Durante estos últimos diez años recorriendo las ciudades y conociendo de primera mano sus angustias he tenido una percepción recurrente con respecto a las intervenciones urbanas; a muy pocos les importan y peor aún, casi nadie las siente suyas. Ahora visitando las regiones de Antioquia, confirmo que es necesario planear a todo precio la generación de capacidad intelectual en todas las urbes, independientemente el tamaño que tengan. En esta época de excesiva improvisación, intervenir territorios sin tener en cuenta el mensaje que se envía a la población puede ser perjudicial para el desarrollo de los pueblos.

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En muchas de estas poblaciones de Antioquia, se hicieron intervenciones elaboradas en los parques principales, tal vez el lugar más importante y de mayor referencia de todos los habitantes. Un alto contenido urbanístico, con líneas de diseño modernas y vanguardistas, pero alejadas por completo del sentir de los que diariamente viven su parque principal, el sitio donde se registraron los momentos más significativos de su vida. La gente no valora esas obras, por el contrario, añora su espacio típico, tradicional, de encuentros significativos, de reuniones masivas y momentos íntimos. Igual pasa con escuelas, bibliotecas, espacios deportivos, donde lo que quería la ciudadanía era simplemente reparar y limpiar los que había, pero el ego del gobernante entendió cambiar todo, modernizar todo. Me refiero a estos lugares que con dificultad alcanzan los veinte mil habitantes y en los que el acceso es realmente complejo, a esos a los que todos asumen como “el pueblo”; en casos más solemnes, municipio, pero casi ninguno se dirige a él como: ciudad. En estos recorridos también encuentro unas demandas muy sentidas en el tema de agua potable y alcantarillado, vías de acceso, salud, vivienda urbana y atención al campo, y casi ninguno reportando carencias en temas de alimentación, espacio público o movilidad. Lo que me ratifica nuevamente que la vida de los pueblos es verdaderamente tranquila y feliz. Esto se contrasta al salir a la zona rural donde la seguridad es el gran problema y el reclamo permanente de todos se resume en: sólo nos visitan en campaña. Si tenemos una deuda gigante con los territorios que conforman el área metropolitana de Medellín, las que son súper ciudades con muchos títulos y reconocimientos  no se imaginan lo endeudados que estamos con los demás y lo extraños que se sienten cuando se les imponen unas obras que fuera de no entender su funcionalidad, tienen que mantener.

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La mayoría de los municipios no cuentan con suficientes recursos para sostenerse y claramente no pueden sostener temas suntuarios por encima de los elementales. También pasa lo contrario, grandes soluciones para activar las economías de estos pueblos, son dejadas en el olvido para no publicitar al equipo de gobierno que las promovió, el otro extremo. Siempre la ciudadanía en el medio, padeciendo las confrontaciones partidistas, siempre quedando de última. #CiudadaníaAntesQueCiudad es una premisa por la que tenemos que trabajar, es el indicador a mostrar más allá de las grandes obras.