Las vacías noches de Medellín
Se van imponiendo los vocablos y expresiones como consecuencia de la soberanía de los pueblos en la construcción de su propio idioma; es la supremacía del vulgo sobre la tan a veces soberbia actitud de los letrados. Y muchas veces esas imposiciones se van vaciando de su original significado para ser adoptadas por los falsos intelectuales, que se atreven a darles contenidos peregrinos, como imponiendo modas.
Se van imponiendo los vocablos y expresiones como consecuencia de la soberanía de los pueblos en la construcción de su propio idioma; es la supremacía del vulgo sobre la tan a veces soberbia actitud de los letrados. Y muchas veces esas imposiciones se van vaciando de su original significado para ser adoptadas por los falsos intelectuales, que se atreven a darles contenidos peregrinos, como imponiendo modas. En la industria del espectáculo, se incurre en este pecado que desorienta al mundo, pues se habla de cultura donde solo hay negocio, se pretenden hacer pasar por expresiones culturales lo que solo es una burda celebración del mal gusto y, entones, surgen decires como lo de movida cultural, que es el universo vacío de lo sin sentido.
En la ciudad solo nos quedan los bares para pasar la noche. Nos quedamos sin un buen sitio donde disfrutar de un montaje digno de ser mostrado a la cantidad de turistas y visitantes que nos llegan cada vez más, y de ser disfrutados por los lugareños. Parece increíble, pero un concierto de una banda o músico famoso en el mundo, es para nosotros un hecho histórico; aun las autoridades locales los manejan como indicadores de gestión en materia de realizaciones públicas, cuando lo que realmente debe medirse en la situación de ciudad para atraer actividades de este tipo, sobre todo de artistas y espectáculos vigentes, pues lo que ha llegado hasta ahora, es música vieja. Pero vieja la música o no, solo podemos gozar de un espectáculo de calidad una o dos veces al año.
El turismo no solo puede significar la construcción de hoteles: la noche de la ciudad tiene que ser segura para que ningún foráneo sea atacado por las fuerzas del mal, para que nadie sufra las inclemencias del vandalismo que no ha podido ser ni siquiera aprehendido por nuestra Administración local. En cualquier ciudad del mundo, una incursión nocturna por el centro histórico, es una experiencia agradable, digna de ser recordada, el signo con el que se describe el país entero. Entre nosotros no. Hay esfuerzos grandes de personas y entidades privadas que mantienen actividades, pero sin un apoyo cierto de las autoridades, mientras que con el patrimonio público, algunos desarrollan actividades rarísimas, que nada tienen que ver con lo que les toca administrar.
El centro, hay que decirlo, tienen un abandono inveterado por parte de las administraciones municipales, todas, de los últimos años. Se hacen ingentes esfuerzos, dignos de alabanzas, como el regreso de la retreta al Parque de Bolívar, pero no hay una política seria para recuperarlo. El caso del Tptu, es bien curioso. Hay que recuperarlo porque se ha vuelto un feo lugar que degrada, aún más, el centro. Deberíamos aprovechar la discusión sobre la continuidad de su administración para darle un nuevo aire. Si es cierto que su director es tan bueno, que lo demuestre devolviéndonos un espacio que necesitamos. No se trata solo del cambio, sino de que quien lo dirija lo haga bien, usándolo para los fines que fue concebido y devolviéndole el esplendor que tuvo.