristiandad. La Última Cena fue una reunión en la cual Cristo fraternizó con sus discípulos por última vez, antes de su arresto y crucifixión.
Durante estos dos milenios, la Última Cena ha inspirado a las gentes a vivir por fe en Jesucristo, sirviendo a otros, en lugar de seguir las influencias del mundo de esperar ser servido. Uno de esos “inspirados”, es, sin lugar a duda, don Germán Suárez Escudero. Veamos:
La Cena del Señor, en la Cárcel de Bellavista, ofrecida hace 48 años por don Germán, es un claro mensaje de amor y reconciliación que se viene entregando, año a año, el Jueves Santo, a los presos enfermos de cuatro pabellones: Enfermería, Siquiatría, TBC y Adulto mayor. La celebración del próximo jueves 18 de abril de 2019 será la Cena número 48, consecutiva desde 1972. En palabras de don Germán, “está destinada a llevarles un mensaje de amor y un motivo de meditación en la muerte y resurrección del Señor, a unos hombres que no sólo han perdido la libertad, la familia y el trabajo, sino también la salud. Se trata de festejar, con derroche de esmero y pulcritud, el momento bíblico que representa, centrado en un apetitoso almuerzo, complementado con vino, manzanas, galletas y pasteles. Viene después la entrega de elementos de uso personal, tales como papel higiénico, jabones perfumados y para lavar la ropa, cepillos, crema dental, maquinitas de afeitar, toallas, camisetas, calzoncillos, medias”, y todo lo que reciba y juzgue don Germán, es de utilidad para los reclusos.
Muchos se preguntarán, ¿quién es este hombre que ahora llega a 48 años ininterrumpidos con semejante tarea de amor a cuestas?: don Germán Suárez Escudero es un frontineño casado con doña Myriam Restrepo García. Estudió en el Liceo de la Universidad de Antioquia y en la universidad norteamericana de Columbia, donde obtuvo el título de Administrador de Negocios. Reconocido como geógrafo, cartógrafo e historiador; es miembro del Club de Geografía de la Universidad de Antioquia, de la National Geographic Society, de The American Geographical Society, de la Academia Antioqueña de Historia y de la Sociedad Bolivariana de Antioquia. A partir de 1957, la Editorial Bedout y la Comunidad del Colegio de San José le publicaron muchos trabajos, tales como Todo Mapas, y Medellín, su historia y su geografía.
Instaló sus grandes mapas de Colombia en relieve, de escala 1:750.000, en muchos colegios y varias universidades de Medellín y Bogotá. Para don Germán -dijo el poeta de la raza, Jorge Robledo Ortiz-, “el cuerpo de Colombia no tiene ningún secreto. Lo ha sentido totalmente desnudo, palpitante, prisionero en la red de sus ríos, en la resolana de sus valles y en la frescura de sus montes donde se encharca la sombra”. Adicional, don Germán Suárez Escudero, es hoy Miembro de Número de nuestra Academia Antioqueña de Historia.
Tengo un añejo cariño por don Germán, que data de mi época de estudiante de primaria en Liborina, cuando las paredes de las aulas escolares eran decoradas con sus mapas de Antioquia, Colombia y el Mundo, y gozábamos haciendo girar su novedoso Globo Terráqueo, dando rienda suelta a la curiosidad y a la esperanza de viajar algún día por el mundo.
Felicitaciones, don Germán; felicitaciones al amigo, al Académico brillante, al hombre que goza “sirviendo a otros, en lugar de seguir las influencias del mundo y esperar ser servido”: los 48 años de la Cena del Señor, lucen hoy en su corazón y en su vida, como la más bella de las tantas condecoraciones recibidas.