Luchó con dignidad contra la injusticia y el cáncer. La justicia nunca pudo fallar en su contra, pero la enfermedad lo mató.
Dos facetas definen la existencia de Óscar Arboleda Palacio. Por un lado su parábola de vida como un hombre bueno, vital, productivo, de servicio, familiar, conservador, como educador, filósofo, todo cual lo define su gran amigo, el periodista César Pérez Berrío, como un ser humano integral.
La otra cara de la moneda es la tragedia. La estoica lucha contra el cáncer, la dolorosa muerte de su hija Juliana, las acusaciones de oscuros personales contra su vida pública, la vehemente defensa de su honra ante la justicia colombiana, la cárcel, la libertad condicionada y la muerte sin que los jueces fallaran su situación judicial, pues nunca fue condenado.
A personalidades de la vida pública y política de Antioquia y de Medellín como Armando Estrada Villa, Ramón Elejalde y Carlos Arturo Piedrahíta, periodistas curtidos en esta actividad como Fernando Vera y César Pérez, comerciantes como Carlos Franco y candidatos como César Eugenio Martínez sólo se les escuchó este martes expresiones de tristeza, de lamento que un hombre bueno haya muerto sin que la Corte Suprema de Justicia le definiera su suerte ante la ley. Coincidieron en resaltar su destacada, prolifera y longeva trayectoria profesional como abogado al servicio gremialista, en la empresa privada, y su gesta en la política y como funcionario de los gobiernos de Antioquia y Medellín.
El más remoto antecedente de la vida de Arboleda fue el campo de la educación, en el cual se desempeñó como profesor y directivo docente. Alumnos como la comunicadora Claudia Posada lo recuerdan en el Colegio Conrado González y desde allí se le reconoce su capacidad entender, interpretar y enseñar filosofía y disertar amenamente de los grandes pensadores de la humanidad, formación que lo acompañó toda la vida y que supo utilizar con sapiencia en los escenarios públicos que frecuentó. Era un hombre culto y descrestaba con sus conocimientos por lo cual alguna vez lo bautizaron Heráclito.
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Conoció el gremio ganadero y lechero por su origen muy lácteo en su amado municipio de San Pedro de los Milagros. Junto con Pedro Juan Moreno orientaron por largo tiempo a la Federación Antioqueña de Ganaderos.
Paralelamente se fue vinculando a la difícil y complicada brega política y partidista en Antioquia que despegó como concejal de su pueblo. Inicialmente figuró en el ignacismo conservador, de donde pasó al villeguismo, para regresar al ignacismo pero ya convertido en el ramismo, unionismo o Equipo Colombia.
Fue diputado y luego tuvo un extenso recorrido como funcionario de las administraciones de Medellín y de Antioquia, y no enfrentó ninguna glosa o investigación por sus tareas. Intentó llegar al Congreso y fracasó en dos ocasiones al lado del político y jefe azul Álvaro Villegas Moreno, pero comenzando el nuevo siglo, en las huestes ramistas, le llegó la revancha y alcanzó en dos ocasiones la curul de representante a la Cámara en nombre del Norte antioqueño, región que con otros políticos, y siempre con el amparo del denominado grupo “Los colantos”, al mando de Jenaro Pérez Gutiérrez, mantuvo su vocería en el Congreso de la República.
El conflicto armado colombiano, que se degradó a finales del siglo pasado y comienzos del nuevo con la aparición de los ejércitos paramilitares en contra del violento accionar de la Farc, también contribuyó a contaminar el ejercicio político en todo el país y Antioquia no fue la excepción.
El paramilitarismo antioqueño alimentado en muchos casos por la peligrosa infiltración del narcotráfico desacreditó la actividad política. Aparecieron personajes que como el tuso sierra salpicaron a muchos políticos y en el caso de Arboleda Palacio lo acusó de patrocinar su campaña electoral al Congreso en el 2010, de participar en algunas reuniones y hasta de financiar el tratamiento de su hija Juliana, quien sucumbió a su enfermedad. La Corte Suprema de Justicia le abrió un proceso, lo encarceló pero después de tres años y medio nunca pudo vencerlo en juicio, pero sí un invasor y agresivo cáncer que fue avanzado paralelo a su vehemente y muchas veces impotente lucha contra las complicaciones judiciales.
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El médico oncólogo Jorge Morales Gil recordó que hace unos diez años atrás a Óscar Arboleda lo comenzó a afectar un cáncer linfático, que después le lesionó el sistema digestivo. Con enorme fuerza de voluntad le hizo frente a sus achaques de salud, se práctico el fuerte procedimiento basado en quimioterapias que se reflejó en su humanidad, pero que no lo amilanó y regresó al Congreso y fue presidente de la Cámara, que desempeñó con altura y transparencia.
Con mucha alegría y como un triunfo recibió la decisión de la Corte de dejarlo en libertad al levantarle la medida de aseguramiento con prisión y regresó a su vida familiar al lado de Patricia y sus dos hijos, a la espera que le resolvieran su caso, lo que nunca ocurrió, pues el cáncer derrotó sus ganas de vivir.
A la Corte únicamente le sirvió un muy dudoso testigo y no las voces de los 50 testimonios que hablaron a favor de Óscar Arboleda Palacio, que fue sepultado este martes en Medellín.