No olvidemos que Sanguino en medio de las conversaciones de paz solicitó, nada menos, que a las Farc les fueran concedidas 40 y 40 curules en el Senado y el Congreso.
Sanguino es un representante de los llamados “Verdes” quien con reiterada frecuencia está apareciendo en los distintos medios de comunicación para defender al partido de las Farc y para atacar a quienes pretendan cuestionar a la JEP y naturalmente considerando que el uribismo es el culpable de todas las catástrofes del país. Con suma habilidad ha sabido ocultar su pasado político, su antigua militancia pero debemos suponer que al serle concedida la vocería de su grupo es porque cuenta con una presencia física y sobre todo con la retórica necesaria para mostrar ante el país lo que debe suponer en tiempos de paz, una nueva figura política surgida de las oscuras tenebrosidades de la lucha armada en montañas y ciudades, una atildada voz revolucionaria en un momento político donde sobran ya la ordinariez de Timochenko o de Granda, la periclitada imagen de revolucionario convertido en delincuente raso de a. santrich o de a. el paisa, las boinas de embolador de Romaña. No olvidemos que Sanguino en medio de las conversaciones de paz solicitó, nada menos, que a las Farc les fueran concedidas 40 y 40 curules en el Senado y el Congreso. Pero debo aclarar que la creación de la imagen pública de un político que, como en este caso responde al supuesto clamor de las masas “oprimidas”, siempre ha sido un planteamiento fundamental de la propaganda política tal como lo he venido analizando a través de los textos de Kracauer, de Kakutani sobre Hitler y Trump y tal como lo pudimos observar en la revolución cubana con la difusión masiva de la silueta del Che diseñada para manipular el inconsciente colectivo y convertir en íconos a “los guerrilleros heroicos”. La mano con la rosa fue el símbolo del socialismo portugués triunfante en la conquista de la democracia, imagen que el belisarismo degradó copiando malamente este logotipo y que las Farc acabaron de degradar aún más con el logo torpe de su rosa. ¿A quién después de conocer los horrores del exterminio de setenta millones de personas, se le ocurriría seguir identificando la hoz y el martillo con la fraternidad de los explotados que luchan por su liberación? Recordemos que la comercializada figura del Che terminó de pegatina en las botas y camisetas de los drogos. Pero ¿es que Maduro habla, dice algo su elefantiácea corpulencia, dice algo la ordinariez de un Diosdado Cabello? La retórica, nos recuerda Aristóteles es el arte de convencer con verdaderos argumentos: y esas armas en una democracia no son otras que la honestidad, la claridad moral lo contrario del engaño y la manipulación propias del autoritarismo. ¿A quiénes se les ocurre a estas alturas “llegar a la conclusión” como lo ha hecho el Foro de Sao Paulo de continuar la “lucha contra el imperialismo norteamericano” mientras estos delincuentes tienen grandes propiedades en La Florida y su verborrea anticapitalista se ha degradado hasta lo siniestro? ¿No sintieron la hedentina de los cadáveres de los opositores, el grito de los torturados en esa ciudad de los muertos? Grotescos fueron los bramidos de Lozada en el Congreso anunciando la reanudación de esa lucha antiimperialista con “el temor de que la derecha le pegue un tiro por la espalda” En este caso su melodramática actuación lo que busca es crear confusión ante su negativa, al serles democráticamente concedida la palabra, de responder por sus actos de barbarie, de entregar las fortunas escondidas, recurriendo al histrionismo de las telenovelas populacheras. El tótem de Sanguino todo de verde pálido vestido, su cavernosa voz mediante la cual quiere mostrar sabiduría y ejemplaridad, abre la boca y remata su descripción del presidente con una frase digna del mejor “veintejulierismo”: “su cara de joven frívolo y su cuerpo del pasado”. La nueva sociología de izquierdas que nos espera.