Fechas como el 8M, más que una excusa para regalar flores y chocolates, representan la muy urgente necesidad de parar como sociedad, de repensarnos el amor machista, de desromantizar los celos, de denunciar que las violencias
Por Stephanie Montoya González*
Hace unos días se difundió en internet un video de un hombre en el Metro de Medellín ofreciendo una suerte de “serenata” de despecho a una mujer que se muestra muy incómoda ante la situación. La canción habla entre metáforas de una infidelidad presuntamente cometida por la joven. En el video de pocos segundos se observa al sujeto cantando en defensa de su masculinidad herida, algunos músicos acompañan la canción y él le reclama atención mientras varios espectadores prestan atención a la escena. Nadie dice o hace nada. Al final de la grabación la mujer arroja agua al cantante y el video se corta. El mensaje de la canción es claro: la mujer ha sido infiel y el hombre, en un acto de humillación pública, la expone y le reclama.
Cuando el video empezó a volverse viral, las opiniones enardecidas de los internautas pulularon. La mayoría, hombres y mujeres, comentaron entre aplausos y felicitaciones lo valeroso del sujeto y lo merecido que tenía la mujer que se la expusiera como una “cualquiera” (por elegir el término más recatado entre los múltiples insultos). Esa misma semana en un bus camino a clase escuché un comentario que me dejó fría, aterrada y desconcertada. Mientras dos sujetos veían el video, uno de ellos comentó: “antes la sacó barata, si fuera la mía no estaría contando el cuento”. Esas palabras nos sentenciaban al miedo a todas. Días después, mi malestar aumentó al revelarse que el video habría consistido en una estrategia publicitaria para promocionar el nuevo “sencillo” del cantante protagonista del video.
No pude quedarme callada y decidí escribir estas líneas.
Para usted señor cantante, para ustedes señores del bus, para los y las internautas que eligen enaltecer la violencia de la humillación pública, para los y las que presenciaron la escena y no dijeron nada, para los que idearon la estrategia publicitaria, para quienes vieron el video y lo consideraron un acto valeroso y reivindicativo de justicia y hombría… ¡NO, no la sacamos barata! Ninguna violencia es gratuita, y a nosotras la violencia machista nos toca pagarla cara, muy cara.
Ser mujeres en una ciudad como Medellín y en un país como Colombia es más costoso de lo que siquiera nos imaginamos como sociedad. No, no es gratuito que las cifras de Medicina Legal revelen la aterradora cifra de 1.724 mujeres víctimas de feminicidios en el país entre 2017 y 2018 (noviembre). Ellas no la sacaron barata, a ellas las mataron por ser mujeres. En los últimos 5 años, según el informe, 6.013 mujeres fueron asesinadas por su pareja o expareja. ¡SEIS MIL TRECE mujeres no la sacaron barata, SEIS MIL TRECE nos faltan, le faltan a sus sueños y hoy no pueden contar el cuento!
A muchas las mataron por celos, esos que nuestra sociedad sigue justificando, normalizando y romantizando. A ellas les cegaron la vida porque las creyeron propiedad, las mataron “por amor”. Un amor que retiene, domina, posee, que, como el de la canción, humilla, expone. Un amor que mata. No sólo las mató un feminicida, ellas fueron asesinadas también por el imaginario colectivo que enaltece la violencia, justificándola, incentivándola y, por supuesto, lucrándose de ella.
El video, la canción, los espectadores mudos, los comentarios, la campaña publicitaria, la normalización de la humillación, la violencia y el control en nombre del amor y del desamor, nos recuerda que fechas como el 8M, más que una excusa para regalar flores y chocolates, representan la muy urgente necesidad de parar como sociedad, de repensarnos el amor machista, de desromantizar los celos, de denunciar que las violencias no son sólo físicas, aunque esas sean las que primero matan. Representa la necesidad de vociferar que ¡No! ¡Las mujeres no la sacamos barata, y aquí estamos aún para contar el cuento!
* Abogada de la Universidad de Antioquia y estudiante de la maestría en Ciencia Política del Instituto de Estudios Políticos de la misma universidad.