Las siete contra Vicente Torrijos

Autor: Eduardo Mackenzie
5 diciembre de 2018 - 09:01 PM

¿Podrá Colombia liberarse por fin de esas presiones y avanzar en el conocimiento real de lo que ha pasado en las seis últimas décadas en materia de violencia?

Observo que El Espectador le da exagerada importancia a una carta firmada por siete “académicas internacionales” que están molestas con la nominación de Vicente Torrijos para la dirección del Centro de Memoria Histórica.

Parece que las siete señoras –que lo único que tienen de “internacional” es que dictaron clases alguna vez en una universidad extranjera--, le han enviado un mensaje furibundo al presidente Iván Duque. Lo invitan a que renuncie a firmar ese nombramiento.

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En un tono increíble, como si fueran las dueñas del citado organismo, decretan que el señor Torrijos “no es un candidato idóneo para dirigir el Centro”. Le reprochan haber sido “asesor del Ejército colombiano”. Estiman que un ensayo que Torrijos envió a la Comisión Histórica del Conflicto “no mantiene los criterios de rigurosidad de un trabajo académico serio”. Agregan que “su visión del conflicto armado es sesgada y poco rigurosa”.

Como se ve, la carta avecina más con el insulto que con la argumentación. Es insoportable que siete profesoras hagan tanto ruido para impedir de otro profesor universitario ocupe un cargo por el hecho de que él no piensa como ellas. ¿Y por qué siete profesoras contra un profesor? ¿Una ofensiva más del feminismo más obtuso?

Las doctoras deberían demostrar que tienen la autoridad “académica” suficiente para atreverse a tanto, para descalificar a otro universitario. ¿Dónde está la obra capital, científica, “rigurosa”, y metodológicamente irreprochable, que las habría puesto en la cúspide desde donde vociferan de esa manera? ¿Dónde está el gran aporte de ellas a la comprensión del llamado “conflicto armado colombiano”?

Después de pasar horas en Google buscando los libros, artículos, editoriales, reseñas u otro tipo de escritos de las damas descontentas encontré solo links inservibles. Seguiré buscando en las bibliotecas los títulos de las obras que aparecen en sus noticias biográficas pues las preguntas son muchas. ¿Cuándo descubrieron estas damas que las Farc y los otros aparatos similares eran bandas criminales? ¿Cuándo dejaron de verlos como “rebeldes”, como simples variantes de liberalismo y de la izquierda, y que su terror era “político”, “legitimo” y hasta “necesario”?

Ellas hablan de “ciencia”. Sería bueno saber cuándo ellas descubrieron que el marxismo había fracasado como filosofía de la historia y como análisis de las evoluciones sociales. Y cuándo admitieron que el único mérito del marxismo, una religión laica, fue el de inspirar régimen inicuos producto de la centralización burocrática y totalitaria del poder.

Por lo pronto, lo más chocante es que ellas utilizan el argumento de un cese de financiación extranjera al Centro de Memoria Histórica si el presidente Duque insiste en nombrar a Torrijos. Amenazan con el retiro de los aportes que éste recibe de Usip (United States Insitute for Peace), de la Usaid (United States International Development Agency) o del Idrc (Internationational Development Research Centre). Si el gobierno colombiano instala en ese cargo a un “historiador” que no piense como ellas, “no pasarán más de un par de años antes de que las financiaciones de Usip y Usaid desaparezcan”, lanza una de ellas. ¿Tienen esas profesoras tanto poder?

Que bajeza.

Esa advertencia muestra hasta qué punto la historiografía universitaria colombiana es un mundo opaco y ha sufrido en gran parte la presión de factores externos. Durante mucho tiempo la llamada “academia” monopolizó la actividad historiográfica. Y lo hizo, desafortunadamente, bajo la orientación de intelectuales que se guiaban más por lo que decía el comité central que por lo que decía la realidad y la documentación existente. En esas condiciones, la “historia” fue ciega, militante y partisana. No fue historia sino un artilugio de combate. No estaba al servicio del conocimiento sino de un proyecto político.

¿Vamos a seguir en lo mismo?

¿Podrá Colombia liberarse por fin de esas presiones y avanzar en el conocimiento real de lo que ha pasado en las seis últimas décadas en materia de violencia? ¿La “academia” dejará por fin su rechazo obstinado de la realidad? ¿Seguirá negando el papel dirigente, unilateral y bestial, de cuatro dictaduras comunistas (URSS, China, RDA y Cuba), en la organización, lanzamiento y sostenimiento de las bandas que ensangrentaron durante la Guerra Fría y hasta hoy a Colombia? ¿Dejarán de disolver la realidad de esa agresión mediante la noción inepta de “conflicto”, verdadera cortina de humo que sirve para ocultar responsabilidades (si todos son culpables nadie es culpable) y que pretende poner un signo de igualdad entre los aparatos narco-comunistas y las fuerzas de defensa de un país democrático?

¿Podremos liberarnos de esa impostura y encarar la realidad?

Nada está ganado. Se cierne de nuevo el riesgo de un control arbitrario del CMH. Los intelectuales orgánicos pretenden que la orientación del Centro de Memoria Histórica debe responder a la “implementación” de los acuerdos de La Habana.

Es eso lo que está detrás de las gesticulaciones desesperadas de la izquierda contra los candidatos que emergen para reemplazar a Gonzalo Sánchez. El actual director del CMH está muy molesto por el fin del régimen de JM Santos. Sánchez dice, en efecto, que Colombia vive “un momento muy extraño” y que “los astros se desalinearon demasiado rápido”, y hace saber que un nombramiento como el de Torrijos hará que el CMH se convierta “en vocero de un sector del conflicto en Colombia, o de una sola línea de víctimas”. El hombre no puede ver las cosas sino así: o son los unos o son los otros.

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¿El CMH debe seguir siendo un club de amigos que van a Bogotá para ser “promovidos como profesores en Estados Unidos, Canadá y Europa”, como cuentan las siete profesoras?

El Presidente Duque tiene la palabra.

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