La maestra Lucila González de Chaves invita a conocer clásicos de la poesía popular, como el antioqueño Ñito Restrepo
1. Poesía popular
Es mezcla de la filosofía del pueblo y de la realidad; pretende, a veces, obtener de los lectores efectos didácticos, morales o políticos.
Alguna poesía popular está en condiciones de operar sobre las masas, como las trovas y las coplas que son poesía “oral y de diversión”, de autores no reconocidos o ya olvidados, cuyo referente es su entorno y sus circunstancias; poesía que encierra gracia y donaire, regocija el ánimo y mueve a risa con chistes y agudezas; poesía que si no se escribe enseguida, tiende a ser olvidada.
2. La trova y copla
Brotan de todas partes; las oímos dondequiera, aprendemos sus versos y tonadas; sensaciones e ideas que viajan a través de la vida y se han cantado siempre porque nos llegaron con los conquistadores y colonizadores.
Con esa herencia, nuestros poetas improvisadores buscan una idea primordial cantable y elaboran la historia de un suceso o el proceso de una emoción, y van tejiendo, así, la urdimbre de la literatura patria:
Por ser la primera vez
que yo en esta casa canto,
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
Gloria al Espíritu santo!
Cabe destacar que encumbrados poetas colombianos, entre ellos, el antioqueño León de Greiff, escribieron coplas de corte humorístico y satírico. Un ejemplo es la que De Greiff dedicó en 1971, al doctor Diego Calle Restrepo, y que luce esplendorosa en una composición de mosaicos, en la estación “Prado” del metro, muy cerca del Parque de Berrío, en Medellín:
En el Alto de Otramina
quedó atrás Titiribí;
me topé con Diego Calle
colorado como ají,
por culpa de tantos tragos
que él bebió y que yo bebí.
3. Reflejo del alma de los pueblos
LA COPLA es la expresión del sentir popular; su origen es español, y su estructura está muy cercana al romance; el tema puede ser sacado de una canción, de un suceso regional o de un romance de taberna. Los pueblos suelen reflejar su alma en ella, la que constituye la esencia de su tesoro folclórico.
El campesino, a pesar de que piensa en las dificultades de hoy, vive contento con lo que tiene; en las noches cargadas de estrellas, al terminar la faena, puebla el aire de notas, ronda en torno al corazón de una mujer con una copla de amor entre los labios, o con un lamento de quejas y amarguras.
A veces, ese amor campesino está cargado de nostalgia y de atormentadora melancolía. Entonces, en la tarde callada y muriente, se escucha la copla reveladora:
Cantando en la mesa, Manuel Cabral y Aguado Bejarano.
El mayor de los males
es aborrecer queriendo,
vive el alma padeciendo
ansias que son inmortales.
Lucero del alto cielo
préstame tu claridá
para seguirle los pasos
a mi amada que se va.
Tardes hay, en que el tenorio rústico canta amenazadoramente porque el desprecio y el desdén muerden furiosamente su alma:
Madres, las que tengás hijas
solteras y por casar,
hacé las paredes altas
que yo soy el gavilán.
Coplas cargadas de sentimientos, hijas amadas del repentismo poético de troveros andariegos y maliciosos. Coplas de amor herido:
Esta noche canto aquí,
mañana en Titiribí.
pasó mañana en la noche,
en los llanos de Itagüí.
Una niña me dijo
en Salamina:
¿Cuándo va por el niño
que ya camina?
El hombre que se’namora
de mujer que no lo quiere,
merece cincuenta azotes
cantándole el miserere.
Las siguientes son coplas populares antiqueñas, recogidas por un antiguo arrancador de oro en los filones de El Zancudo (Titiribí)
Antioquia me dio su leche,
Sopetrán mi desventura,
San Jerónimo la muerte,
La Villa mi sepultura.
Vivan Guarne y San Vicente,
Copacabana y Barbosa,
Santo Domingo y Cancán
y el sitio de Santa Rosa.
Concordia para dichosa,
Jericó para un enredo,
Andes para dar tuntún,
Bolívar para dar miedo.
Para carate en Antioquia,
para niguas en La Villa,
para muchachas bonitas
Rionegro y la Marinilla.
Eran cuarenta los negros
que fueron al Anorí,
mucha plata que trajeron
cuando volvieron aquí.
En las calles de Remedios
me puse a cantar un baile,
me decían las remedianas:
¡Por la Virgen, no se vaye!
Tus ojos son dos Dabeibas,
tu boquita un Pipintá,
tu cinturita un Darién
con su golfo de Urabá…
Yo me vine de Fredonia,
fue por una causa sola:
por un pequeño rasguño
de la cruz hasta la cola…
Es rico Titiribí
porque tiene minerales,
en el cantón de Amagá
trapiches y cañuzales.
Yo conocí a Campamento,
menos los santos y el cura,
conocí al mono Barrientos,
el que vive en Angostura.
La Copla, óleo sobre lienzo del pintor español Manuel Cabral y Aguado Bejarano.
4. Antonio José Restrepo (“ÑITO”)
En Colombia, es el doctor Antonio José Restrepo, “Ñito” (1855- 1933), nacido en Concordia - cuando esta era corregimiento del municipio de Titiribí - el más grande representante de la trova. Fue diplomático, político, ensayista, escritor satírico y un orador mordaz.
Dice uno de sus críticos que su mayor acierto como poeta es “la sublime traducción de “El Crucifijo”, obra del poeta francés Lamartine:
Por esa muerte tuya concede que mi ánima
En tu divino seno se aduerma a descansar;
Y cuando mi hora llegue, ¡ah! de la tuya acuérdate,
Tú, ¡fuerte al expirar!
En su libro Ají pique, (“Epístolas y estampas del ingenioso hidalgo don A. J. Restrepo, compiladas por Benigno A. Gutiérrez”), al finalizar su escrito: “Restrepería antioqueña”, Ñito hace esta convocatoria:
“¡Metamos todos el hombro a la carga para levantar a Colombia al cenit de las naciones! Mezclemos en una sola raza del futuro todas estas sangres azules, o amarillas, o negras que corren por nuestras venas; abramos nuestro territorio inmenso a todas las razas trabajadoras de la tierra y el Dios de las naciones, […], sea adorado entre nosotros, junto con la libertad y la felicidad, en todas las lenguas y dialectos conocidos y por conocer”. (p. 541)
Y en la página 504, en el ensayo: “Prólogo del Cancionero de Antioquia”, dice Ñito: “[…]. Uno de los sucesos de mi vida fue mi mudanza a Titiribí…mi abuelo y mi padre eran de este rico municipio…Pasaron el río Cauca, cuando llegó la hora del empuje antioqueño, y fundaron a Concordia. […]; al pasar yo a estudiar a un famoso colegio del pueblo de las íes, no mejoré de conducta…. Me remonté a los socavones de una mina donde trabajé como simple jornalero […] Mi padre me preguntó: ¿Quieres ir a estudiar a la Universidad en Medellín? Esta propuesta me cabrilleó por todo el magín en arco iris…. Contesté: ¡Sí, señor!”
“Es necesario decir esto para explicar a mis lectores, cuándo y dónde me aprendí de memoria el rimero de coplas…. en los socavones de una mina… en la que yo trabajé […]”. (El Zancudo en Titiribí).
El noble señor titiribiseño, don Efraín Flórez, habla de las pendencias de “Ñito” en las fondas de El Zancudo, con los jóvenes Pombales, ricos hacendados del Cauca abajo. En una noche de juerga, el más joven de los Pombales tomó el tiple, se encaró con “Ñito” y cantó con arrogancia esta TROVA:
Trove, trove, compañero,
dicen que usted es poeta,
y lo creo, pues se ve
que no tiene una peseta.
Enseguida, “Ñito” rasgueó su tiple para replicar con furia, asaeteando a su contendor, y, de repente, le endilgó estas trovas, sin espacios para responder:
No tener una peseta
es el mayor de mis males.
¡Ah malhaya! ¡Quién tuviera
plata como los Pombales!
¡Ah malhaya! ¡Quién tuviera
plata como los Pombales!
Lo que no tienen en plata
lo tienen en animales.
Lo que no tienen en plata
lo tienen en animales.
Porque son la misma cosa
animales y Pombales.
Porque son la misma cosa
animales y Pombales.
Los unos viven en ranchos
y los otros en yerbales.
Los unos viven en ranchos
y los otros en yerbales,
pero comen yerba todos,
animales y Pombales.
Pero comen yerba todos,
animales y Pombales.
Y se embuchan de aguamasas
de aguamieles y aguasales.
Y se embuchan de aguamasas
de aguamieles y aguasales,
porque no son más que buche y cachos,
animales y Pombales.
En ese antiquísimo periódico de Titiribí (hojas ya amarillentas guardadas celosamente en un enorme y bien trabajado baúl de cuero y cerrado con llave, (pues era su biblioteca) por mi abuelo materno, el titiribiseño Braulio Lorenzo Restrepo R.), leímos también, lo que escribió Efe Gómez (el gran cuentista antioqueño, ingeniero en las minas de El Zancudo): “las trovas ofensivas de “Ñito”, aumentaron la gritería y el consumo de aguardiente; se armó la pelea, rompieron los tiples de unos contra los otros; brillaron las armas; acudió la policía; chillaron las mujeres; corrió la sangre. Yo me puse a tocar plegarias…”
5. La trova
Es un canto típico. Cada trova expresa sentires de su región y se apoya, casi siempre, en una música sencilla, contrapunteando, en lo cual, lo importante es la letra. Nació de los cantos de los caballeros medievales.
Algunas trovas son de sentido jocoso y siempre de carácter competitivo. Los dos trovadores se enlazan en el mismo tema, el que deben expresar con rima:
Al paisa nuca le faltan
machete, carriel y ruana,
ni mula, mujer, ni tiple,
ni misa por la mañana.
Termina Ñito sus escritos con estas reflexiones:
“De los recuerdos del pasado se forman las vidas nuevas, porque sin gratitud colectiva no hay estímulo para los sacrificios generosos…Sin ejemplos constantes de honor las nuevas generaciones se dejan llevar del egoísmo apático, del lucro inmediato sórdido, y de la decadencia y muerte en bestial lucha de apetitos, en revueltas innobles y en baja indiferencia por la Patria que es el bien de todos”
(Antonio José Restrepo, Ñito).