Esperamos que los demás países firmantes del Tratado sepan corresponder al llamado a más firmeza que hace Estados Unidos, evitando así su salida y de paso dando un espaldarazo a Trump, que ojalá sepa capitalizar con prudencia frente a Kim Jong-un.
Antes de finalizar el mes de mayo, en un lugar que todavía no se ha definido de manera oficial, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se reunirá con el líder norcoreano, Kim Jong-un, por primera vez desde que iniciara la guerra en la Península de Corea. La cita resulta trascendental porque se trata de un hecho impensable hace apenas unos meses y porque en el momento en que ocurra quedará en evidencia el resultado de la política exterior de los Estados Unidos bajo la administración -y sus particulares maneras- del magnate Trump, quien ante la ausencia de más protagonismo por parte de Europa, va dando marcha atrás a la decisión de su antecesor, Barack Obama, de quitarle a Estados Unidos el papel de “policía del mundo” que las circunstancias le fijaron, principalmente después de la Segunda Guerra Mundial.
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El encuentro histórico del pasado viernes entre los líderes de las dos Coreas, Kim Jong-un y Moon Jae-in, ha alimentado las expectativas frente a la citada cumbre, pues si bien los compromisos adquiridos por ambos mandatarios no son suficientemente concretos y se limitan a la buena intención de desnuclearizar la península, el gesto de la reunión, el cálido trato que se brindaron entre ellos y el buen ambiente generalizado, ha dado un tinte de optimismo a las perspectivas de la reunión bilateral entre Corea del Norte y los Estados Unidos.
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Aunque el inesperado sendero del diálogo directo entre ambos mandatarios parece ser el fruto de esa forma de hacer política en la que cada cual se mostró duro y provocador, son muchos los analistas y expertos en diplomacia que todavía miran con elevado escepticismo lo que pueda ocurrir en dicha cumbre, no solamente por la compleja personalidad de ambos mandatarios, sino porque a la fecha en que por fin tenga lugar, ya Trump habrá tomado una decisión con respecto al Tratado de No Proliferación Nuclear que el gobierno Obama firmó con Irán en 2015 junto a Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China, y sobre el cual el 12 de enero dio un ultimátum de 120 días a los firmantes europeos, según el cual, a menos que se negociara un nuevo tratado que incorporara los reparos de Trump, este procedería a retirarse del mismo.
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Las apuestas favorecen la opción de que Trump se retirará del acuerdo, algo que anunciará el 12 de mayo “o antes”, según dijo el mismo mandatario el lunes, durante la rueda de prensa que ofreció en la Casa Blanca con motivo de la visita del presidente de Nigeria, Muhammadu Buhari. Trump se refirió al caso porque ese mismo día, en Tel Aviv, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, aseguró tener pruebas de que Irán engañaba al mundo y mantenía en secreto un programa nuclear. Sobra decir que el mandatario norteamericano dio toda la credibilidad a su aliado en el Medio Oriente. Lo que nosotros esperamos es que los demás países firmantes del Tratado sepan corresponder al llamado a más firmeza que hace Estados Unidos, evitando así su salida y de paso dando un espaldarazo a Trump, que ojalá sepa capitalizar con prudencia frente a Kim Jong-un, para avanzar en el objetivo del desarme nuclear en la península Coreana.
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Claro que cualquier cosa puede pasar cuando los que se sientan a hablar son Trump y Kim, dos personalidades que pretenden ser noticia con resultados inesperados, a los que no se ha llegado con el trabajo arduo de la diplomacia de muchos años. Y aun cuando de verdad se hubieren alineado los astros para que se alcancen las decisiones que todo el mundo espera, como es el desescalamiento de un conflicto nuclear que podría ser la semilla de una tercera guerra mundial, llevar tales resultados a la práctica será complejo, pues sobreviven desconfianzas mutuas e intereses de terceros que se deben considerar.
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En efecto, las decisiones que emanen de Trump y Kim Jong-un, deberán ser consideradas en el contexto en el que se desenvuelven las partes. Es decir, aunque Estados Unidos no es el único firmante de dicho Tratado, es claro, por lo que ha trascendido desde Teherán, que Irán también se retirará si el país norteamericano lo hace, lo cual puede deteriorar aún más el clima entre la Unión Europea, Rusia y China con Estados Unidos. Y del lado de Corea del Norte está la misma China, cuyo interés primordial es que EE.UU. se retire o disminuya su influencia en Asia, mientras Japón y la propia Corea del Sur requieren, en su calidad de aliados de los norteamericanos, obtener algún tipo de garantía sobre su protección frente a la tentación norcoreana de atacar o invadir.
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