Celebraron su primer siglo de independencia, no erigiendo monumentos ni honrando epopeyas militares, como suele ocurrir en la mayoría de los países de nuestra región.
Finlandia, ese país nórdico convertido en referencia mundial por sus logros sociales y para nosotros especialmente por sus conquistas educativas, acaba de conmemorar 100 años de independencia inaugurando una gran biblioteca.
Aunque dependió de Suecia por más de 600 años y luego del imperio ruso, del que fue Gran Ducado a partir de 1809, tuvo siempre un significativo margen de autonomía, base del cultivo de la libertad individual como valor altamente protegido y condición propicia para el estímulo de las artes y las letras. Asimismo, para el surgimiento de un sentimiento nacionalista sintetizado magistralmente por Elias Lönnrot en los versos del poema épico Kalevala, publicado en 1835.
Con gran habilidad y determinación política los finlandeses se independizaron de Rusia el 6 de diciembre de 1917, pocas semanas después del triunfo de la Revolución Soviética. Resolvieron favorablemente una corta turbulencia interna después de su independencia y en el verano de 1919 establecieron la actual república.
Optaron por celebrar su primer siglo de independencia, no erigiendo monumentos ni honrando epopeyas militares, como suele ocurrir en la mayoría de los países de nuestra región, sino inaugurando una magnifica biblioteca en el centro de Helsinki, su capital.
Oda (Oodi en finlandés), así quisieron llamarla sus creadores, será un centro promotor del conocimiento y aprendizaje plenamente sintonizado con los impulsos de nuestra época. No sólo tendrá robots bibliotecarios e impresoras 3D sino también 100.000 libros, espantando así los temores de quienes suponían que las librerías del futuro serían puramente virtuales. No podía ser de otra forma, Finlandia es uno de los grandes productores de papel del mundo.
Al lado del Parlamento y en claro contraste arquitectónico con él, el edificio de madera y vidrio, está destinado a complacer plenamente a sus visitantes. No está circunscrita a la lectura ni será un lugar silencioso. Gracias a su muy bien planificada acústica, donde niños y adultos comparten las mismas salas de lectura, cuenta con zonas donde se puede hablar en voz alta, cantar, escuchar música, tocar instrumentos y ver películas.
Los finlandeses pagaron 98 millones de euros por este singular espacio destinado a una sociedad que valora el conocimiento y la ampliación de las fronteras de su crecimiento intelectual. Más que notable en un país de 5.5 millones de habitantes cuya flamante biblioteca, el segundo servicio más apreciado por la población, después del agua potable, recibirá 3 millones 650 mil visitas por año.
La decisión finlandesa de conmemorar el primer centenario de su independencia, con esta singular construcción, no es un hecho aislado ni el capricho de intelectuales amantes de la lectura y si expresión de un país que en un siglo ha conseguido armar -en muy buena medida- su rompecabezas social y convertirse en referente mundial del desarrollo sostenible.
Sobresale por la calidad de su gobierno y como una sociedad estable y altamente respetuosa de la condición humana. Con Nueva Zelanda y Dinamarca es de los países con menor corrupción en el mundo. Exhibe la tercera mayor igualdad de género. Cada año sus adolescentes ocupan los primeros lugares en comprensión lectora y ciencias. Mientras todos sus índices de mortalidad van en descenso, su expectativa de vida se eleva a medida que va consolidando avances.
Su audaz y eficiente revolución educativa, está profundamente conectada con el conjunto de la vida social y la pasión por el cuidado del planeta se expresa tanto en la economía como en cada aspecto de la vida ciudadana.
Al final de cuentas, resulta natural que el país de las auroras boreales, miles de lagos e inmensos bosques; cuya economía atiende las demandas del bien común con profundo respeto a la condición humana y al medio ambiente, haya querido celebrar su primer siglo de independencia con una obra destinada a engrandecer el espíritu de sus habitantes y ratificar los valores subyacentes a sus sólidas conquistas.