La senadora del Centro Democrático es una suma de carencias de tal magnitud, que resulta difícil clasificarla.
María Fernanda Cabal es un ser humano detestable. Mientras el país se enteraba con asombro que siete soldados, siete, en gavilla y armados, secuestraban, escondían y violaban a una niña de 13 años, sometiéndola a los escarnios más escandalosos, María Fernanda, despreciable ella, afirmaba que la noticia podría configurar un “falso positivo”.
¿Qué quiere decir esta mujer cuando habla de un “falso positivo”? ¿dice, acaso, que puede tratarse de un montaje para enlodar a sus gloriosas fuerzas armadas; dice que la agredida no existe; dice que, de existir, ella hace parte de una conspiración contra un símbolo de la patria; dice que la violada no es violada sino sexo consentido (en consonancia con la execrable afirmación del fiscal) dice que esta niña indefensa de 13 años es la culpable?
María Fernanda asume que, como la niña es una indígena embera chami, no le clasifica ni como mujer, ni como ser humano.
María Fernanda no puede llegar más lejos, aunque todos sabemos que llegará aún mas. La senadora del Centro Democrático es una suma de carencias de tal magnitud, que resulta difícil clasificarla.
María Fernanda es una mujer decididamente ignorante, en el sentido absoluto del término: “Carece de conocimientos y carece de instrucción”. Claro que ella “pasó” por el colegio y la Universidad, sí, la muy pomposa Universidad de los Andes, pero el despliegue de ignorancia que ha exhibido en diferentes intervenciones, su desconocimiento de aspectos elementales de la instrucción, han desencadenado incluso declaraciones públicas de sus profesores que verbalizan el horror y su vergüenza, con el exhibicionismo impúdico al que recurre María Fernanda para pavonearse con sus desconocimientos.
Es una mujer que carece de vergüenza, no alcanza a entender las dimensiones de todo aquello que sustenta. Hace el ridículo con premeditación.
Es una mujer que no alcanza ni siquiera a tener sororidad, tampoco sabe lo que eso significa.
Reúne María Fernanda, como el senador Macías y muchos de sus copartidarios, esa perversa condición de los ineptos, que se insuflan cuando tienen la más mínima resonancia, cuando los toca la mano del poder. Es célebre su frase, mientras taconeaba por los pasillos exteriores del Capitolio, gritando a los profesores y estudiantes que reclamaban sus derechos: “¡Estudien, vagos!”. Sí, María Fernanda convocando a estudiar, ella que – está demostrado – carece de toda vocación de estudio.
María Fernanda es una vergüenza para sus congéneres, carece de empatía, de bondad, todo en ella transpira mala intenciones, su locución tiene un tono perverso, su sonrisa es macabra.
Piense usted en humanismo y no hay en dónde encajar a María Fernanda.
No califica en la perspectiva de los “valores” que los pensadores del siglo XIV consideraban universales e inalienables del ser humano. No califica en el territorio del conocimiento que, según difundían los antiguos pensadores griegos, era una garantía para entender la condición humana. No encaja en las apelaciones a la justicia, el amor y la caridad a la que llaman todas las religiones. Ni siquiera encaja en las narrativas de los discursos de la autoayuda.
Es terrible tener que decirlo, pero María Fernanda está negada.
Tal vez - digo tal vez - la pobre María Fernanda haya sido concebida para enseñarle a los colombianos por ejemplo negativo, para que todos aprendamos como no debemos ser, como no debemos pensar, como no debemos actuar, si queremos empezar a transitar por los senderos de la humanidad.