Independientemente de la gravedad de la covid-19 y de las nefastas situaciones que se han vivido alrededor del planeta, lo cierto es que se ha puesto de presente la fragilidad de la mente del ser humano.
¿Quién de nosotros se hubiera imaginado, por un instante, que nuestras mentes fueran presas de un pánico global, de todos al mismo tiempo, en diferentes culturas, continentes, religiones, etnias, escalas sociales, creencias políticas? Un terror que nos paraliza, nos impide salir de nuestras casas, cruzar la calle, y ni qué decir de saludar al vecino. Miedo que va más allá de las decisiones gubernamentales relacionadas con el distanciamiento social, cuarentena, confinamiento, lock down, o como lo queramos denominar. En efecto, a pesar de las restricciones vigentes en distintos lugares del mundo, obviando su obligatoriedad o no, o si el miedo es legítimo o no, la realidad es que hemos cambiado nuestro comportamiento social.
Independientemente de la gravedad de la covid-19 y de las nefastas situaciones que se han vivido alrededor del planeta, lo cierto es que se ha puesto de presente la fragilidad de la mente del ser humano. Lo frágiles que somos frente a la recepción continua, homogénea y calculada de mensajes cargados de información que nos conducen a quedarnos en casa, a no hablar con los demás , a no reunirnos, a no reírnos , a no compartir, a no ejercitarnos, a no tocar nada, ni a nadie. Y nos dan las instrucciones exactas en largos manuales de cómo hablar, cómo caminar, cómo correr, cómo bailar, cómo salir de compras, cómo lavarnos las manos, cómo entrar a la casa, cómo lavar la ropa, cómo lavar la comida, etc . Ya no queremos ir de viaje, ni a la playa, ni a un restaurante, menos aún tomar un avión, un bus, el metro, todos queremos quedarnos en casa porque de lo contrario vamos a morir.
Y todos en mayor o menor grado hacemos caso. Si, hacemos caso, siguiendo las órdenes, las instrucciones impartidas por alguien, órdenes que se replican por gobiernos, medios de comunicación, redes sociales, columnistas, periodistas. Órdenes basadas en criterios científicos, nos dicen, lo dice la Organización Mundial de la Salud (OMS), y por eso somos obedientes, porque lo dice alguien a quien le creemos.
Todos al unísono nos envían instrucciones y todos seguimos las órdenes porque estamos con miedo, con terror de morir, con terror de vivir, y esto es lo peor de esta situación. Esto es lo peor de esta pandemia global que en la que según worldometers.com han muerto 374.954 personas, es decir el 0.005% de la población total, y en el caso colombiano han fallecido 939 personas, el 0.032% de la población. Lo que yo quiero traer de presente no es ser indiferente frente a los decesos y el dolor que causa la muerte para familiares y amigos, pero lo que sí quiero traer a colación es que se ha comprobado, y este sí es el miedo real al que todos nos tendremos que enfrentar de ahora en adelante, que somos presa fácil de la manipulación cuando tenemos miedo, cuando el terror nos domina. Ese miedo ha llevado a la bancarrota a grandes y pequeñas empresas, ha generado desempleo a lo largo y ancho del planeta, ha truncado las políticas públicas de casi todos los gobiernos, ha llevado al desespero a las madres y sus hijos a través de las clases por Zoom y hasta ha sido ha sido la estocada final al capitalismo, dicen algunos. Toda esta debacle de dimensiones planetarias se ha llevado a cabo sin disparar una sola bala en nombre de la pandemia, ni una bala en contra de nadie, no ha habido una revolución , ni revueltas, ni marchas. Ha sido todo en nombre del interés general, en nombre de la salud. Hoy ha sido la OMS. Y mañana, ¿quién o quiénes? ¿En nombre de qué enemigo real o imaginario nos llevaran a tomar o a no tomar decisiones? Hemos quedado al desnudo… nuestras mentes han quedado al descubierto… quienes gozarían de conspiraciones a escala global ya vieron que es posible… que nos pueden llevar a donde quieran sin un solo tiro, solo tienen que infundir miedo y ya lo han logrado. Este si es el verdadero terror de la pandemia.