Cada quien, con la ayuda de otros o no, emprende ese camino, ese impostergable compromiso; pues es una tarea que -para bien o para mal- hay que asumir de manera irremediable.
Los humanos damos un sentido a la vida, unas aspiraciones, unos propósitos unos ideales que queremos y debemos materializar a lo largo de nuestra existencia. Ello es lo que nos hace diferentes a los demás animales, el sentido que le podamos dar a nuestra vida, el rumbo que le imprimimos a nuestro transitar por el complejo mundo familiar y social en donde existimos, en donde nos correspondió nacer; lo cual es inoponible e inevitable. Nadie puede elegir en qué clase de medio, familia o lugar nacer, ni mucho menos se puede anteponer para escoger ninguna de esas condiciones o elegir previamente ninguna alternativa, pues el hecho de nuestro nacimiento es ajeno a nuestra voluntad y razonamiento.
Cada uno, con la ayuda de otros o no, emprende ese camino, ese impostergable compromiso; pues es una tarea que -para bien o para mal- hay que asumir de manera irremediable. Esa es pues una de las misiones e incluso dificultades más apremiantes de cada uno de nosotros, aceptar que aquí estamos que este es nuestro destino y que lo importante es asumir el reto de continuar afrontando nuestra existencia de la mejor manera posible, si es que queremos ser alguien en la vida y crecer moral, física y espiritualmente en busca de nuestra felicidad y realización como personas, como verdaderos seres humanos, como individuos miembros de una sociedad y de un Estado a los cuales debemos apoyar y servir en atención a que nacimos siendo parte de estas organizaciones, bajo su influjo y tradiciones, lo cual es necesario acatar y, por nuestro bien, ayudar a su mantenimiento y perfección.
En todo caso la vida es una Odisea, la cual se define para algunos como “viaje de larga duración, lleno de aventuras adversas y favorables” y de cada uno de nosotros depende que ese camino sea lo más agradable posible o que -por el contrario-, nos toque sortear mayores y más difíciles obstáculos que debamos enfrentar y resolver para poder ir forjando y materializando nuestro proyecto de vida y, con ello, nuestra felicidad y armonía interior y social.
En esa odisea, en ese viaje, que –a mi juicio- no es tan largo como se cree, básicamente lo que ocurre es que se tiene la oportunidad de nacer, desarrollarse o crecer, procrear, evolucionar, si nos lo proponemos y luchamos por ello y finalmente morir.
La vida; es decir, nuestra existencia es lo que nos permite ser seres humanos en proceso, animales racionales hacia la perfección y la plenitud. En todas las posibilidades humanas hay un paso hacia la perfección y plenitud; pero es con los actos y las obras; es decir, con nuestra forma de pensar y de actuar como nos vamos haciendo buenos o malos seres humanos, como realizamos o vamos forjando y perfeccionando nuestro proyecto de vida, pues un ser humano sin proyectos, es como un barco sin dirección, una marioneta sin control El filósofo español José Ortega y Gasset afirmaba que “la vida es constitutivamente un drama porque es siempre la lucha frenética por conseguir ser de hecho lo que somos en proyecto”. De esta manera, entendido así el hombre, como un ser llamado a perfeccionarse por sus obras, la ética será una ciencia, una valiosa herramienta que nos ayudará invaluablemente a descubrir la dirección y el sentido que esas obras adquieren para conseguir nuestra plenitud, para construir nuestro verdadero proyecto y no equivocarnos, como muchas veces ocurre, en la escogencia de nuestro rumbo, de nuestro norte personal, profesional y social.
La vida es sin duda una serie de penalidades, de procesos y dificultades; pero también de alegrías y satisfacciones que tenemos que superar para llevar a cabo algo tan importante como es nuestro transitar por este complejo mundo. En ese proceso, en ese existir, tenemos siempre que afrontar el delicado reto o desafío de actuar con ánimo constructivo, si nos animamos a construir, a fortalecer y procurar –con perseverancia y decisión- lo que ha de ser nuestro futuro e inclusive el de quienes nos rodean, porque muchos, y así deberá ser, a nuestro lado caminan, que nos pueden ayudar, como nosotros a ellos, a lograr lo que queremos o a desatender la oportunidad que el tiempo y los años en nuestras vidas nos brindan, para logar lo que queremos. Por ello se dice con razón que la vida y el tiempo brindan oportunidades que hay que aprovecharlas con intensidad y valor, pues de lo contrario ellas no vuelven, el camino sigue y las oportunidades pasarán sin afectar, como quisieran, nuestras vidas y proyectos.