No deja de sorprender la ortodoxia del Banco, estando allí dos keynesianos activistas como Ocampo y Echavarría.
El principal mérito de Duque es estar en la presidencia en lugar de Petro: después de esto todo lo demás es ganancia.
Duque heredó una situación macroeconómica complicada, ocasionada tanto por el derrumbe del precio del petróleo en 2015, como por el desafortunado manejo que el gobierno de Santos dio a la bonanza de los cuatro o cinco años anteriores.
En una economía pequeña, como la colombiana, que representa menos de medio punto porcentual del PIB mundial; sin un mercado interno grande, a diferencia de México y Brasil, y dependiente de la exportación de bienes primarios, el ciclo económico está en gran medida determinado por la dinámica de los tres grandes jugadores de la economía mundial – Estados Unidos, China y Unión Europea – y sus efectos sobre los mercados de materias primas, el petróleo, en particular.
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No quiere esto decir que estemos totalmente condenados a padecer los vaivenes de la fortuna de forma enteramente pasiva. Los gobiernos de los países como Colombia, que son la mayoría, pueden moderar los efectos del ciclo externo siguiendo una norma muy sencilla actuación: tomar decisiones sobre la base del ingreso permanente y no del ingreso transitorio. Para mantener un patrón de gasto más o menos uniforme, hay que ahorrar en los auges para poder compensar en las recesiones.
Los dos ministros de hacienda de Santos – Echeverry y Cárdenas – fueron pródigos y manirrotos. El primero acrecentó el tamaño del gobierno de forma escandalosa y el segundo consintió en entregarle a Vargas Lleras no menos de seis billones de pesos para la fallida campaña electoral de las viviendas regaladas. No conformes con mecatearse los ingresos petroleros, aumentaron el endeudamiento y dejaron a la economía en una situación de fragilidad extrema en el momento en que sobrevino el previsible cambio en la tendencia de los precios del petróleo.
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Hay que decir que el gobierno Duque es en parte responsable de la lenta recuperación de la economía por haber optado por un ajuste extremadamente gradual. No obstante, si tiene la suerte de que el petróleo se mantenga por encima de 60 dólares el barril, probablemente consiga reparar los platos rotos, a pesar de las dificultades adicionales que al manejo macroeconómico introduce la errónea política monetaria del Banco de la República.
Durante varios meses el Banco estuvo comprando divisas, dizque para fortalecer la posición de reservas del país, y solo se detuvo hace un par de semanas, cuando el precio del dólar había superado los $ 3.300. Esta política - además de contribuir a la devaluación, lo cual desmejora la situación fiscal pues eleva el costo en pesos del servicio de la deuda externa - cierra el margen monetario de que dispone el banco para maniobrar sin comprometer la meta de inflación.
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Esta, y no otra, es la razón por la cual el Banco ha mantenido inmodificada, desde abril, su tasa de intervención. Con todo, no deja de sorprender la ortodoxia del Banco, estando allí dos keynesianos activistas como Ocampo y Echavarría.
Seguramente para Samper o Santos habrían encontrado la forma de bajar la tasa de intervención pues, afín de cuentas, qué es un punto más de inflación a cambio de uno menos de desempleo, sobre todo si se trata de un amigo. Pero no, ese no es un favor que se le pueda hacer a Duque y menos a su ministro Carrasquilla. ¡Faltaba más! Para eso somos “autónomos”.