Presentación y homenaje al escritor Leopoldo Marechal, autor de la letra La mariposa y la muerte.
Bandoneón, me he propuesto caminar por un jardín sembrado de rosas y es aquí a donde quisiera convidar a los lectores, pero antes, a manera de obertura, voy a recitar un verso de José Saramago a la flor de las flores: “…alzo una rosa, sí, y oigo la vida (…)” y como contraposición a este canto se aparece el tango de Leopoldo Marechal: La mariposa y la muerte, que guarda hondos pasajes en los que figura el espectro de la muerte y sus distintas caras, en una seductora danza en torno a la rosa. Sentimos así la desmesura a la que pueden llevarnos la certeza de la muerte y la paradoja de la belleza y su finitud.
Ahora propongo leer los versos del tango La mariposa y la muerte.
“Una vez mi corazón
dijo en son de profecía
cuando yo empecé a quererte,
que sobre tu medio día,
puede, girar la canción
la mariposa y la muerte.
Subía al cielo, subía
la rosa en su elevación,
y sobre aquel mediodía
pudo girar la canción.
Al mediodía, orgullosa,
no se negaba la rosa,
y en su ambición le ponía
su cerco a la mariposa.
Ya en su ardiente mediodía,
la rosa tentó la suerte,
y llevársela quería,
en su caballo la muerte (…)”
Conocida ya la pieza musical y como si regresáramos de un funeral, nos podríamos adentrar en cautelosas consideraciones sobre la muerte, sobre lo efímero de la vida, que siempre nos lo confirman las rosas y la soñada mariposa de los poetas. Pero no, vamos a ver en estos versos la belleza y quizás escuchar, como lo dijo el poeta, al corazón hablar de una profecía y también habrá un recorrido por los senderos de las palabras del tango, pobladas de metáforas y de misterios.
Hablaré de la rosa y el rosal, que con su hermosura le cantan a la vida, a pesar de la brevedad de su existencia, aquí se conjugan vida y muerte en la contemplación de la flor. Ahora bien, como si fuera una obsesión mi mente recita “La rosa es sin por qué/ florece porque florece (…)” (1)
El autor del poema ya nos había dicho que la rosa podía desafiar la corrupción desde el instante en el cual se instalaba en el pensamiento de un otro, “porque la flor pensada no era tal o cual rosa, sino todas las rosas que habían sido, eran y podían ser en este mundo: la flor ceñida a su número abstracto, la rosa emancipada del otoño y la muerte (…)” Y como diría Alfonso Reyes: “La mente se venga de la muerte adorando lo que vive un día”.
Es importante para la lectura y comprensión del texto, saber la génesis de esta composición, pensemos que no vino de un letrista de tangos, pero sí de un poeta cuya escuela nos ha acompañado en algunas columnas, pues perteneció a la Revista Martín Fierro.
Leopoldo Marechal
Les presento entonces a Leopoldo Marechal autor del tango La mariposa y la muerte y de Adán Buenosayres, una novela considerada del género fundacional y recojo las palabras de Osvaldo Cambria: “Si bien en el Adán Buenosayres Marechal no expresa específica apología del tango sino alguna que otra mención de estrofas tangueras, el solo hecho de que la obra se desarrolle en Villa Crespo de los años 20 crea una tácita presencia de guitarras, de bandoneones, de taitas y de bailongos en patios emparrados, que sutilmente permean toda la obra de la esencia del tango”.
Para retomar el tema del germen de la creación de La mariposa y la muerte debemos remitirnos al proyecto Los catorce con el tango, con autoría del empresario Ben Molar. Para él invitó a poetas de gran altura, músicos y cantantes famosos, e importantes pintores para interpretar los poemas a través de la plástica.
Encontramos aquí letras de los escritores Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, por ejemplo, además de Marechal.
La orquesta de Alberto Di Paulo tuvo a su haber la grabación de los catorce tangos, después esta producción musical, más los cuadros que los interpretaron, fueron presentados en 1966 en Buenos Aires, después pasó a Israel, Grecia, España, Italia, Estados Unidos y Japón, con el apoyo del gobierno argentino.
Para cerrar este ejercicio de escritura, voy a transcribir el comentario de la página Tangos al bardo:
“Había mucha expectativa por conocer los resultados del producto que reunía a tanto talento, aunque lo cierto es que algunos de los temas no tuvieron la temperatura deseada, pese a que William Blake asegurara que ‘Toda exuberancia es belleza’".
Pero no podemos ignorar la afilada pureza de los límites, y el tango bien que los tiene, por lo cual estas obras estuvieron muy expuestas a la decepción.
Aunque contaron con un aliciente extra, ya que prestigiosos pintores ilustraron cada uno de los catorce temas y ese plus no defraudó a los coleccionistas.
Hoy elijo uno de esos tangos que constituyen toda una fantasmagoría, sobre todo porque además del verso de Leopoldo Marechal y la música de Armando Pontier, que consiguen un clima inquietante tejiendo el tapiz de una herida emocional, la pintura de Zdravko Ducmelic obra de manera dramática en el receptor (…)”