Desde el siglo 20 se ha profundizado en una propuesta de gobernar que se ha convertido en sinónimo de controlar la población mediante la mentira y toda clase de mecanismos que lleven a la sumisión como su máxima expresión.
Vivimos época de intenso control sobre toda actividad humana. ¿La libertad como patrimonio o la conquista del bienestar común se han vuelto meras ideas?
Independiente de las discusiones, propias tanto de la filosofía política como de la ciencia política, creo que desde otras ciencias sociales puede plantearse un eje valioso para establecer diferencias entre regímenes políticos.
Por una parte, está el viejo ideal de la eudemonía de los griegos de la época de Pericles, una propuesta que buscaba crear las condiciones para el logro de la felicidad entendida como buena relación con las pasiones humanas, nuestros “demonios”. Esa propuesta ya contenía una limitación pues solo incluía a los ciudadanos, hombres y propietarios. Esclavos y mujeres estaban excluidos de esa aspiración. Sin embargo, este ideal va a ser el modelo para que el mundo occidental piense el bien, ya sea como felicitas o como la mencionada eudemonía. Pero con Maquiavelo se va a dar otra perspectiva, la que en el siglo 20 se va a canonizar. La discusión se ha desplazado ya de lleno y el gobernante, “el príncipe”, es quien cuenta, el centro es su capacidad de ejercer el mando y controlar el poder. El ideal de la buena vida se posterga, ya los gobiernos y quiénes controlan los estados no parecen estar interesado en el bienestar de los ciudadanos, solamente es considerado el mundo y los intereses de una minoría que controla el poder económico, mientras tanto el resto de los habitantes de un país o una sociedad parecen estar sometidos cruelmente a los designios de la plutocracia reinante.
Pocos gobernantes justos buscan la armonía, la paz y el bienestar; casi todos parecen buscar la realización de sus fines, acrecentar los bienes de su grupo de poder y por ello sólo les interesa efectivamente el control social. Hay una desvirtuación profunda en el sentido del gobierno de las sociedades humanas que siguen el modelo maquiavélico que privilegia el control y la gobernabilidad sobre las ideas de bienestar común, libertad y justicia.
Desde el siglo 20 se ha profundizado en una propuesta de gobernar que se ha convertido en sinónimo de controlar la población mediante la mentira y toda clase de mecanismos que lleven a la sumisión como su máxima expresión. El nacionalsocialismo en Alemania, el comunismo en la Unión Soviética y en China fueron expertos en técnicas de dominación y sometimiento mediante la publicidad, la propaganda y la creación de organismos directamente relacionados con esta tarea. En 2008 Hugo Chávez en Venezuela envió funcionarios del Ministerio de Justicia a visitar el centro de tecnología chino ZTE Corp. de Shenzhen. El objetivo era poner en funcionamiento un programa nacional de identificación, “el carnet de la patria”, y luego esa tarjeta se convirtió en una eficaz herramienta para información permanente sobre el comportamiento socioeconómico y otras variables de interés para el dominio de la población. Una cohesiva política de comunicaciones, con la destrucción de los medios de la oposición, ha terminado por convertir a la nación vecina en un régimen totalitario que desprecia el bienestar y la libertad de los ciudadanos y lo sacrifica todo a la permanencia en el gobierno.
Esos casos que menciono son emblemáticos, ya no se trata de gobiernos de izquierda o derecha, lo que predomina en el mundo actual es un poder descomunal que desprecia el ser humano concreto, ignora las definiciones clásicas o contemporáneas de bienestar y construye su hegemonía en base al sometimiento brutal.