No es justo que miremos la figura del Papa desde la perspectiva de los enfrentamientos intestinos, ni desde la simplista consideración de la propia simpatía que se sienta por el presidente anfitrión.
Abonándole los defectos que como hombre pudo tener, el influjo que ejercía el papa Vojtyla sobre la humanidad es irrepetible. Es que el sumo pontífice de los católicos tiene ventajas que lo ponen en un grado de superioridad imbatible. Comenzando por el tratamiento que debe dársele, como imposición vaticana: decirle su santidad, de salida, nos pone en la inferior posición de pecadores en busca de la redentora bendición del papa. Juan Pablo II fue ante todo un gran político que supo aprovechar las ventajas de la tiara, para amainar un poco la decadencia de un imperio que poco o nada se comunica con las Iglesias particulares y con las necesidades de la humanidad. La figura del papa fue en su momento más prestigiosa que la del Vaticano mismo.
Lo que tenemos ahora no se puede comparar con lo que traíamos, por razones de origen y estilo. Bergoglio es menos calculador en el manejo de sus palabras y muchas veces se va de la lengua; opina sobre temas que el papa debería asumir con la prudencia y compasión propias de un líder religioso y no puede ocultar sus preferencias políticas. Todo esto añadido a la falsa humildad que trata de vendernos, a lo mejor nos desconcierta, nos pone sobre alerta. Nos puede parecer exótico su estilo, pero hay que entender que nunca habíamos tenido un papa argentino. Éste no tiene el carisma de Vojtyla ni el acervo intelectual de Ratzinger, pero en aras de la preservación del legado de N S Jesucristo hay que perseverar en la esperanza de que la Iglesia pueda ser la portadora de nuevos aires.
Lea también: Iglesia pide que no se manipule políticamente visita papal
El anuncio de la visita del papa Bergoglio ha generado polémica entre los colombianos. Es sana la discusión cuando se mira en el contexto de las libertades de los ciudadanos para discernir sobre lo que le conviene al país, pero no es bueno cuando las posiciones tienen que ver con la polarización política inducida por mentes extremas, que vivimos. No es justo que miremos la figura del papa desde la perspectiva de los enfrentamientos intestinos, ni desde la simplista consideración de la propia simpatía que se sienta por el presidente anfitrión. Nos puede gustar o no la figura del papa, pero desde el análisis de su propio desempeño y por las verdaderas aproximaciones al mensaje de Jesús que de sus acciones podamos derivar, y nunca porque alguien nos diga que lo debemos repudiar.
Le puede interesar: Ante los designios de Dios, respeto
El Vaticano es un estado dirigido por hombres que por su naturaleza pueden errar y aunque se erige como rector del catolicismo, la Iglesia verdadera es la que encarnamos todos y cada uno de los católicos. Es en nuestros corazones, en nuestros talantes generosos y respetuosos del pensamiento ajeno, en donde está la verdadera Iglesia. Los seres imperfectos que gobiernan el Vaticano a veces aciertan y a veces no en la elección de su soberano. Hay momentos de la Iglesia en los que no se ve por ninguna parte la influencia del Espíritu Santo, pero así están diseñados los procedimientos. Lo importante es que la venida del papa a Colombia no puede ser motivo de malos comportamientos que nos pongan ante los ojos del mundo como un país de bárbaros.