La reunión al comienzo de la jornada, entre líderes de ambas naciones, derivó en el acuerdo para realizar esta cumbre binacional.
Las dos Coreas celebrarán su primera cumbre de líderes en once años el próximo 27 de abril, según acordaron este jueves representantes de alto nivel de ambos países en una reunión en la frontera, sin que de momento se haya revelado ningún detalle de la agenda.
El líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente surcoreano, Moon Jae-in, se verán ese día en Peace House, un pabellón del lado sur de la Zona de Seguridad Conjunta (JSA), el único punto de la militarizada frontera entre los dos vecinos en el que soldados norcoreanos y surcoreanos se ven las caras.
En la reunión, los Representantes de los dos países, técnicamente aún en guerra, acordaron volver a reunirse en la propia frontera el 4 de abril, para seguir concretando detalles con respecto al protocolo y la seguridad de la cumbre, según se explica en un comunicado conjunto publicado al término del encuentro.
Sin embargo, el texto no esclarece si las dos partes discutieron los contenidos de la agenda para la cumbre, en la que Seúl ha insistido que debe estar presente la posible desnuclearización del régimen, un tema del que Pyongyang se ha comprometido a hablar en el último mes.
En todo caso, Seúl celebró que se concretara por fin la fecha para el encuentro de líderes, anunciado originalmente hace tres semanas.
El Gobierno surcoreano considera que la cumbre "puede ser una oportunidad única para establecer la paz en la península coreana", según el breve comunicado de un portavoz de la Casa Azul recogido por la agencia Yonhap.
A la cumbre de abril le seguirá otra histórica reunión que Kim mantendrá en mayo con el presidente de EE. UU., Donald Trump, que supondrá la primera vez que se ven las caras los mandatarios de Pyongyang y Washington, y que también debería girar en torno al programa nuclear norcoreano.
La del 27 de abril será la tercera cumbre intercoreana después de la dos celebradas en Pyongyang en 2000 y 2007 entre el entonces líder del Norte, Kim Jong-il, y los mandatarios sureños Kim Dae-jung y Roh Moo-hyun.
Las cumbres de abril y mayo han desatado una frenética actividad diplomática que ha puesto un punto y aparte en el aislamiento del régimen y que alcanzó esta semana su máxima expresión con el viaje sorpresa de Kim Jong-un a Pekín para reunirse por primera vez con el presidente chino, Xi Jingping.
El encuentro iba aparentemente destinado a mejorar lazos tras una fase de alejamiento entre estos dos aliados tradicionales -especialmente después de que Pekín aprobara en 2017 estrictas sanciones de la ONU contra las pruebas de armas de Pyongyang- y para intercambiar posturas de cara a las dos citas históricas de abril y mayo.
Los intercambios continuarán este viernes, cuando el responsable de Asuntos Exteriores chino, Yang Jiechi, se reúna en Seúl con el presidente surcoreano, Moon Jae-in; la canciller, Kang Kyun-wha, y el jefe de la Oficina de Seguridad Nacional, Chung Eui-yong, para tratar el mencionado intercambio entre Kim y Xi.
Tras un 2017 plagado de pruebas armamentísticas de Pyongyang y de cruces de amenazas entre el régimen y el propio Trump, desde principios de año la situación en la península coreana ha virado hacia el acercamiento.
En su mensaje de Año Nuevo, Kim Jong-un expresó su disposición para mejorar lazos con Seúl y aceptar la invitación que había realizado Moon Jae-in para que Corea del Norte participara en los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraron en febrero en territorio sureño.
La cita olímpica acabó sirviendo de plataforma para el intercambio de emisarios entre las dos Coreas e incluso supuso el primer viaje de un miembro de la familia Kim al Sur cuando la hermana del líder, Kim Yo-jong, visitó el país vecino para asistir a la inauguración de los JJ.OO.
Estos intercambios y la intermediación de Seúl entre Pyongyang y Washington han sido los que finalmente han servido para convocar dos históricas citas que pueden cambiar el devenir de la península y de la región Asia Pacífico.