El obispo le puso un nombre que a algunos les parece aterrador, como sea, lo que es cierto es que el obispo se hizo incómodo por decir la verdad, por no disfrazarla
Por estos días ha resultado bastante polémica la postura y las palabras del arzobispo de Cali. Lo he dialogado con varias personas y, resulta que para muchos la postura del obispo es un crimen para la diplomacia, y seguro por eso la posición de la nunciatura apostólica; un evento desafortunado, por el miedo que genera hablar de la forma como lo hizo el obispo; un ingrediente más en la polarización del país, como lo afirmó un grupo de periodistas; el destape de un izquierdoso, como algunos políticos lo dijeron; finalmente, un hombre de Iglesia, como me atrevo a decirlo en esta columna. ¿cómo se me ocurre decir eso? ¿pretendo acaso decir que ahí está reflejada la posición de la Iglesia? Pues hay que hacer varias precisiones. En su visita a Colombia, el Papa Francisco, dirigiéndose a las víctimas decía: “No tengan miedo a pedir y ofrecer el perdón, no se resistan a la reconciliación para acercarse, encontrarse como hermanos y superar las enemistades”… “Ustedes llevan en su corazón y en su karma huellas, las huellas de la historia viva y reciente de su pueblo, marcada por eventos trágicos, pero también llena de gestos heroicos”… "Y quise venir hasta aquí para decirles que no están solos, que somos muchos los que queremos acompañarlos en este paso; este viaje tiene que ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz"… “Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios y renunciar a las venganzas. Abrirse a la convivencia basada en la justicia y en la verdad”… "En este enorme campo que es Colombia, todavía hay espacio para la cizaña. Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo y no pierdan la paz por la cizaña"… “Cada violencia cometida contra un ser humano es una herida en la carne de la humanidad”… “Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz”… “La búsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto, una tarea que no da tregua y que exige el compromiso de todos”… “Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto”… “La verdad no debe, de hecho, conducir a la venganza, sino más bien a la reconciliación y al perdón”. Ser hombres y mujeres de verdad es un principio común entre los cristianos. Ser un hombre de verdad, es ir hasta las últimas consecuencias con la misión profética de anunciar y denunciar, es ser coherente con lo que se es y con lo que se profesa.
Las palabras del obispo son fácilmente verificables. El periódico El Espectador, el 3 de julio del presente año mostraba una caracterización de “432 líderes sociales asesinados en Colombia, según los informes anuales del programa no gubernamental Somos Defensores, quien catalogó 2019 como el año más violento para los líderes: 844 agresiones en su contra, desde homicidios y amenazas hasta atentados y desaparición forzada”. 432 líderes asesinados y 844 agresiones. Por un momento dejen de pensar en el obispo: ¿Qué nombre se les ocurre? ¿cómo llamamos a esta sistemática aniquilación de la vida por cuenta de un liderazgo social necesario, mal entendido, desprotegido? El obispo le puso un nombre que a algunos les parece aterrador, como sea, lo que es cierto es que el obispo se hizo incómodo por decir la verdad, por no disfrazarla, por ser “poco diplomático”. Ya lo diría el teólogo Castillo, “la falsa prudencia es el disfraz del miedo y el justificante de las ambiciones de un poder que nunca está dispuesto a reconocer que se equivoca o que actúa por motivos inconfesables. Una Iglesia que procede así, difícilmente puede ser reconocida como continuadora de la vida y el destino de Jesús de Nazaret, que cometió tantas ‘imprudencias’”. Ahora bien, cambiemos el lente y pongámonos las gafas de la ética. Miremos el asunto desde la capacidad de relacionar lo bueno y lo malo con la conducta moral. ¿Está mal, en la figura de un obispo que también es un ciudadano, decir que la no implementación de los acuerdos de paz ha sido un generador de violencia? ¿Está mal decir que hay frustración por no haber continuado los diálogos con el Eln? Yo creo, en verdad, que el asunto hay que mirarlo con detenimiento. Se necesita ser muy valiente para salir a decir lo que dijo y mantenerse en ello. Esta es la Iglesia en la que creo, la que no se calla, la que es incómoda, la que cuestiona, la que no vende sus ideales a los gobiernos de turno, la que es capaz de pensar por sí misma.
En Colombia hemos malinterpretado el lugar de la diplomacia, confundiendola con miedo e hipocresía. Hemos confundido la valentía con la hipoteca del pensamiento, hemos creído que unos son buenos y otros malos, solo porque no piensan como igual o prefieren ser políticamente correctos. La verdad es la verdad y esta no se puede disfrazar, cuando uno dice creer en Dios, tamaña afirmación se confronta con los actos. Cuando uno es de la Iglesia comunión-verdad, la visión profética de la misma está ahí, no para agradar, sino para denunciar, para arrancar y plantar, para destruir y construir.